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EL EXTRANJERO

Cioran/Grau/Cañeque

Nadie mejor que Cañeque y Grau para acercarnos a ese tipo cercano al absurdo. Con ellos, en esa patria del surrealismo que es Cadaqués, y con una trupe en la que se cruzaban Málaga y aquel pueblo de la Costa Brava, celebramos un congreso sobre el absurdo.

ANTONIO SOLER

Domingo, 19 de octubre 2008, 03:34

RECORDANDO la década pasada, cuando desde su refugio de Cadaqués llegaban por aquí trayendo la excusa perfecta para lanzarnos a la calle y festejar la ... amistad y la literatura, pasaron esta semana por Málaga Maite Grau y Carlos Cañeque. La excusa esta vez -maravillosa excusa- fue Emile Cioran. Maite Grau -pintora, profesora en la Escuela Superior de Cine de Barcelona, cantante de jazz con voz de ron o de pantano profundo- y Carlos Cañeque -novelista con el premio Nadal a cuestas, sociólogo, capitán de la nave de los locos- han escrito un libro de entrevistas alrededor de Emile Cioran, el dios del pesimismo. Alfredo Taján y el Instituto Municipal del Libro han posibilitado que se hable de ese libro -«Cioran, el pesimista seductor»- y de ese pensador que siempre anduvo haciendo ejercicios de funamblismo entre la filosofía y la literatura. Dicen que Cioran, con sus aforismos, es profundamente adictivo, una especie de heroína intelectual. Quien a sí mismo se definió como «el único pesimista de guardia de Europa» es analizado en ese libro por Fernando Savater, Ion Agheana y otros tres filósofos, además de por Simone Boué, la mujer de Cioran, que nos habla de la vida cotidiana de aquel tipo perpetuamente insomne y algo maniático que deambulaba por el barrio Latino de París todas las madrugadas del mundo y que acabó equiparando la filosofía con el arte de las prostitutas. Un pensador sin sistema, un vagabundo intelectual, afirma Savater que fue ese rumano que escribía en francés y que admiraba profundamente el idioma español y también el húngaro, la mejor lengua -con sus sonidos aspirados y bruscos- para agonizar, según Cioran. Nadie mejor que Cañeque y Grau para acercarnos a ese tipo cercano al absurdo. Con ellos, en esa patria del surrealismo que es Cadaqués, y con una trupe en la que se cruzaban Málaga y aquel pueblo de la Costa Brava, celebramos hace años un congreso sobre el absurdo. Entre el norte y el sur del Mediterráneo se formó un fructífero, tierno y disparatado camino de ida y vuelta. Garriga Vela, el editor Eduardo Gonzalo, Rafael Pérez Estrada, el sociólogo Enrique Montoya alias El Mudo o Antonio Meliveo formaron y forman parte de esa tribu que repetidas veces y a conciencia intentó romper las noches de Cadaqués y Málaga. No le hicimos caso a Groucho Marx cuando afirmaba que él «nunca pertenecería a un club que admitiera a tipos como yo». Esa máxima, según Savater, une a Groucho con Cioran, que imaginaba el infierno como un lugar lleno de personas como él. Nosotros en eso, otra vez, fuimos desobedientes. Sembramos de espejos los acantilados, aspiramos a una hermandad vagabunda y cambiante, incluso rozamos la plenitud dentro de esta feria de la vida donde se alternan la música y la silueta triste de los carricoches vacíos al amanecer, Cioran y la alegría.

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