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Manel Navarro se hace un ‘selfie’ con eurofans en Kiev.
Locos por Eurovisión

Locos por Eurovisión

500 españoles viajan anualmente a la ciudad del Festival. Son los eurofans y para ellos es "como una droga"

MIGUEL ÁNGEL ALFONSO

Sábado, 13 de mayo 2017, 10:13

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Elegir destino vacacional es fácil si uno es fanático del Festival de Eurovisión. No hay discusiones sobre si pasar una semana de agosto en el pueblo de la suegra, un safari por África o al borde del mar. Porque un eurofan tiene la suerte de que los que eligen por él su próximo viaje al extranjero son los representantes de cuarenta países, los mismos que votarán por el ganador en su final de esta noche (TVE, a partir de las 21.00 horas), que en esta ocasión se celebra en Kiev (Ucrania). Lo que parece seguro es que el viaje del próximo año no será a España (que va última en las apuestas), pero un "twelve points" (doce puntos) puede marcar la diferencia entre comerse un croissant en Viena o, por el contrario, empezar a buscar alojamiento en la hermética Ereván, capital de Armenia.

Todo depende de la nacionalidad del vencedor, cuyo premio es organizar el evento en su tierra al año siguiente. Una vez que se conozca su nombre, los seguidores más acérrimos del concurso marcarán la fecha en rojo en su agenda de 2018. "Cuando termine la final de esta noche ya estaremos pendientes del próximo Festival de Eurovisión. Sabremos la fecha y el país organizador del año que viene, entonces los más fieles empezaremos a pedir días libres en nuestras empresas para poder viajar", explica desde Kiev a este periódico José Juan Santana, un compositor de Las Palmas de Gran Canaria que además es el presidente de la rama española de la Organización General de Amantes de Eurovisión (OGAE), un club internacional fundado en 1984 en Finlandia.

Él debutó como espectador en directo en 1992, cuando la ciudad sueca de Malmö acogió el Festival. En aquella ocasión el cantante navarro Serafín Zubiri representó a España por primera vez (volvería a hacerlo en el año 2000, en Estocolmo). Desde entonces Santana no se pierde ninguno. "Todavía era menor de edad Ha llovido mucho (risas). Fíjate lo que ha cambiado el Festival que antes tenías que ir vestido con esmoquin, de forma elegante y permanecer sentado en tu sitio, como si fuera la ópera. Ahora todo es mucho más en plan concierto... más disfrute, se salta, se baila Es algo más informal y desenfadado".

Más seguridad

Cada año, entre 500 y 600 españoles hacen esta peregrinación musical por toda Europa. Pasan de media cinco días en su destino y gastan entre 1.000 y 1.200 euros, algo más si el lugar de destino es una ciudad cara. En esta edición, sin embargo, se ven menos españoles por las calles de Kiev. Solo se han desplazado unos 300, debido a la complicada situación política que atraviesa Ucrania, en conflicto con facciones independentistas del Este del país y bajo una fuerte tensión diplomática con Moscú por la anexión de Crimea. Esta guerra ha trasladado ahora su campo de batalla a las mismas tablas de Eurovision. Como cosacos jugando al ajedrez, Ucrania prohibió la entrada al país de Yulia Samoylova, representante elegida por el Kremlin, con el argumento de que había participado años antes en un concierto a favor de la unificación de Crimea. El resultado es que los rusos no tendrán representante en la final de hoy, algo inédito desde 1999.

"Hay menos ambiente que en años anteriores. Trasladar el Festival a un país como Ucrania, en las circunstancias en las que se encuentra, ha sido complicado desde el minuto uno. Hasta hace apenas mes y medio no se garantizó que Eurovision se celebraría finalmente en Kiev. El proceso de comprar las entradas (unos 110 euros para ver la final de hoy sentado) y conseguir alojamiento ha sido mucho más difícil. Ya te puedes imaginar las medidas de seguridad que hay", explica José Juan.

