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Cea Bermúdez, el malagueño que fue dos veces ministro de Exteriores

Cea Bermúdez, el malagueño que fue dos veces ministro de Exteriores

El diplomático fue embajador en Rusia, Francia, Turquía e Inglaterra

Antonio M. Romero

Domingo, 26 de marzo 2017, 00:29

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La política exterior española tuvo a un malagueño al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, entonces llamado de Estado: Francisco de Cea Bermúdez y Buzo. Fue en la primera mitad del siglo XIX y en dos ocasiones, bajo el reinado de Fernando VII y la regencia de María Cristina de Borbón. Un puesto que fue el culmen de la carrera diplomática del político nacido en Málaga el 28 de octubre de 1779 en el seno de una familia de ocho hermanos y donde su padre era armador de barcos y comerciaba con otros países europeos.

Esta actividad comercial de su progenitor le permitió estudiar en el Colegio de los Jesuitas de Lieja (Bélgica) y a su conclusión entró a trabajar ayudando a su padre en la Casa de Comercio, una actividad que le permitió entablar relaciones con comerciantes y altos funcionarios de los países europeos. Además, participó en la apertura de la delegación de la Casa Cea en San Petersburgo, lo que le permitió trabar amistad con miembros de la embajada española, especialmente con el primer secretario, Joaquín de Anduaga, conde de Noroña, con cuya hija, María Antonia, se casó.

En 1810, en plena invasión francesa, Cea se fue a Cádiz a ofrecer sus servicios a la Regencia y fue enviado por las Cortes a Rusia, donde estableció un sistema de contactos y fue el negociador del tratado por el que el zar Alejandro I apoyó a España en su lucha contra Napoleón. En Cádiz esta noticia fue recibida con luminarias, aunque más se celebró el reconocimiento por parte de Rusia de la Constitución de 1812, un inesperado éxito que otorgó a Francisco Cea fama de consumado diplomático, según recoge el investigador Javier María Donézar Díez de Ulzurrun en el Diccionario Biográfico Español, editado por la Real Academia de la Historia en 2010.

Cea Bermúdez y Buzo permaneció en San Petersburgo todo el tiempo de la invasión francesa trabajando como diplomático junto al embajador Bardají, al cual sustituyó mediante nombramiento del 30 de junio de 1816, el mismo año en que recibió el título de caballero pensionado de la Orden de Carlos III por los servicios diplomáticos prestados. En ese periodo como embajador, negoció que España fuera invitada al congreso de Aquisgrán donde se constituyó la Santa Alianza.

En 1820, Fernando VII tuvo que jurar la Constitución de 1812 y Cea se dispuso, como diplomático, a servir desde San Petersburgo a los nuevos gobiernos liberales españoles. Debido a ello, fue perdiendo influencia en la Corte de Rusia ante un zar dispuesto a intervenir en España con la Santa Alianza para frenar la revolución, de modo que pidió el traslado. Por esos meses, finales de 1820, se reanudaron las hostilidades en América y Cea Bermúdez propuso a Bolívar crear una confederación americana independiente que presidiría Fernando VII, pero fue rechazada, relata Donézar Díez de Ulzurrun en la obra citada.

Vuelto a España, fue nombrado embajador en Constantinopla donde estaría durante el trienio liberal y negoció un tratado que permitió a los españoles reanudar el comercio en el Mar Negro. Con la vuelta del periodo absolutista, a principios de 1824 fue nombrado embajador en Londres, pero la caída del conde de Ofalia como ministro de Estado hizo que fuera propuesto por el rey, tras consejo de su confidente Antonio Ugarte, para ocupar esta cartera. Llegó de Londres a primeros de septiembre para ocupar un cargo que fue muy aceptado por las Cortes de Europa, porque se sabía que si bien era partidario del absolutismo, también estaba a favor de una política templada y conciliatoria, aunque no liberal, que sería llamada 'ilustrada'. Desgraciadamente, la tendencia moderada de Cea se vio constantemente alterada: fueron cesados algunos ministros por tibios, y Calomarde, ministro de Gracia y Justicia, defendió una línea absolutista 'dura' incluyendo el establecimiento de la pena de muerte para aquellos que apoyaran movimientos sediciosos, afirma Donézar Díez de Ulzurrun.

En su labor como ministro de Estado en esta primera etapa, Cea fue introduciendo jefes militares moderados en las capitanías generales y la supresión de las comisiones militares; en este periodo le fue otorgada por Francia la Gran Cruz de la Legión de Honor. Víctima de las intrigas palaciegas entre la línea dura y más moderada del absolutismo, fue destituido del cargo el 24 de octubre de 1824. Su 'destierro' fue la embajada en Dresde (capital de Sajonia, hoy Alemania) donde estuvo hasta 1828 en que fue destinado a Londres, donde recibió la Gran Cruz de Isabel la Católica.

Tras los sucesos de La Granja de 1832, Cea Bermúdez y Buzo fue nombrado de nuevo ministro de Estado, desde donde se dedicó a asegurar el acceso de la futura Isabel II y a mantener el equilibrio entre los partidarios absolutistas y los nuevos liberales. En general se dedicó a 'liberalizar' el régimen cuyo primer rasgo fue el Decreto de Amnistía de 15 de octubre. Luego, inspiró el largo Manifiesto de la Regente de 15 de noviembre de 1832 y la Ceremonia de 30 de diciembre, presentando públicamente las actas de las Cortes de 1789. A partir de enero de 1833 inició el desarme de los cuerpos de voluntarios realistas; en febrero mandó renovar los ayuntamientos, restableciendo un sistema electivo que favorecía a los propietarios. Organizó la convocatoria de las Cortes de 20 de junio de 1833, a modo del Antiguo Régimen, en la iglesia de los Jerónimos de Madrid para reconocer y prestar juramento a Isabel como Princesa de Asturias, narra Donézar Díez de Ulzurrun.

A la muerte de Fernando VII, la reina regente María Cristina le confirmó en el cargo y cuando aún duraba el duelo por la muerte del rey, el malagueño reunió a los embajadores de Francia e Inglaterra, a las autoridades y a los cuerpos militares para que mostraran su adhesión a la reina. Muchos de ellos firmaron sin saber qué juraban y comenta Pirala que este acto, sin demasiada trascendencia en sí y llevado a cabo con aire informal, puso el primer cimiento para la instalación del Nuevo Régimen, explica el investigador citado.

Su política continuista no satisfizo ni a carlistas ni a liberales y aunque durante los primeros meses de la guerra dinástica (la guerra carlista) consiguió que Isabel fuera reconocida por Suiza, Dinamarca y Bélgica y aceleró la aceptación de Estados Unidos. Sin embargo, se vaticinaba un cambio de gabinete debido a las presiones de miembros de la familia real, del marqués de Miraflores, de varios capitanes generales y del Consejo de Regencia, lo que provocó que Cea Bermúdez y Buzo fuera destituido el 14 de enero de 1834.

La falta de apoyo y de benevolencia del nuevo Ejecutivo manifestada en hechos como que sus hermanos Salvador y Joaquín fueron removidos de las embajadas que ocupaban, el malagueño se marchó a Karslruhe (Alemania) en 1838 y un año después se instaló en París, donde el rey Luis Felipe y su Corte lo consideraron el hombre de confianza de la reina María Cristina ya que formó parte del grupo de emigrados españoles que conspiró en la capital francesa contra el general Espartero, entonces al frente del Consejo de Regencia español. Cea Bermúdez y Buzo ya no abandonaría tierras galas, ni siquiera cuando fue nombrado senador vitalicio en 1845 -tres años antes había fallecido su esposa-. Murió sólo en Francia el 6 de junio de 1850 y sus restos reposan junto a los de su mujer en un mausoleo en el cementerio parisino del Père Lachaise; a 1.800 kilómetros de su Málaga natal.

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