Héroes del sexo
Una nueva biografía explora el deseo «voraz y desinhibido» de David Bowie en los 70, cuando él y su mujer tenían una cama para orgías en el salón
carlos benito
Jueves, 25 de septiembre 2014, 01:32
La biografía de David Bowie que se publica hoy mismo en inglés, con el título minimalista de Bowie, The Biography, contiene información sobre diversas facetas ... del cantante británico. La autora, Wendy Leigh, ha rebuscado en la infancia las semillas que acabaron dando forma al artista adulto, tan aficionado a las metamorfosis y las reinvenciones: aquella vez que se embadurnó con el maquillaje de su madre a los 3 años, el momento en que la mismísima reina Isabel se fijó en él durante una exposición agrícola y, según el vocalista, los dos aparecieron juntos en la portada de un periódico regional de Yorkshire, que nadie ha logrado hallar jamás en las hemerotecas o su amor de la escuela, «la primera chica de clase a la que le crecieron las tetas». El libro también desmenuza la personalidad distante de su madre y la actitud entusiasta de su padre, que tanto le marcó al regalarle un disco de Little Richard. Y, por supuesto, la biógrafa trae a colación aquel puñetazo en el ojo que le propinó a Bowie su amigo George, cuando los dos pretendían a la misma muchacha: con 14 años, la pupila izquierda de David quedó permanentemente dilatada, lo que afectó a su percepción de las distancias pero le dio evidente ventaja como turbador icono del rock.
Y, sin embargo, todas estas evocaciones igual que el análisis de su ascenso al estrellato, o su presente como ilustre ermitaño han quedado arrinconadas de antemano, antes incluso del lanzamiento del libro, en favor de los contenidos que la propia editorial debe de considerar más jugosos. Hay una presencia en la biografía que ha aplastado todo lo demás: se trata de The Pit, algo así como el hoyo, la aparatosa cama cubierta de pieles que David Bowie y su entonces esposa, Angie, tenían instalada en el salón de su casa londinense de Oakley Street. La ubicación del lecho respondía a su centralidad en las costumbres de la pareja: el libro explora el «apetito sexual voraz y desinhibido» de Bowie y presta especial atención a las orgías que tanto gustaban al matrimonio. «Todo el mundo follaba con todo el mundo en The Pit», resume alguien que frecuentó aquel salón tan animado.
La bisexualidad de David Bowie difícilmente sorprenderá a nadie que haya seguido su carrera, por mucho que su imagen camaleónica se haya reflejado en declaraciones contradictorias: «Soy gay y siempre lo he sido», admitió una vez, para sostener años después que la homosexualidad solo había sido un rasgo de su personaje de aquel tiempo, el decadente y ambiguo Ziggy Stardust. La nueva biografía da contenido a esa intimidad tumultuosa que todos intuíamos. Angie y Bowie se conocieron cuando ambos se relacionaban con el mismo hombre, y después ella se dedicaba a llevar personas a casa para hacer tríos y otras combinaciones creativas. Continuaron compartiendo groupies aunque, a partir de 1972, Angie estaba liada con el guardaespaldas jamaicano de su marido.
Por supuesto, aquel frenesí carnal estuvo jalonado de nombres famosos, en los que Wendy Leigh se detiene particularmente. Entre las conquistas de Bowie figuran Susan Sarandon, Tina Turner o Nina Simone. Con Elizabeth Taylor, quince años mayor, mantenía lo que Leigh llama «una amistad amorosa». A la cantante Ronnie Spector la recibió en su hotel desnudo, con la mesa de la suite cubierta de cocaína. El guitarrista Slash, de crío, se encontró una vez a su madre en la cama con Bowie. Y, como capítulo aparte, están los Rolling Stones y su entorno: en la nómina amatoria de nuestro protagonista figuran Bianca Jagger y Marianne Faithfull, aunque el nombre más subrayado de esa lista siempre ha sido el de Mick Jagger, un habitual de The Pit que aprovechaba las visitas a la casa para «implicarse en líos sexuales». La primera interesada en airear esa relación fue la propia Angie, que, ya divorciada de Bowie, contó en televisión cómo entró un día a su dormitorio y se topó con los dos hombres desnudos en la cama. Flemática, les preguntó si les apetecía un café.
Los comportamientos supuestamente escandalosos de las estrellas de la música y del cine se han convertido en un negocio muy rentable para unos cuantos biógrafos, husmeadores de sábanas que centran su trabajo en quién se acostó con quién. ¿Tanto apasiona ese asunto a los fans, que son los destinatarios lógicos de estos libros? «A menudo los fans quieren saber cómo es la persona real que hay detrás de la celebridad, y los detalles acerca de la sexualidad y las relaciones abren una ventana sobre eso. Cuando la persona ha interpretado de manera teatral cuestiones de género y sexualidad, como hizo Bowie, los lectores probablemente se preguntan cómo se relaciona eso con su identidad fuera del escenario. Ahora bien, los fans están interesados en apoyar a sus héroes, no en destrozarlos», explica a este periódico Mark Duffett, profesor de la Universidad de Chester y autor del libro Understanding Fandom. «El escándalo añade tiende a vender bien entre quienes no son seguidores, porque los que normalmente no se interesarían por un famoso sienten así algún tipo de vínculo con él: si descbrimos que una estrella es rara o ha cometido errores mayores que los nuestros, eso nos lleva a sentirnos mejor con nuestra propia normalidad».
Esperma congelado
Un hito en este tipo de biografías fue el Elvis de Albert Goldman, que a principios de los 80 presentó a Presley como un tipo desequilibrado, homosexual y extremadamente promiscuo, y entre los practicantes más asiduos del género destacan nombres como los de Andrew Morton o Kitty Kelley. El primero ha despedazado a figuras como Diana de Gales o Tom Cruise: en el volumen dedicado al actor, recogía testimonios sobre el supuesto uso de esperma congelado de L. Ron Hubbard, fundador de la Cienciología, para concebir a Suri, la hija de Cruise y Katie Homes. Entre las víctimas casi incontables de Kitty Kelley se cuentan Rock Hudson, Elizabeth Taylor o Frank Sinatra. Y, en el mundo del rock, pocas figuras de primera fila han escapado a este tratamiento indiscreto: un ejemplo editado recientemente en español es Freddie Mercury, la biografía definitiva, tan explícito en materia sexual que algunos fans prefirieron saltarse algunos pasajes.
Uno se podría plantear hasta qué punto este enfoque de la vida de las estrellas, repleto de anécdotas chocantes, está llenando de datos dudosos la historia oficial del rock, pero el experto británico no parece preocupado por ese efecto: «Ni siquiera estoy seguro de que haya una historia oficial más allá de las imaginaciones de los escritores de la Rolling Stone, porque la cultura del rock suele basarse en mitificarse a sí mismo. Dicho de otra manera, su historia se escribe y reescribe con propósitos comerciales, como algo para entretener», argumenta Duffett. El propio David Bowie, a mediados de los 90, se hartó de escuchar lo que decían sobre él y se apuntó a esa concepción relativista, con un par de frases que hoy vienen muy a cuento: «Hace quince o dieciséis años dijo el cantante de Heroes, me cansé de esquivar las preguntas sobre lo que hacía con mi pene en los primeros 70. Mi consejo a la gente con intereses lascivos es que repasen las treinta o cuarenta biografías sobre mí y escojan el rumor que prefieran».
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