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Todos son Francisco Nicolás

FRANCISCO APAOLAZA

Jueves, 23 de octubre 2014, 12:46

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De un negocio, del fin de la crisis, de la casta, de pagar menos en la factura de la luz, del nuevo periodismo y de no sé qué de tu mundo interior: el planeta está lleno de tipos que dicen saber de todo. Solo me encontré a un entrevistado que se encogió de hombros. Juan Pablo Fusi ya solo creía en la extrema complejidad de las cosas, y me lo dijo yéndose por un pasillo como el que le pega una patada a una papelera.

España es olímpica en tiro de pegote. Siempre hay un Francisco Nicolás fingiendo que sabe, que tiene, que conoce a fulano y que mira a la cámara. Solo en Madrid, calculo tres docenas de ellos: cazan entre dos luces tirándose el rollo en los gimnasios 'cool', en el Bernabéu, en el bar del 9 de Las Ventas o en los reservados del Hot, enorme puticlub donde se dice que era parroquiano el chaval.

Muchos de los que leen su historia pretendieron alguna vez que eran otra persona de la que realmente eran. Incluso quisieron mostrar que eran ellos mismos lo que fue, con toda probabilidad, la mayor mentira de todas. Yo después de 14 años de periodismo ya no sé quién soy, ni me importa. Veo en 'Frankie' un pequeño 'urdangarín', un cachorro gestado en treinta años de pelotazo que hace lo que sus mayores. Muchos llevan dentro uno como él desde que mintieron en el nivel de inglés del currículo o le recitaron a una chica esos versos que escribió Celaya a Amparo Gastón: «Indecisa y cambiante, ¿eres amor o muerte?». Ahora le llaman a eso 'postureo', que es indulgencia ante la impostura: pretender que eres deportista, pescador de tiburones, emprendedor, optimista, 'fucker' y que tienes cinco ideas buenas al día, lo que resulta del todo punto imposible (lo de las ideas).

No estudió en Cunef, pero Wilde dijo que había que ser uno mismo, pues todos los demás papeles están ya ocupados. Quizás 'Frankie' solo quería ser él, ser alguien, con esa cara de ameba bien peinada que tanto atrae en el backstage del poder en España. Tonto y 'pesao' eran las dos cualidades que según mi padre necesitaba un hombre para ser ministro.

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