Alberto D. Centeno: «Rodar cine de época ha sido intenso»

Contesta desde Ibiza. Delante tiene a unos chicos divirtiéndose en el agua y volando sobre el mar haciendo Flyboard. Suena a vacaciones, pero para él es trabajo. Alberto D. Centeno (AEC) anda por la isla cámara en mano tras los miembros de The Zombi Kids: los pinchadiscos Edgar Candel Kerri y DJ Durum. El malagueño rueda el videoclip de este dúo que, acorde con las fechas, tiene un look veraniego y deportivo. «Es muy visual y con técnica de cámara lenta», explica el director de fotografía, que en los últimos meses ha recorrido medio mundo con el rodaje de los nuevos videoclips de su paisano Pablo Alborán (con localizaciones en los Baños del Carmen), del popular Macaco (rodado en Barcelona) o lo último de Diego Torres en compañía de Rubén Blades (filmado en Panamá y Argentina).

Su caso es de los de movilidad geográfica, aunque Alberto D. Centeno (Málaga, 1979) es de los que se resiste a abandonar su tierra. Tiene la teoría y la práctica de que con el AVE y un aeropuerto internacional como el de Málaga, puede trabajar en cualquier sitio. Pese a ello, también le tienta vivir en Barcelona, donde posee buenos contactos y filma a menudo. Tiene claro que su trabajo es entenderse con el director, como es el caso del hispanoargentino Gustavo Carballo con el que ha rodado para Sony el tema de Diego Torres y Rubén Blades que es «un homenaje al domingo». «Hemos buscado una imagen luminosa para retratar las reuniones familiares en el ámbito latino», señala este malagueño que espera fecha para el estreno de su última película, La isla del viento, un retrato del destierro de Unamuno en Fuerteventura.

Este último rodaje, dirigido por al también malagueño Manuel Menchón, se llevó a cabo en la isla canaria el pasado otoño. Una filmación «intensa» a la que se unió la «complicación» de rodar cine de época ya que, al ambientarse en la década de los diez del siglo pasado, había que «buscar tiros de cámara en los que no hubiera torres de luz, cableado o construcciones modernas», señala el director de fotografía que, por el contrario, se muestra encantado con el resultado de esas imágenes en pantalla. Unos fotogramas que le obligaron a subirse a una gran grúa de siete metros de altura. «No, no soy de los que tienen vértigo», aclara.