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La crisis dispara las renuncias a herencias

La crisis dispara las renuncias a herencias

Se han triplicado en la última década, por las cargas del legado o por no poder pagar los impuestos

guillermo elejabeitia

Lunes, 23 de enero 2017, 02:08

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Ante el riesgo de que lo que parecía una bicoca se convierta en un quebradero de cabeza que dé al traste con las finanzas familiares, cada vez son más las personas que renuncian a una herencia. En la última década se ha triplicado la cifra de quienes dicen no a un legado que puede estar envenenado. El año pasado 37.647 herencias se quedaron en manos del Estado por esta razón, lo que supone casi una de cada diez. Hace una década, en 2007, la cifra se limitaba a poco más de 11.000 y apenas representaba un 3,4% del total. Son datos del Consejo General del Notariado, que revelan que en el primer semestre de 2016 ya se han registrado más de 18.000 renuncias.

Fórmulas para desheredar

  • Se ha perdido el contacto, no se preocupan de su salud, hace mucho que no ven a sus nietos o hay otros hijos que lo necesitan mas que ellos. Las razones para privar a un hijo de la herencia pueden ser muy variadas, pero desheredar puede ser una misión imposible. Hacen falta causas excepcionales para justificar semejante sanción, como el maltrato, la negación de alimentos o las injurias, difíciles de demostrar ante un tribunal. Pero en la práctica existen fórmulas para favorecer a unos hijos más que a otros. En este asunto también importa y mucho la vecindad del testador, generalmente por la normativa que rige la legítima, que oscila entre el 50 de Aragón y el 25% de Galicia respecto al total de la herencia. En Euskadi, por ejemplo, cabe la fórmula del apartamiento por la que esa legítima puede ir íntegramente solo a uno de los hijos, dejando al resto desheredado de facto.

Las razones que pueden llevar a alguien a rechazar lo que le deja un ser querido son múltiples, pero casi siempre de orden económico. De hecho, la tendencia al alza en las renuncias discurre en paralelo a la crisis económica y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. «En estos años el valor de los inmuebles ha descendido, por lo que no compensa aceptar una vivienda que tiene una carga hipotecaria superior a su valor actual en el mercado», explica el notario Diego Granados, decano del colegio vasco y miembro de la comisión permanente del Consejo General.

Por esta razón hoy heredar un piso puede no ser la ganga que podía ser en el pasado, cuando las perspectivas de revalorización parecían no tener fin. Si además la herencia solo consta de ladrillo y falta liquidez, las complicaciones pueden ser mayores. Hacienda exigirá el pago en dinero de un impuesto proporcional al valor total de la herencia, pero en según qué comunidades en las que el impuesto no está bonificado, es probable que el heredero carezca de la suma que se le exige. La solución más rápida parece ser poner a la venta lo recibido, pero la experiencia dice que en los últimos años hay inmuebles que no se venden, por mucho que se tiren los precios.

Cabe la posibilidad de fraccionar el pago y posponerlo a la espera de una coyuntura mejor, pero muchos prefieren no complicarse la vida y quitarse de en medio, aún a costa de decir adiós a la vivienda familiar o a la casa del pueblo. Así se explica un fenómeno que, aunque está en alza en todo el país, se reparte de forma desigual por las diferentes comunidades autónomas en función de su normativa respecto a las herencias.

Los porcentajes más altos de renuncias se dan en Asturias, la segunda comunidad donde heredar es más gravoso. Allí un 15,4% de quienes recibieron una herencia en 2015 acabaron renunciando a ella. La proporción era del 4,8% en 2007. Algo parecido pasa en Andalucía, donde la relación de renuncias supone un 12,8% del total. En Madrid, sin embargo, una comunidad relativamente barata para heredar, se sitúan más cerca de la media nacional, en torno al 9%. En Euskadi, por su parte, los herederos ya no tendrán que renunciar: se hará automáticamente cuando el legado tenga más deudas que beneficios.

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