¿Y si no hay nada especial en un Stradivarius?
Estudios científicos demuestran que los solistas y el público no distinguen el sonido de uno de esos violines del de uno moderno
luis alfonso gámez
Miércoles, 10 de mayo 2017, 01:19
¿Y si la magia de los violines Stradivarius y Guarneri del Gesù no existiera? ¿Y si la fama de esos cotizadísimos instrumentos no se ... basara en criterios objetivos? Es lo que sostiene Claudia Fritz, experta en acústica de violines de la Universidad de París que en los últimos años ha dirigido tres estudios científicos que desmontan un mito. Según su último trabajo, que aparece en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), al público experimentado le gusta más el sonido de un violín moderno de alta calidad que el de un instrumento de Antonio Stradivari (1644-1737).
Los Stradivarius y Guarneri del Gesù son los violines más caros del mundo porque, a juicio de los mejores intérpretes, su calidad de sonido resulta inigualable. «Si haces las preguntas correctas, el violín será un compañero de por vida... Estos Stradivarius tienen la increíble capacidad de mantener la sustancia de su sonido, incluso cuando interpretas el más tranquilo pianissimo», sostenía hace unas semanas la violinista alemana Anne-Sophie Mutter, que tiene dos. Como en todo, el precio de estos escasos violines se calcula que han sobrevivido unos 650 instrumentos obra de Stradivari depende de su estado: los buenos superan el millón y por uno se pagaron más de 20.
Durante siglos, los científicos han buscado la explicación a la supuesta excelencia inigualable de los violines de los artesanos cremoneses Stradivari, Giuseppe Guarneri (1698-1744) y Nicolaus Amati (15961684). Han especulado con la fórmula del barniz, los tratamientos químicos de la madera e incluso con que esta procedía de árboles que crecieron entre 1645 y 1715, durante el periodo más frío de la Pequeña Edad del Hielo europea. Se partía de un hecho: la superioridad tonal de esos instrumentos. Pero esto último nunca había sido científicamente demostrado.
En 2010, Claudia Fritz y sus colaboradores pidieron a veintiún violinistas de varios niveles que compararan instrumentos Stradivarius, Guarneri del Gesù y modernos de alta calidad. La prueba se llevó a cabo en condiciones de doble ciego: ni el interprete ni los experimentadores sabían de qué tipo era el instrumento que se probaba en cada momento. Así se evitaban sesgos. El violín preferido por la mayoría fue uno nuevo, el peor fue un Stradivarius y la mayoría fue incapaz de diferenciar si tocaba un instrumento antiguo o nuevo. «Estos resultados son un desafío a la sabiduría convencional», escribieron los autores en PNAS en 2012. Dos años después, hicieron la prueba con diez «renombrados» solistas que tocaron seis instrumentos antiguos y otros tantos nuevos: seis eligieron como el mejor uno nuevo, cuatro un Stradivarius, un instrumento nuevo fue el preferido entre los doce, y los músicos fueron incapaces de acertar cuándo tocaban un violín moderno o antiguo más que por azar.
Lo último que ha hecho Fritz es poner a prueba al público. En Nueva York y París, con y sin orquesta y bajo condiciones de doble ciego, se han comparado las preferencias de sendas audiencias respecto a tres violines Stradivarius y tres nuevos. Participaron en los experimentos violinistas de primera línea y 137 oyentes. En París, el público fueron fabricantes de violines, intérpretes, críticos musicales, compositores y expertos en acústica; en Nueva York, los asistentes a una feria de venta de violines. «Los resultados fueron inequívocos». Los nuevos proyectan mejor el sonido en la sala y son preferidos por los oyentes, que son incapaces de distinguir el sonido de un instrumento viejo del de uno nuevo. Parece que el secreto de la superioridad del Stradivarius está en la cabeza del que oye y sabe que se trata de un violín de 300 años.
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