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Mientras en Londres se ultiman este sábado las compras de Navidad a ocho grados o en Berlín se buscan detalles para la ocasión en el mercadillo de la Ku'damm, una de las avenidas más famosas de la capital, ataviados con guantes, bufandas y gorro de lana para combatir los cuatro grados, en la Costa del Sol los turistas de estos mercados, que son los más importantes para el destino, se destacan del resto de visitantes y residentes por ir más ligeros de ropa de lo que corresponde. Para ellos las temperaturas actuales, casi 20 grados aunque sea Navidad, son más propias de sus primaveras y veranos. Tanto que algunos se han atrevido a acercarse a la orilla del mar, e, incluso, a bañarse. Las chanclas, las bermudas y las camisas de manga corta les delatan en sus paseos por la playa, en las terrazas de los chiringuitos o de los restaurantes del centro de la capital malagueña. Por cierto, con altas ocupaciones, pero sin agobios.
Heimdal y Anders acaban de llegar a la Costa en un vuelo desde la noruega Trondheim, ubicada en el centro del país y la tercera más poblada tras Oslo y Bergen. Ellos miran raros a los residentes que, pese a la sensación térmica de 20 grados al sol, lucen botas y chaquetones. En Málaga disfrutan en un chiringuito de Pedregalejo de dos cervezas enormes y de unos espetos, tan sorprendidos por el clima, que ellos acompasan con atuendos veraniegos en plena Navidad, como por los precios. «Allí por una cerveza hay que desembolsar ocho euros y lo de tomarla en una terraza es imposible. Hoy no pasamos de cero grados. La mínima será de menos cuatro», advierten mientras hacen la consulta en el móvil y consideran «un lujo» estas navidades bajo el sol.
Y no hay que irse tan lejos para valorar las suaves temperaturas invernales que los malagueños tienen normalizadas, pero que cautivan a los que vienen de fuera, incluso del propio territorio español. En una jornada como la de este sábado que, para los locales no era especialmente buena por la molestia del viento, Marta, Carlota y Eva, tres hermanas de León, destacan que «un ratito al sol y ya pica. Es increíble». Afirman que es la primera vez que han optado por viajar en Navidad, aunque estarán sólo hasta el fin de semana porque la Nochebuena «es en familia». Eso sí, advierten de que «con el ambiente que hemos visto estamos pensando en repetir en otra ocasión, pero para despedir el año. Málaga está muy bonita. El sol y la luz que hay encadila», declara Eva a la que Carlota añade que en León la temperatura máxima será la mínima de Málaga. «Allí conforme cae la tarde llegan rápido los cero grados», explica.
Los 128 destinos del mundo con los que conecta el aeropuerto de Málaga en estas fechas se dejan sentir en las gentes que llenan las calles y los paseos marítimos, aunque ayer se andaba por ambos sitios sin agobios. La misma tranquilidad de la que advertían en los puestos del Parque, que aún recuerdan las «bullas» del puente de diciembre, explica Ana Merino desde un puesto de artículos artesanales al final del Parque.
Pero no sólo en el Centro Histórico de la ciudad se mezclan las conversaciones en español con las de dispares países. En el chiringuito Gutiérrez, en Huelin, Adrián Borrallo, insiste en el tirón del turismo internacional. «Tenemos lleno el salón y la terraza, incluso ocupadas varias mesas de las que hay en la arena, y eso que corre viento. Muchas de las reservas son de extranjeros. Llegan a comer a partir de las doce de la mañana y acaban quitándose hasta las camisas para tomar el sol. Valoran mucho el clima y nuestra cocina. Los espetos no pueden faltar. Hasta los madrileños se mosquean como no tengamos sardinas», declara.
En las playas se observan contados grupos de jóvenes o de personas que aprovechaban para leer junto a la orilla o para conversar. No hacía día de baño, pero sí más de un extranjero optó por descalzarse y mojarse los pies. Sólo algunos más atrevidos se lanzaban al mar.
En el Soho, muchas de las mesas reservadas en los restaurantes eran de grupos de amigos con comidas navideñas, explican en la Cantina Canalla. Más hacia el Centro, en las terrazas del mercado de Atarazanas, en el bar número 1, Francisco García, afirma que «estamos llenos. Desde las doce y media empezó el trasiego, sobre todo, de turistas extranjeros, que, pese al viento, siguen destacando el placer de comer en una terraza en plena Navidad». Una época en la que el espectáculo navideño se ha convertido en un imán turístico. Joaquín Álvarez viene de la vecina Granada a contemplar el encendido y manifiesta sorprendido que «con poco más de una hora de distancia, la diferencia climática es muy grande. Qué maravilla de ciudad».
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