El cortijo andaluz
La cara oscura de un poder hegemónico durante décadas: un puzle de clientelismo, despilfarro y corrupción
TEODORO LEÓN GROSS En twitter: @teoleongross
Martes, 27 de noviembre 2012, 02:38
Quizá a la Junta le iría bien aprobar una pequeña partida extra en el presupuesto para comprar la primera edición entera de 'El cortijo ... andaluz', presentado ayer en Málaga. Y no es por animarles a actuar como aquellos mafiosos de los años de plomo que compraban toda la tirada de un periódico si publicaban algo comprometedor -como en las novelas de Dashiell Hammett o James Ellroy- para hacer desaparecer la huella impresa de la corrupción. Al revés. A un Gobierno históricamente ensimismado en un poder hegemónico de tres décadas, acostumbrado a eludir la autocrítica a golpe de grandes victorias electorales, y ya son ocho más la propina, le convendría mirarse a sí mismo en un espejo incómodo que no les mienta, como en la fábula de Blancanieves. Y este libro puede servirles de espejo para verse en la realidad. Será un mal trago, pero saludable.
En esas páginas se van a dar de bruces, a calzón quitado, con el escandalazo de los Eres, las andanzas de ese destripaterrones llamado 'el ministro de las tragaperras' o popularmente 'el chófer de la cocaína', las trapisondas de Mercasevilla, el chiringuito de Hnos. Chaves & Hijos, el zafarrancho de las cajas de ahorros desde Fray Langostino de Córdoba a Yo Braulio, la ciénaga de Invercaria bajo la pátina lustrosa de la retórica oficial, la Pax del Per, el despiporre palaciego de San Telmo en una región pobre del sur de Europa, la pandereta de Canal Sur, los coches oficiales por cientos y los cuarenta mil móviles, las embajadas huecas, la trama del Plan Bahía, Gordillo en Mercadona, los griñaninis, la propaganda de Andalucía Imparable. Seguramente necesitan enfrentarse a un tratamiento de choque así, como los drugos de La Naranja Mecánica.
Por supuesto el libro de Agustín Rivera no es un manual de Historia, sino una crónica periodística. Y aunque la prensa a veces puede parecer -como creía Schopenhauer- el segundero de la Historia, es un error confundir a los periodistas con 'historiadores del presente'. De ser así, el libro debería incluir todo, retratando también la mala oposición, que es la cara B de ese disco rayado de triunfos socialistas desde 1982; y la corrupción en ayuntamientos y diputaciones también bajo la marca del PP o de IU cuando toca poder; la mediocridad de las listas . pero no es Historia sino el libro de un reportero asomado a la cara oscura de un poder hegemónico durante décadas, con un puzle de nepotismo, despilfarro, clientelismo y corrupción. A menudo se trata de patologías del modelo autonómico, perversiones estructurales que se repiten en el oasis catalán, en la Valencia de Camps con el putiferio de Gürtel o Brugal, en Baleares . pero treinta años de poder en solitario han dejado un catálogo con sello propio: el cortijo andaluz.
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