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El acceso de los más pequeños debe hacerse con el acompañamiento de los padres.
Los padres, en la encrucijada por la exposición de sus hijos a las nuevas tecnologías

Los padres, en la encrucijada por la exposición de sus hijos a las nuevas tecnologías

Cada edad tiene su aprendizaje, aunque los expertos ponen dos líneas rojas: nada de dispositivos hasta los 4 o 5 años y ni móvil propio antes de los 12

Ana Pérez-Bryan

Lunes, 1 de mayo 2017, 01:25

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De entre todos los debates que implican a padres e hijos en la educación de los más pequeños hay uno que en los últimos años gana por goleada. ¿Cómo y cuándo ir iniciando a los niños en el uso responsable de las nuevas tecnologías? La discusión es complicada por la cantidad de aristas que incorpora, pero parte de una realidad incontestable: ésa que define a las nuevas generaciones como nativos digitales y que automáticamente sitúa a los adultos en una posición casi de inicio en relación con las habilidades tecnológicas de sus hijos. Por eso encontrar el imprescindible equilibrio entre ambas realidades es tan importante para que este crecimiento en lo digital vaya acompañado de las garantías de seguridad y control.

En este escenario, los expertos están de acuerdo en un punto de partida que merece reflexión: tan nocivo es que un menor vaya escalando en el uso de las nuevas tecnologías sin la correspondiente supervisión como que crezca completamente al margen de este nuevo lenguaje que terminará por influir lo queramos o no en su crecimiento como persona. «Que haya riesgos no significa que tengamos que eludir la exposición a las nuevas tecnologías, que son inevitables». La primera consigna la aporta Jorge Flores, licenciado en informática por la Universidad de Deusto, fundador y director desde 2004 de Pantallas Amigas y autor de publicaciones y materiales didácticos relacionados con el uso de las TIC, quien asimila esta exigencia de estar presente en el mundo digital con su reflejo paralelo en el mundo real: «Internet sin riesgo no existe, al igual que ir por la calle sin riesgo tampoco».

Partiendo de esta premisa, y justo ahora que en muchos hogares se abre el debate de si regalarle o no al niño el teléfono móvil en plena temporada alta de comuniones, no estaría mal dibujar el siguiente escenario tipo: niños que apenas bebés, casi desde el carrito de paseo, se tranquilizan con los dibujos animados desde una tableta, videojuegos adaptados por edades que se aprenden casi al mismo tiempo que leer o escribir o, en fin, menores pegados a los móviles de los padres para que no molesten cuando los adultos quieren estar tranquilos. Seguro que le resulta familiar la escena en la sala de espera de un médico, o en una comida en familia en un restaurante. En ese uso de los aparatos tecnológicos como niñeras digitales, pero sobre todo en ese deseo de que no-molesten, suelen estar los fallos más comunes de los padres que van incorporando que no acompañando a sus hijos en el salto a la realidad virtual y que pasan por alto los efectos físicos que esta exposición prolongada o incontrolada puede tener en los más pequeños. Por ejemplo en sus cerebros: en los primeros años de vida, el órgano comienza a entrenarse para dominar la concentración y muchos de los videojuegos, aplicaciones o dibujos animados trabajan en sentido contrario, es decir, lo que a muchos padres les puede parecer un estímulo para los sentidos de los más pequeños «sólo significa una involución que provoca dificultades de concentración y no favorece la capacidad de tolerar la frustración». Así de contundente se muestra el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, que admite que cada vez son más los padres que le consultan cuándo y cómo introducir las nuevas tecnologías en las rutinas de sus hijos. Una especie de guía para saber qué hacer a cada edad y, sobre todo, qué formato escoger y en qué condiciones.

El especialista, autor de publicaciones que avanzan en este sentido y que han tenido una acogida más que apreciable entre los padres desbordados por este asunto su libro El cerebro del niño explicado a los padres y su web www.elcerebrodelniño.com son recursos de cabecera incorpora al debate esa necesidad de gestionar la frustración de los niños, sobre todo los más pequeños, más allá de las nuevas tecnologías: «En edades muy tempranas dar una tablet o un móvil para que el niño se entretenga y no moleste puede ser muy socorrido en el corto plazo, pero puede tener un efecto nocivo», observa el neuropsicólogo, quien especifica que hasta los 6 años el menor tiene que aprender a entretenerse al margen de la recompensa digital pero sobre todo, tiene que aprender «a aburrirse». En la escena del restaurante o la consulta, sin ir más lejos, «que se distraiga mirando alrededor y descubriendo cosas». «Más que a gestionar la frustración, con eso se le enseña a ser capaz de esperar, a postergar la recompensa», añade Bilbao, quien constata que existe una relación directa y demostrada entre la capacidad de autocontrol del niño y el uso (o abuso) de las nuevas tecnologías.

En este sentido, tanto el fundador de Pantallas Amigas como el autor de El cerebro del niño explicado a los padres coinciden en la necesidad de no exponer al niño a las nuevas tecnologías en los primeros años de vida. El primero sitúa la línea roja entre los 4-5 años, mientras que el neuropsicólogo la eleva hasta los 6. Ahora bien, ¿qué hacer a partir de ese momento? ¿cómo plantear el entrenamiento para conseguir ese equilibrio del que hablan los expertos? Si en la primera infancia debería tenderse a la no exposición, en ese tránsito hacia la ciudadanía digital Flores incorpora un término que va mucho más allá del de la supervisión de la que tanto se habla: «Se trata de acompañar al niño en ese aprendizaje», avanza el especialista. Ese acompañar implica muchas cosas, sobre todo del lado de los padres: «Si para los niños no es conveniente el abuso, para los padres sí: ellos sí tienen que abusar para estar al día, informarse y formarse», reflexiona. Y hacerlo además en un terreno que cambia a velocidad de vértigo y que genera cierta ansiedad en los adultos. Basta ver el cambio vertiginoso en las modas de las redes sociales: «Hasta no hace mucho hablábamos de Tuenti. Hoy Tuenti no existe», constata el fundador de Pantallas Amigas, quien hace referencia en cambio a Musical.ly, una nueva red social con millones de usuarios sobre todo menores donde se intercambian vídeos de música o actuaciones.

Pero antes de llegar a eso, seguramente el niño ya tenga acceso a la tablet familiar, entre los 4 y los 6 años. «Y ahí es cuando hay que comenzar a enseñar al niño de forma paulatina para conseguir que vaya siendo autónomo», recomienda Flores, quien destaca entre esos primeros contactos juegos interactivos adecuados para su edad, dibujos animados «de su gusto» e incluso películas «en otros idiomas que pueden ayudar a que se familiaricen con palabras».

En este inicio paulatino en las TIC, Bilbao incorpora un consejo fundamental para los padres, más aún teniendo en cuenta que en este escenario funciona mucho el efecto imitación : «No dejes que otros padres decidan por ti y no te dejes guiar por lo que hacen los otros». Y mantenerse firme en la decisión, que también ha de pasar, por supuesto, por establecer normas claras de uso y vinculadas a que el niño cumpla con sus obligaciones escolares y domésticas.

De las tabletas a las videoconsolas, los videojuegos también tienen que estar sujetos a un imprescindible control por parte de los padres. En este sentido, Flores coincide con Bilbao en el hecho de que «si todos los amigos de tus hijos lo tienen pero tú no lo ves apropiado por el contenido o por los valores que traslada, es bueno que se mantenga esa postura». En ese caso y a esas edades, el especialista sugiere «compensarlo de otra manera, para que no tenga una situación de pérdida con sus amistades». O dicho de otro modo, asumir que todos lo hacen porque a determinadas edades la socialización digital tiene un peso innegable pero cada uno con sus normas.

En esas normas que podrían constituir una buena estrategia para saltar al móvil, el especialista sugiere que parte del acompañamiento se haga, por ejemplo, creando un perfil mixto en redes sociales (padre e hijo) «para ver con quién se relaciona. A esas edades pueden empezar a incorporarse a esas herramientas como algo lúdico, y no para relacionarse». Y hacerlo juntos para que el adulto siga aportando las directrices para ganar en autonomía: este paso previo, además, debe hacerse desde el móvil de los padres o la tableta familiar para que se pueda hacer una supervisión «que no espionaje», acota Flores de la dieta digital del menor, un término que al igual que en el plano convencional ha de incorporar «de todo y lo más saludable posible». Pero ojo: un niño no debería tener móvil propio antes de los 12 años. A partir de ahí, le toca a él gestionar lo aprendido, aunque siempre bajo esa fórmula de trabajo en equipo.

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