La misma impresión tiene otro experto peregrino eurovisivo, Álex García, un médico de familia valenciano con seis festivales a sus espaldas. Álex, de 31 años, trabaja en las Urgencias de un centro de salud de Villamarchante (Valencia) y aterrizó en Kiev el pasado 3 de mayo. "Estás ahorrando todo el año para venir. El ambiente es increíble y hay un rollo buenísimo con toda la gente. Es verdad que en Kiev no es el mismo ambiente que había el año pasado en Estocolmo o el anterior en Viena; hay muchos policías, mucha seguridad y controles, y eso se nota en la calle", asegura.

Pero el show, aunque con una ración extra de policías, debe continuar. La agenda de los eurofans en Kiev consiste en hacer turismo por la mañana, ver las actuaciones que los representantes de los distintos países ofrecen en escenarios callejeros y parar al mediodía en algún restaurante ("por seis euros comes como en España por 20"). Por la tarde hay eventos y europarties, fiestas que ofrecen las delegaciones desplazadas, y ya de noche toca acudir a ver las semifinales o la final al Centro Internacional de Exposiciones para acabar en el mítico Euro Club, la discoteca que monta la organización y donde la juerga se alarga hasta la madrugada.

El eurofan Maroto

Allí se dejó ver el año pasado, tras la final de Estocolmo, el dirigente del Partido Popular Javier Maroto, un reconocido eurofan que en su boda, en 2015, distinguió cada mesa con el nombre de un ídolo de Eurovisión. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, por ejemplo, se sentó en la mesa Céline Dion. Sin embargo este año Maroto, de 45 años, no bailará en el Euro Club, ya que tiene un acto de su partido en Canarias. Aunque declinó participar en este reportaje, su equipo de colaboradores ha confirmado que verá Eurovisión por la tele con otros eurofans.

Quien ya está en Kiev es su compañero de partido el eurodiputado vizcaíno Carlos Iturgaiz, de 51 años, otro de los incondicionales, que ha vivido en directo seis de las últimas siete ediciones del Festival, y que este año se inclina por Italia como posible vencedora. Iturgaiz presume de que empezó a seguir el Festival en 1972 con Jaime Morey en una tele en blanco y negro, "no como Maroto, que lo hizo en color", bromea. Y cuenta que siempre reserva con un año de antelación los hoteles en el centro de las ciudades organizadoras. En eso se parece al compositor canario y al médico de Valencia. "Yo preparo el viaje con tres o cuatros meses de antelación. Dependiendo del país, decidimos si piso u hotel. El piso es más sencillo y económico, pero si toca un país tipo Georgia o Rusia te compensa más la seguridad de un hotel", reconoce Álex, que en Kiev ha alquilado un apartamento junto con otros tres amigos por 26 euros al día por cabeza.

División por Manel

En lo que hay disparidad de opiniones es en el respaldo a Manel Navarro. El proceso de selección que llevó a cabo TVE, y en el que prevaleció el criterio del jurado frente al del televoto, no ha convencido a muchos eurofans, hasta el punto de que hay quien prefiere cambiarse de bando y apoyar a otros países como Italia o Portugal, dos favoritos en las apuestas.

"Manel es un chico simpático y agradable, pero desde mi punto de vista para subirte a un escenario tienes que transmitir, y este chico no transmite. Aparte, la canción tampoco gusta mucho, ha pasado desapercibida. España no da que hablar en Kiev. Es duro decirlo pero hay que ser realista, ojalá nos llevemos una sorpresa y quedemos bien", reconoce José Juan.

Álex es más benévolo: "Su canción no era la que más me gustaba, pero está intentando hacer todo lo posible, es un currante, un amor de persona. Creo que hay mucha gente que se está pasando con él".

Si Manel es un punto de fricción entre los españoles desplazados en Kiev, el punto de unión es su visión del Festival. "Somos eurofans todo el año. Esto engancha, es como una droga, si lo vives una vez, quieres repetir. Es como los Oscar de la música en Europa, conoces a muchos cantantes, delegaciones, haces amigos de diferentes países...", describe el presidente de OGAE. "A todo el mundo le recomendaría vivir y disfrutar esto al menos una vez en la vida, aunque te dé igual el concurso. ¡Es que esto es un espectáculo!", apostilla Álex, que apuesta por Italia o Israel en lo más alto de la clasificación. A partir de mañana, ya estará buscando su próximo vuelo... quizás a Roma, puede que a Tel Aviv. En cuestión de horas saldremos de dudas.

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