El monstruo de la calle Alta y otras historias sobrecogedoras
Hoy les hablaremos de una noticia que acaparó durante varios días la atención de los malagueños. El extraño incidente acaeció en el número 23 de ... la calle Alta, en la parte superior de Dos Aceras. Diario Sur tituló la noticia como «pintoresco suceso». Era el 3 de febrero de 1966. Trinidad Gómez Santos, de cuarenta años de edad y de profesión sus labores, estaba en el patio de su casa preparando la comida. Como nosotros queremos ser escrupulosos en el tratamiento de este hecho histórico, puntualizaremos que el ama de casa estaba cortando los ingredientes para una ensalada.
Hubo un momento en que, al escuchar un ruido, se giró y vio sobre un lebrillo «un animal de casi un metro de alto, muy delgado, cubierto de pelos largos de color marrón, con una cabeza muy gorda y como de un niño de seis o siete años». Pero lo que la aterrorizó fueron sus ojos inyectados en sangre, con una boca muy grande, que le llegaba de oreja a oreja, y con dos colmillos afilados. Trinidad advirtió que la quimera le amenazaba con los ojos para que no gritase. La mujer salió espantada a la calle y aún pudo ver como el engendro pasó a la casa contigua y, por un desagüe, trepó al tejado y desapareció».
A los gritos de Trinidad, un vecino, José Santana, mecánico de profesión, subió a la cubierta de la casa y aseguró que «había visto algo que se movía por el tejado, que desapareció rápidamente». La casa colindante por la que huyó el endriago correspondía al número 25 de la calle Alta, presentaba la mañana de los hechos un estado ruinoso y estaba deshabitada. Como los vecinos pensasen que la bicha se había refugiado entre sus ruinas, dos aguerridos voluntarios forzaron la puerta y penetraron en la vivienda. Consignemos sus nombres: Juan Palma, de veinte años, y José Ríos, de treinta y ocho, ambos empadronados en el número 37 de la susodicha vía. La búsqueda resultó infructuosa.
Aunque algunos vecinos escépticos se tomaron a guasa el incidente, es cierto que el pánico se extendió por el vecindario. Según recogen las fuentes, una trabajadora del servicio doméstico de una casa aledaña amenazó con despedirse ante la aterradora posibilidad de encontrarse con el prodigio. La comisaría de policía desplazó al lugar de los hechos a un inspector para que realizara las oportunas averiguaciones. Desgraciadamente, desconocemos el resultado de sus pesquisas. Los residentes en el lugar de los hechos, descartada la hipótesis del vampiro, estaban divididos entre los que pensaban que su vecina había visto un gato de gran tamaño y los que creían que en realidad aquello era un mono, perteneciente a una raza extraña (y que Trinidad, lega en materia zoológica, no había podido reconocer). Los defensores de esta teoría especulaban que el simio sería propiedad de unos gitanos de los que acampaban en el Ejido. No faltó algún aguafiestas que manifestara la posibilidad de que la aparición fuera una simple alucinación del ama de casa.
El caso es que la calle Alta se llenó de curiosos, hasta el punto de que quedó intransitable para peatones. Andrés Valiente, empleado municipal del servicio de cementerios, afirmó al periodista: «Yo no he visto en mi vida en la calle más gente que hoy. No cabemos ni los vecinos». Cuentan que Trinidad Gómez aquella noche se acostó sin cenar del mal rato que tenía metido en el cuerpo. Pasó mala noche, en vela, con fiebre y atemorizada por si el vampiro volvía a aparecer.
Durante varias noches algunos vecinos patrullaron la calle en busca del monstruo. Años más tarde, Iker Jiménez se ocupó del asunto sin llegar a conclusiones esclarecedoras. Nosotros hemos intentado arrojar luz sobre este extraño suceso, pero hoy la calle Alta está llena de pisos turísticos y apenas queda ningún vecino al que preguntar.
Don Adrián, el fantasma del Diario Sur
Diario Sur tuvo su primera sede en una vieja casona de la Alameda de Colón. El edificio era una vetusta casa señorial de finales del siglo XIX, tan ilustre que tenía su propio fantasma. Veteranos redactores juran y perjuran que lo vieron, entre ellos Sebastián Souviron, que fue el primer director del periódico, entre 1937 y 1946. Así lo contaba:
«La primera noche que me lo encontré fue al cruzarme con él en la escalera. Una voz dulce y correcta me dijo simplemente: «buenas noches». Yo le contesté con otras buenas noches y solamente entonces se me ocurrió fijarme en él. Cuando quise entrar en conocimiento del señor que me había saludado, había desaparecido escaleras abajo. Me quedó solo la evidencia de su presencia física, la seguridad de su saludo y la discreta corrección de su amabilidad. Llegué a mi despacho y comenté con los redactores la extraña figura que me había saludado en la escalera».
-Claro. Es don Adrián.
El fantasma era el espíritu de Enrique Scholtz, rico comerciante de origen alemán. Había sido en vida un chico muy guapo que había muerto de mal de amores, de ahí que su espíritu vagase aún por el edificio.
En Málaga existen otras localizaciones para los amantes de lo paranormal. Quizá el Cortijo Jurado se lleve la palma. Lo habitó durante un tiempo la buena de Trinidad Grund porque los médicos le aconsejaron que, ante tanta desgracia, le podía venir bien la vida campestre. Ignoraba la leyenda que se iba a tejer en torno a su querido cortijo. Algunos aseguran que ha sido testigo mudo de horrorosos crímenes perpetrados por importantes miembros de la alta burguesía malagueña, que arrojaban los cadáveres al pozo. Otros dicen que en su capilla se han celebrado rituales satánicos, lo que quizá sea verdad.
En 1991 sucedió un raro fenómeno de poltergeist en la calle Císter. Dicen que una tarde, en las oficinas de la editorial Plaza y Janés, empezaron a caerse estanterías, volar grapadoras y moverse sillas con gran estruendo. Algunos responsabilizaron del extraño fenómeno a un antiguo empleado, que se había suicidado años atrás, arrojándose desde un noveno piso.
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