Los hoteles donde los niños no son bienvenidos

Casa Arcas es el único hotel de Aragón y probablemente también de todo el Pirineo que solo admite huéspedes adultos. «Abrimos hace unos ocho años como un hotel normal y no tardamos en descubrir que los niños generan un montón de quebraderos de cabeza», cuenta la directora, cuya experiencia en este tiempo bien podría servir de pauta para elaborar un tratado sobre los usos y costumbres de la nueva familia española. «Nos dimos cuenta de que muchos de nuestros clientes eran padres que dejaban a sus hijos a cargo de otras personas para pasar unos días de descanso lejos de biberones y pañales, e incluso descubrimos que había abuelos que se escapaban el fin de semana al Pirineo para que sus hijos no les enchufasen a los nietos».

A la Guardia Civil

A la identificación de ese potencial nicho de clientes de un establecimiento libre de niños se sumó la creciente conflictividad generada por los pequeños. «Un día era un bebé que no paraba de llorar toda la noche y a la mañana siguiente un chaval que pringaba de mantequilla al cliente de la mesa de enfrente durante el desayuno. Cuando una vez me quemé el torso porque se me cayeron encima dos cafés con leche al tropezarme con un niño que me habían dejado gateando por el comedor, me dije que hasta aquí habíamos llegado, lo consulté con mi familia y decidimos que el hotel iba a ser únicamente para adultos».

Pilar no tenía al principio muy claro los pasos que había que dar, así que contactó con el cuartel de la Guardia Civil más próximo para que le aclarasen si podía o no vetar la entrada a menores. «Me contestaron que, en aplicación del derecho de admisión, tenía toda la legitimidad del mundo y que si había algún problema les llamase porque ellos se encargaban de todo». Eso fue hace cuatro años. En todo ese tiempo no ha tenido que marcar el teléfono del cuartelillo pero sí ha soportado unos cuantos improperios e incluso alguna llamada de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) recabando información al respecto. «Los primeros meses tuvimos que lidiar con algunos impertinentes que amenazaron con denunciarnos, pero la cosa no fue más allá de una conversación telefónica acalorada. La mayoría de los clientes lo aceptó de buen grado y tanto ellos como nosotros hemos ganado en tranquilidad».

El derecho de admisión de los establecimientos hosteleros es susceptible de interpretación y su regulación varía además en función de las comunidades autónomas. Iván Arrive, que regenta El Racó de Madremanya, una masía del siglo XVII transformada en un hotel con encanto reservado a adultos cerca de la Costa Brava, dice que nunca ha tenido problemas legales. «Nosotros solo ofrecemos habitaciones dobles sin camas supletorias y si algún cliente pregunta si se puede ir con un niño se le explica que es un establecimiento de adultos y lo entiende perfectamente. En diez años -añade- nunca hemos tenido problemas de esa naturaleza».

Además de regentar su hospedería, Arrive se encarga también de una plataforma que agrupa a hoteles solo para adultos -Enjoy No Kids (disfruta sin niños)- que no ha parado de crecer en los últimos años. «Cada vez somos más porque la demanda se ha disparado». Tanto Arrive como Armando Romero, impulsor de la otra agrupación de establecimientos que siguen el mismo modelo en España, denominada Adults Only Holidays (vacaciones de solo adultos), hacen hincapié en que los hoteles a los que representan no ejercen de potenciales Herodes deseosos de acabar con la grey infantil: «El 90% de nuestros clientes son parejas con hijos que nos eligen porque quieren darse un respiro de sus ocupaciones familiares».

Rabietas y voces

No hay a ciencia cierta una estadística sobre el número de hoteles reservados a adultos que hay en España aunque podrían estar entre los 150 y los 200 establecimientos. Las grandes cadenas hoteleras han descubierto un nicho de mercado que crece como la espuma y se han sumado al carro. Siete de los 140 hoteles que tiene Barceló, por ejemplo, son ya free child (libres de niños). «Puede que el auge del segmento del solo adultos tenga algo que ver con la dejación de los padres en la educación de nuestros hijos», reflexiona Álvaro Pacheco, responsable de comunicación de la cadena. «Antes había cierta disciplina, pero ahora te encuentras niños que vociferan y que se agarran rabietas descomunales sin que sus padres les atajen yeso es muy molesto».

De parecida opinión es Enrique Fondevila, padre de Pilar, la directora del hotel del Pirineo, que a menudo suele echar una mano en el establecimiento. «Tengo dos hijos y tres nietos a los que quiero mucho, pero si encuentras un paréntesis para descansar lo mejor para la salud física y mental es darte un respiro y dedicar ese tiempo a la relación de pareja». La especialización en el segmento del solo adultos ha proporcionado algo más que sosiego al hotel de los Fondevila. «Desde que hace cuatro años empezamos a trabajar así hemos notado un incremento significativo de la clientela, yo diría que entre cinco o diez puntos por encima de la que teníamos antes», puntualiza la directora.

A Jacobo Álvarez, que dirige desde hace un año el Hotel Barceló Illetas Albatros, el primero que abrió sus puertas en Mallorca en régimen de solo adultos, aún le sorprende la quietud que se respira en el establecimiento. «Llevo muchos años en la hostelería y cuando paso por la piscina o el comedor me sigue llamando la atención la calma que hay, nada que ver con los hoteles familiares en los que había trabajado hasta ahora», confiesa. Álvarez cuenta que sus clientes, el 85% extranjeros, vienen buscando una oferta específica. «Tenemos incluso una piscina para lectura con los sillones dentro del agua, algo que obviamente sería inconcebible en un establecimiento con niños».

Pero el solo adultos no solo gana terreno en la hostelería. Renfe anunció el lunes la entrada en servicio de vagones «silenciosos» en los que se vetará tanto el uso de teléfonos móviles como el acceso a menores de 14 años. También hay cada vez más compañías aéreas que ofrecen la posibilidad de viajar en zonas libres de niños del avión a cambio de un pequeño sobreprecio en el billete. Malos tiempos para los locos bajitos de los que hablaba Joan Manuel Serrat en aquella hermosa canción que incorporaba en una de sus estrofas un guiño cómplice a la paciencia de los padres: «Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca».