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JUAN CANO
Jueves, 14 de agosto 2008, 03:48
Arrancaron una ventana y se colaron en el almacén. Camparon a sus anchas durante toda la noche. Hasta metieron un coche por la puerta trasera de la nave para cargar el botín. Robaron dinero, televisores de plasma, reproductores de música y vídeo MP4, las PDA (agendas electrónicas) de los repartidores... Por llevarse, se llevaron hasta el móvil de la oficina, un terminal antiguo sin apenas valor.
Los dueños del negocio, un almacén de bebidas situado en un polígono industrial de la capital, descubrieron el pastel al día siguiente, esto es, el sábado por la mañana. Avisaron a la policía para denunciar lo ocurrido y, al hacer inventario de lo que les habían sustraído, cayeron en la cuenta de que los ladrones se llevaron el viejo móvil...
Entonces, pensaron que quizá se les había olvidado apagarlo, y decidieron probar. Marcaron los dígitos del número de teléfono que hasta el día anterior había sido de su oficina. Bingo. El teléfono estaba encendido. Pero nadie contestó a esa primera llamada.
Segundo intento
Volvieron a intentarlo. Tras varios tonos, los osados ladrones se atrevieron a responder a la llamada. «Se escuchaba a unos hombres riéndose, como si estuvieran cachondeándose, y colgaron», cuenta uno de los responsables del almacén, que prefiere mantener el anonimato.
La actitud de los cacos sorprendió tanto a los dueños del negocio como a la propia policía, que se encontraba en la nave. De hecho, uno de los agentes pudo escuchar las voces de los delincuentes. Aún no lo habían visto todo. De pronto, el móvil desde el que las víctimas llamaron a los ladrones empezó a sonar. Era un mensaje de texto (SMS) enviado desde el viejo terminal que les habían sustraído. En un español deficiente, se podía leer: «Viva Rumanía. España mierda». Y encima, con recochineo.
A mazazos
Los cacos hicieron gala de su temeridad desde el principio. De entrada, la nave que asaltaron está junto a una carretera muy transitada, con un intenso flujo de vehículos tanto de día como de noche. Para entrar en el almacén, arrancaron de cuajo la reja de una ventana que da a las oficinas.
Una vez en el interior, movieron la cámara de seguridad situada en la entrada y quitaron otra que había en uno de los despachos para evitar que les enfocaran. Localizaron la caja fuerte y la reventaron a mazazos para luego desvalijar su contenido.
Siguieron buscando. Rompieron con mazas las puertas de los despachos y todos aquellos cajones que hallaron cerrados con llave. Entre los efectos sustraídos, figuran unos televisores de plasma que se encontraban en el almacén de manera circunstancial y distintos equipos electrónicos.
Su osadía fue tal que metieron un coche por la puerta trasera de la nave para cargar el botín más cómodamente y, al mismo tiempo, evitar ser vistos, ya que la parte posterior da a una calle menos transitada. En el suelo dejaron una vieja minicadena que debieron de descartar en el último momento, probablemente porque ya no les cabía.
Al marcharse, consiguieron localizar el disco duro que guarda las imágenes que captan las cámaras de seguridad. Los ladrones lo arrancaron de la pared, lo destrozaron y lo abandonaron en la puerta. Se esfumaron sin dejar rastro con un botín que rondaría los 50.000 euros -una cifra muy elevada, dado que es plena temporada alta- pero además causaron daños al negocio que los dueños valoran en más de 20.000 euros.
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