Félix López Figueroa: «Tendremos que cambiar nuestro estilo de vida»
Catedrático de Ecología en la Universidad de Málaga, dirige el recién creado Instituto de Biotecnología y Desarrollo Azul
El acento aún le delata su origen canario. En la Universidad de La Laguna estudió hasta cuarto de carrera, y en Málaga terminó Biología y ... se introdujo en el mundo de la ecología de la mano de Xavier Niell, uno de los históricos ecólogos, ya jubilado. Tras una estancia posdoctoral en Alemania regresó a la UMA, donde desde 2007 es catedrático de Ecología. Ahora dirige el Instituto de Biotecnología y Desarrollo Azul, del que forman parte 90 investigadores y 21 grupos de investigación de la UMA de las áreas de Ciencias, Ingeniería, Geografía y Planificación del territorio, Economía, Derecho y Educación.
–¿Qué es el IBYDA y cuáles son sus objetivos?
–Es un instituto universitario de investigación que fue aprobado por consejo de gobierno en mayo del año pasado. Aún estamos pendientes de la acreditación por parte de la Junta de Andalucía. Nace con la misión de actuar y tratar de responder a los retos de la sociedad. Hemos unido grupos de investigación que trabajábamos en sistema acuáticos tanto desde un punto de vista de la biología, ecología o tecnología, pero también en derecho y economía. La idea es trabajar de manera interdisciplinar en los grandes retos en los que el agua sea el tronco común y que van desde temas relacionados con el cambio climático a la alimentación, pasando por la producción de energía.
–¿Qué les diferencia de otros institutos de investigación?
–Queremos trabajar de un modo interdisciplinar uniendo las Ciencia Sociales, abordando el desarrollo azul desde el punto de vista de la ecología y tecnología marina pero también como economía circular, de manera que los procesos biológicos o biotecnológicos que planteemos tengan como función reducir la producción de residuos, el aprovechamiento de los desechos y, por lo tanto, producir de un modo más eficiente.
–¿Qué caracteriza esta nueva economía circular o azul frente a la economía tradicional?
–La economía tradicional se basa en el crecimiento económico y no aborda con rigor la acumulación de residuos en el medio natural. En la economía azul tratamos de simular los ecosistemas, en los que los microorganismo son capaces de degradar y transformar la materia orgánica y los residuos. Es decir, los procesos de producción se organizan desde el principio con vista a reducir el consumo de energía, el gasto de materias o recursos naturales y en no trasladar a las generaciones siguientes la gestión de esos residuos. La economía tradicional, tanto en sistemas capitalistas como en lo que queda de los socialistas, se basa en una explotación de la naturaleza como si los recursos fueran ilimitados.
–Pero en una economía capitalista como la que estamos, donde prima el consumo, ¿cómo concienciar a los ciudadanos de que hay que cambiar de hábitos?
–Tenemos que ser conscientes de que tenemos unos estilos de vida y una cultura económica que evidentemente hay que cambiar.
–Las 'tres erres' (reducir-reutilizar-reciclar) parecen ser ya insuficientes...
–Sí, a estas tradicionales 'tres erres' tenemos que sumar otras dos. 'Rechazar' lo que veamos inapropiado, como un producto en un supermercado guardado en dos o tres embalajes de plástico. O rechazar los que veamos que están envasados en material poco reciclable, como el tetrabrick, que tiene cartón y aluminio. Y 'reemplazar' el material no renovable por el renovable y biodegradable, como el vidrio. Para esto es fundamental la educación, pero no solo entre los escolares, también entre los adultos y entre quienes toman las decisiones.
–¿La economía circular se presenta así como una nueva oportunidad de crecimiento y de generación de empleo?
–Sí, claro. Hay nuevos empleos que van a ser necesarios en pocos años. Los cambios tecnológicos, como la robótica, producen cierto temor, pero al final son nuevas oportunidades. Lo que falta es que los sistemas educativos sean más ágiles para ponernos al día y preparemos a los jóvenes en esas profesiones emergentes.
–Uno de los objetivos que se plantea el instituto es avanzar en la reutilización de residuos, ¿en qué proyectos trabajan?
–Hemos tenido muy buenos resultados en el caso de los purines. Han sido experiencias en un tanque pequeño, de mil litros, y ahora queremos hacerlo a escala mayor.
–¿En qué consiste el proyecto?
–La parte líquida de estos residuos de las granjas de cerdos se depura con microalgas. La biomasa que conseguimos tiene un doble uso, como activador del crecimiento vegetal o bien como alimento animal, aunque en ese caso distintos a los cerdos. A través de iniciativas como el IBYDA buscamos financiación para proyectos a más escala en la comarca del Guadalteba.
–Para esto será fundamental constituir empresas con base tecnológica. ¿Tienen ya alguna?
–Con la Universidad de Almería colaboramos con el proyecto Sabana, que persigue producir biofertilizantes y biopesticidas sostenibles y rentables a partir de microalgas. Ya hay una empresa que trabaja con macroalgas para la producción de cosmética natural. Uno de los grupos de investigación del IBYDA forma parte de esta empresa. En la Universidad tenemos un gran equipamiento, a veces infrautilizado, y personal muy preparado, y tenemos que ser conscientes de que debemos tomar parte del tejido empresarial.
–Hablando de algas, ¿hay motivos de preocupación con el alga asiática?
–Sí, y muchos. Para nosotros es ya una cuestión de emergencia, y las autoridades deberían haber creado un gabinete de crisis.
–¿Qué pueden hacer ustedes como científicos?
–Estudiarla, analizarla, comprender su ciclo vital. Su erradicación parece imposible, por lo que habría que centrar los esfuerzos en los territorios más sensibles y de mayor riqueza ecológica amenazada. Y tratar de controlar su biomasa, buscando un aprovechamiento que pueda contribuir a su control.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión