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Faena mayor de Rafaelillo con un notable miura en San Isidro

El diestro malogra con la espada su intervención en la última de la feria que completaron la madurez de Castaño y el aire bueno de Pérez Mota

BARQUERITO

Lunes, 6 de junio 2016, 01:17

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La salida del primero de los seis miuras fue un espectáculo singular. Se volvió entre los dos portones de toriles antes de saltar y, ya en la arena, hizo ademán de volverse. Luego, se descaró doliéndose de la divisa un poco. Presencia fiera. Era altísimo. Agalgado y, por tanto, largo y flacote. Fue, sin embargo, el toro con más plaza de toda la corrida. Al galopar hasta el burladero de capotes, de donde lo reclamaban, lo hizo abriéndose de manos, como el miura clásico. Al plantarse delante del burladero y estirarse, asomaba por encima de la tabla cimera. Cara serísima. Solo que el espectáculo duró demasiado poco. Pronto al capote, el toro echó las manos por delante, flojeó trastabillado. Se levantaron protestas. Un puyazo con recarga de buena nota, pero del caballo salió exangüe y claudicante. Se repuchó en un segundo puyazo y, en el remate de un recorte, se vino al suelo. Pañuelo verde.

Había en reserva un primer sobrero de Valdefresno y Rafaelillo decidió correr turno. Entró en escena el cuarto de sorteo, que iba a ser el mejor de la corrida. Descarado y astifino, frentudo, algo cabezón, 605 kilos, lleno, bien puesto. Rafaelillo se lo sacó de partida a los medios con notables lances por delante. Una hermosa pelea, que ganó Rafaelillo y fue árnica para el toro, que, serenado, se empleó y apretó en dos varas certeras.

El toro protestó pegajoso por la mano derecha y, de pronto, la gran solución: en el tercio y en distancia, Rafaelillo citó con la zurda y vino el toro casi planeando. Tres naturales despaciosos, ligados, largos, y el de pecho. Solo fueron el proemio de una faena de rara abundancia: ni una ni dos ni tres ni cuatro, sino cinco tandas una detrás de otra, en el mismo sitio y la misma distancia, con la zurda las cinco, y en tres de ellas se llegó hasta el séptimo muletazo, y el remate. Sorpresa impensada: no son comunes las faenas fluidas con los toros de Miura, y esta fue como un manantial, y no es común dar con un miura de tanta nobleza y embestida tan regular. Toro de una sola mano, pero qué mano. La izquierda. Rafaelillo se recreó, dibujó a placer, los muletazos ayudados fueron soberbios, como el gobierno del toro, que no enganchó engaño ni una sola baza. Final de frente y a pies juntos. Un lío. Pero se había pasado de tiempo la faena y a Rafaelillo le costó un mundo cuadrar al toro. Se enfrió de pronto el coro. Dos pinchazos, un aviso, una estocada tardía. Trabajo mayor sin premio. Gran ovación en el arrastre para el toro, Tabernero, número 17.

No salió ningún otro parecido. El segundo, cárdeno carbonero, playero, el más largo de los seis, barbeó las tablas de salida, pegó dos testarazos contra un burladero, cabeceó en varas e hizo sonar los estribos. Fue pronto y hasta elástico, con fijeza en el engaño pero de cortísimo recorrido. Y, además, toro a menos, de irse soltando antes de probar y protestar. Estuvo fino y entero Javier Castaño.

A Castaño lo sacaron a saludar después del paseíllo. En reconocimiento de su fuerza interior: recién superado un duro tratamiento de quimioterapia, Castaño se dejó anunciar en Sevilla y en Madrid con la corrida de Miura. El quinto de esta tarde final de San Isidro no fue sencillo. Bramó lastimeramente, escarbó un poco, por falta de fuerzas se rebrincaban y cabeceaba, o se sacudía engaño. El aguante de Castaño fue admirable. Ni un paso atrás. Una gran estocada. La madurez de Castaño.

Pérez Mota se estrenaba con miuras en Madrid. Dos miuras de diferente condición. El tercero de corrida fue el más listo de los seis: revoltoso, mucho más pegajoso que ninguno, de frenarse y buscar presa. Pérez Mota tuvo el detalle de abrir faena de largo y sin pruebas. La fórmula no siempre suerte efecto con el toro de Miura. A veces sí. No fue el caso. El último toro de la feria, último de Miura, fue en el caballo el de más entrega y seria pelea de toda la feria. El toro tuvo en el capote buen aire, pero iba a pagar el castigo. El toro se apalancaba ya entonces y apalancado estuvo hasta el fin. Faena de buen aire y bello trazo de Pérez Mota, siempre refinado.

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