Vivir a través de viñetas
Autores de cómic eligen los mejores títulos del mundo de la historieta, un arte que ha sabido mutar y que ha ganado músculo y prestigio con el tiempo
PPLL
Domingo, 26 de junio 2016, 00:29
Le pedimos a algunos de los autores del mundo del cómic más importantes de nuestro país que nos digan cuál es la novela gráfica o ... el cómic que más le ha influido en su vida. Una pregunta que en sí misma no tiene respuesta porque no suele haber una única obra, sino que forma parte de algo más amplio, pero en sus respuestas afloran o se intuyen algunas de las claves del trabajo de los creadores que han participado. Desde Premios Nacionales como Paco Roca, Antonio Altarriba, Santiago García y Javier Olivares, a dibujantes que triunfan en Marvel como Natacha Bustos, pasando por autores con un estilo singular que vierten su forma de ver el mundo como Moderna de Pueblo, Álvaro Órtiz o Manel Fontdevila, a otros que filtran sus influencias de un modo personal como Pepo Pérez, autoras y editoras como Héloïse Guerrier, libreros especialistas que maman viñetas y bocadillos como Pedro Rodríguez, o espeleólogos de subculturas abisales como Daniel Ausente. Sin embargo, el prestigio del que goza en estos momentos el mundo de la viñeta es reciente.
Legitimar el cómic
No hace demasiado tiempo, hasta hace quizá un par de décadas, leer historietas, tebeos o cómics, como se denominaban según la persona y el ámbito, solía tener una connotación peyorativa, asociada a una lectura infantil, fuera justificada o no. De hecho, no era extraño que en su comparativa con otras disciplinas como el cine a los cómics se les tildara de cine para pobres o cine de papel, en una tendencia de señalar su condición inferior, no únicamente con el cine, también con la literatura y las artes gráficas en su conjunto.
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, se ha venido defendiendo sus valores estéticos y narrativos, la identidad propia que posee el arte de la historieta, que si bien muta o absorbe influencias de otras expresiones, también las extiende. Obras como Arrugas (2007) de Paco Roca, El arte de volar (2009) de Antonio Altarriba y Kim, o Las Meninas (2014) de Santiago García y Javier Olivares, las tres galardonadas con el Premio Nacional de Cómic, son buenos ejemplos de la dimensión y sus capacidades narrativas.
El cómic es tal vez el medio de nuestra época que mejor ha sabido mutar, adaptar elementos de las diferentes disciplinas y evolucionar de un modo autónomo en paralelo a sus búsquedas teóricas. Un fenómeno simplificado en la denominación novela gráfica que se usa para aludir un tipo de historias adultas, más literarias si se quiere (aunque no siempre es así), que indaga en la forma y que además otorga al lector cierto pedigrí, es decir, una connotación completamente distinta a la de las décadas pasadas. Ahora, leer cómics o novelas gráficas, o ciertos cómics o novelas gráficas, lejos de estar mal visto, resulta cool. No es extraño que editoriales literarias como Salamandra, Lumen o Impedimenta, por citar tres ejemplos, dediquen una línea a la novela gráfica. O que la narración en viñetas sea estudiada en las universidades. Sin ir más lejos, el dibujante y profesor universitario Pepo Pérez dirige el próximo julio un curso de verano en la UMA titulado Tendencias recientes en el cómic y la novela gráfica. Encrucijadas con otras artes, entre cuyos ponentes hay tres galardonados con el Premio Nacional de Cómic. Y es que sin duda, en los últimos quince años, el cómic ha cobrado una relevancia cultural inusitada.
Debido a esa denominación de novela gráfica, el arte de contar con viñetas ha alcanzado una respetabilidad de la que carecía. Se usa la denominación novela gráfica para legitimar el carácter cultural de las historietas, pero también, como asevera el dibujante y crítico Pepo Pérez, que escribió una tesis doctoral sobre Frank Miller, «obedece a la necesidad real de llamar de otra forma a un determinado cómic, un nuevo cómic cuya tradición tiene unas pocas décadas». El resultado neto es que el cómic ha salido de su gueto. Se vende en librerías generalistas, junto a la literatura, se celebran cursos y jornadas en las universidades, se reconocen a sus autores con un Premio Nacional del Ministerio de Cultura (creado en 2007) o con galardones como el Pulitzer especial que obtuvo Art Spiegelman por Maus en 1992.
Revelaciones gráficas
Esto sucede porque existe una ambición estética, narrativa y moral que el cómic antes no tenía. La novela gráfica legitima el cómic culturalmente, porque, de una parte, asume la vertiente artística en el modo de abordarlo y, de otra, se dirige a un público adulto. Todos los autores consultados coinciden en la dificultad de elegir un solo título, sea cómic infantil o novela gráfica. Al mismo tiempo, están mayoritariamente de acuerdo que se decantan por uno u otro por la influencia en un determinado momento de sus vidas que les hizo cambiar la visión que tenían de la historieta. Uno de los dibujantes más influyentes, Paco Roca, con libros que tratan desde temas como el Alzheimer en Arrugas adaptada luego al cine, por la que obtuvo el Goya al Mejor Guión Adaptado de 2012, al exilio republicano durante la II Guerra Mundial en la profunda y desgarradora Los surcos del azar (2013), se inclina por la adaptación de la novela de Paul Auster Ciudad de cristal (1994) a cargo de David Mazzucchelli y Paul Karasik. «Gráficamente me pareció espectacular, pero lo que realmente me pareció revelador fue el uso de la viñeta no como una ventana a la realidad sino como una entrada a un mundo metafórico». Mazzucchelli, un dibujante que antes de retirarse del cómic de superhéroes había firmado dos obras esenciales bajo los guiones de Frank Miller, Daredevil: Born Again (1986) y Batman: Año Uno (1987), siguió indagando y ampliando horizontes narrativos, primero en historietas como Big Man (1993), y más tarde en la novela gráfica elegida por el guionista y escritor Antonio Altarriba, Asterios Polyp (2009), «la obra que más y mejor utiliza los recursos propios del cómic, desde el color a la tipografía, desde la forma de la viñeta hasta los márgenes, desde el estilo del dibujo hasta la portada».
Por su parte, Javier Olivares, ganador del Premio Nacional de 2015 junto a Santiago García por Las Meninas, confiesa haberle costado la decisión, porque han sido muchos los cómics o novelas gráficas que han sido importantes en su vida. Pero se decide por Fuegos (1988) de Lorenzo Mattotti, que narra las andanzas de un joven oficial de la marina hechizado por una extraña isla, porque, dice Olivares, «me llevó a reflexionar y me empujó cientos de metros mas allá de donde yo me encontraba.
Del underground al manga
Moderna de Pueblo (Raquel Córcoles), autora de superventas como Los capullos no regalan flores (2013) o Cooltureta (2014), nunca había leído nada que no fuera cómic infantil y relacionaba los cómics con superhéroes. Hasta que descubrió Ice Haven (2001-2005) de Daniel Clowes. «Me enamoré de sus mil recursos estéticos, del color, del guión, de los personajes, del autor y del cómic en general. Hzo que después de leerlo me fuera directa a la sección de novela gráfica a devorar todo lo que encontrara. Hasta tal punto me despertó, que me planteé empezar el mío»·. Otra dibujante, la torremolinense Natacha Bustos, que actualmente dibuja la serie de Marvel Moon Girl manifiesta que «no podría decir un único cómic o novela gráfica crucial en mi vida porque han sido muchas y diferentes las experiencias y emociones que he vivido con algunas lecturas. Pero lo que sí puedo afirmar es que el descubrimiento del manga fue lo que me empujó a dibujar cómics en un principio».
Antes de la novela gráfica
Algunos autores como Manel Fontdevila y Pepo Pérez o el librero de EnPortadaCómics Pedro Rodríguez confiesan que sus influencias fundacionales son anteriores a la novela gráfica. Mientras el humorista gráfico Fontdevila, responsable del ensayo gráfico de crítica social No os indignéis tanto (2013) y uno de los cofundadores del digital satírico Orgullo y Satisfacción, se queda con Calle de la estación, 120 (1988), una adaptación de Jacques Tardi de las historias del detective Nestor Burma creado por Léo Malet, «por ser ser el libro que más veces he releído de todos los que tengo y que, curiosamente, me influye en cosas que me gustaría hacer pero que aún no he hecho». El dibujante y teórico Pepo Pérez asevera que si bien la novela gráfica que más le ha impactado en estos años ha sido Arsène Schrauwen (2014) del belga Olivier Schrauwen, «por la forma en que transforma lo cotidiano en fantástico y recrea el mundo colonial con una sensibilidad artística muy, muy singular», el tebeo que más le fascinó de niño fue el Spiderman de los 60 y primeros 70, de Stan Lee, Steve Ditko, John Romita y otros autores, «hoy filtrado de alguna manera en El vecino, el cómic que vengo realizando junto a Santiago García desde hace una década». Es la tendencia de Pedro Rodríguez, que también cita esa etapa de Spiderman, más la transformación que supone Frank Miller para el género de superhéroes en los 80, aunque su elección final es La cosa del Pantano (1984-1987) del guionista Alan Moore y diversos dibujantes, «por la forma de explorar el esquema plural de la naturaleza, incluida la corrupción y la muerte».
Visiones
El escritor y crítico Daniel Ausente, había pensado en títulos claves como Persépolis (2000-2003) de Marjane Satrapi o en Gorazde: Zona Protegida (2000) de Joe Sacco. Pero se decide por From Hell (1989-1996) de Alan Moore y Eddie Campbell, «por su condición mixta de novela histórica y profuso ensayo fruto de un trabajo de documentación espectacular, tan lleno de anotaciones a pie de página como el más serio y concienzudo de los trabajos académicos, que además de establecer una poderosa teoría sobre Jack el Destripador despliega una sugerente idea sobre el siglo XX (prensa mediática, nacimiento de Hitler) como producto de un ritual mágico». Y añade: «Ojo, soy escéptico y no creo en estas cosas, pero disparan mi imaginación hasta el punto de que es algo que he tenido presente en mis dos novelas, Mentiré si es necesario y Mataré a vuestros muertos».
Quien sí elige Persépolis es el guionista y teórico Santiago García, ya que fue una lectura decisiva en su vida pues como confiesa: me hizo cambiar mi visión no sólo del cómic, sino también incluso de las narraciones de género. Y fue una de las chispas que provocó que me pusiera a investigar lo que acabaría siendo La novela gráfica, uno de los libros más importantes de mi carrera. Y un libro teórico fundamental que es una referencia para autores y estudiosos. El novelista gráfico Álvaro Órtiz, que narraba el despertar de un veinteañero a la cruda realidad en Murderabilia (2014), elige Adiós, Chunky Rice (1999) de Craig Thompson, porque «me pilló en el momento exacto para cerrar el libro y pensar que yo quería hacer exactamente eso mismo». Mientras la coautora de Con dos huevos (2014) y editora de Astiberri, Héloïse Guerrier, se inclina por El fotógrafo (2003-2006) de Emmanuel Guibert, Didier Lefèvre y Frédéric Lemercier, un reportaje sobre una expedición de Médicos Sin Fronteras en el Afganistán ocupado por los soviéticos, por «crear un nuevo lenguaje, una nueva manera de narrar muy poderosa».
¡Qué pregunta más difícil!
Este es un sentir general a la pregunta mutante en la que cada uno dará un título u otro en función del momento y de circunstancias vitales muy concretas. De ahí que esta selección resulte ecléctica. Podemos encontrar desde cómics literarios de la llamada en su día bd adulte la citada adaptación de Tardi del polar francés a revisiones documentadas e incluso ensayísticas de personajes populares, con exploraciones en la forma y el estilo que al mismo tiempo abren nuevas vías en lo narrativo. Una selección que no es ninguna lista, sino un acercamiento emocional a aquellas viñetas que de un modo u otro han influido a los dibujantes en un determinado momento de sus vidas. Y cómo quizá esos cómics han sido absorbidos en su manera de plasmar sus representaciones.
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