Borrar
Valérie Trierweiler.
La venganza caliente de Valérie

La venganza caliente de Valérie

Ajusta cuentas con François Hollande ocho meses después de verse repudiada

Fernando iturribarría

Martes, 14 de octubre 2014, 13:14

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El plato de la venganza todavía no se ha enfriado del todo. Valérie Trierweiler lo sirve aún tibio en un libro escrito en secreto apenas unos meses después de haberse convertido a su pesar en la mujer engañada más famosa del planeta. Merci por ce moment (Gracias por este momento) estalla hoy por sorpresa en las librerías francesas como una bomba de relojería activada por la ex primera dama gala en uno de los momentos políticos más delicados del mandato de François Hollande. Es la revancha cruel de la compañera repudiada con la frialdad glacial de un lacónico comunicado por el presidente francés, tras revelarse en enero sus amoríos extraconyugales con la actriz Julie Gayet. Una pica en los países bajos de Hollande.

Aunque no hay secretos de Estado en las 320 páginas de confidencias de alcoba y relato sentimental en rosa desteñido por el desamor, la despechada autora no duda en asestar una estocada demoledora al mandatario que se jactaba de no querer a los ricos y ser enemigo de las finanzas. «En realidad, el presidente no ama a los pobres. Él, el hombre de izquierdas, dice en privado los sin dientes, muy orgulloso de su ocurrencia», escribe en la frase más letal desde el punto de vista político para el contestado e impopular líder socialdemócrata.

Los extractos adelantados ayer por la revista Paris Match y el diario Le Monde de un texto protegido por el misterio editorial dan la medida de los estragos capaces de causar el testimonio de una mujer celosa, revanchista y humillada. La escena de la confesión por Hollande de su idilio con Gayet es tal vez el episodio más devastador para la imagen del primer presidente célibe en el Elíseo. La periodista, redactora de Paris Match, destapa que Hollande incluso había llegado proponerle en setiembre de 2012 contraer matrimonio en la Navidad de aquel año. «Se retractó un mes antes con palabras de una crueldad inaudita. Julie Gayet estaba ya en su vida pero yo no lo sabía».

En marzo de 2013, Trierweiler cuenta que le había negado la traición cuando le suplicó que jurara sobre la cabeza de su hijo que el rumor del romance era falso. Incluso apunta que le dijo que se volvía «penosa con esta pamplina; es la expresión que emplea, esta pamplina».

El 9 de enero de 2014, víspera de la publicación por el semanario Closer de las fotos del amor con cruasanes en el picadero de la calle del Circo, la pareja afronta sentada en el lecho conyugal el desenlace brutal de nueve años de convivencia. «Entonces, es verdad», se percata la víctima del adulterio horas antes de la aparición del reportaje del motorista con casco y ligero de cascos. El compañero infiel le confesó que su relación con la actriz duraba un mes. Pero la verdad no tardó en aflorar. «Pasamos a tres meses, luego a seis, después a nueve y por fin a un año».

La publicación de la exclusiva provocará una crisis de nervios al borde del suicidio y el ingreso hospitalario en un servicio psiquiátrico. «La información sobre Julie Gayet es el primer titular de los matinales (...) Me derrumbo, no puedo oír eso, me precipito al cuarto de baño. Tomo la bolsita de plástico que contiene los somníferos (...) François me ha seguido. Intenta quitarme la bolsa. Corro al dormitorio. Coge la bolsa, que se desgarra. Las píldoras se desparraman encima de la cama y por el suelo. Consigo recuperar unas cuantas. Trago las que puedo. Quiero dormir. No quiero vivir las horas que van a seguir. Siento la tormenta que me va a caer encima y no tengo la fuerza necesaria para resistir. Quiero huir. Pierdo el conocimiento», relata cabizbaja por el peso de los cuernos.

Celos enfermizos

Consumada la ruptura, Trierwiller intentó recomponer los platos rotos. Pero Hollande le objetó: «No lo lograremos, tu jamás me podrás perdonar». Sin embargo, durante estos meses de separación, su ex no ha dejado de bombardearla con invitaciones a cenar, envío de flores y mensajes telefónicos encendidos. «Me dice que me necesita. Cada noche me pide cenar con él. Que quiere recuperarme, sin importarle el precio a pagar». «Sus mensajes me hablan de amor. Me escribe que soy toda su vida, que no puede hacer nada sin mí».

El acoso se intensificó con el paso del tiempo hasta sumar 29 SMS en una sola jornada. Incluso le mandó textos el día de la conmemoración del Desembarco de Normandía, entre una entrevista con Barack Obama y una reunión con Vladimir Putin. «¿Cree lo que escribe? ¿O soy el último capricho de un hombre que no soporta perder? Me dice que me volverá a ganar como si yo fuera une elección». El 12 de agosto le propuso celebrar con él su 60 cumpleaños cuando los rumores le atribuían oficializar ese día su relación con Gayet. «Tú eres la que me tienes que decir que sí», escribió.

Trierweiler reconoce sus celos enfermizos hacia Ségolène Royal, la madre de los cuatro hijos de Hollande. No tiene reparos en admitir su propia histeria al observarlos juntos en el congreso socialista de Rennes aclamados por los militantes. «Siento en el sentido literal del término ese exceso emocional incontrolable: me es físicamente imposible verlos cogidos por la mano en el escenario... Y soy impotente ante ese deseo colectivo de verlos codo con codo». «Toco fondo, anonadada. François y yo no formaremos nunca una pareja reconocida», reflexionó entre sollozos refugiada en los camerinos. «De hecho, en el inconsciente de los franceses y sin duda también en el mío, la pareja es ella y él».

Por eso comprende a la mujer de Obama cuando su marido se hizo un selfie con la primera ministra danesa en los funerales de Mandela. «Observo la mala cara de Michelle, al lado, y me gusta todavía más. Me alegro de no ser la única celosa. Sí, soy celosa como le he sido con cada hombre que he amado. No sé no serlo cuando estoy enamorada».

La antigua periodista política no pierde la oportunidad de cargar las tintas en el retrato psicológico de un mandatario bajo constante «perfusión mediática» y que se «aferra a su popularidad como a una droga dura». «Lo veo descomponerse con cada nuevo sondeo. Necesita un culpable que explique su desplome. No puede ser él, por tanto son los demás y yo. Me convierto en el pararrayos de todo lo que le pasa. En cada metedura de pata de un ministro, en cada cierre de fábrica, noto una réplica». También descubre que el presidente envía SMS a unos 70 periodistas, profesionales a quienes «desde sus primeros pasos en la carrera los mima, incluso a quienes lo arrastran por el fango». «Cualquier colega que investiga sobre un ministro o un escándalo menor tiene derecho a su cita con el presidente. Este frenesí absorbe a François y le pierde».

La efímera primera dama, que ocupó despacho en el Elíseo entre mayo de 2012 y enero de 2014, admite que «debería haber entendido que este nuevo mundo no era para mí». El cada día más frío y deshumanizado Hollande se lo hizo ver glacial antes de una cena de Estado.

«¿Te lleva mucho tiempo ponerte tan guapa?».

«Sí, un poco».

«De todas maneras, no se te pide nada más».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios