Ingresa en prisión el hombre que dejó tetrapléjica a una mujer en Marbella
Isabel falleció tres años y medio después tras un rosario de operaciones y tratamientos por las gravísimas lesiones que sufrió
Cada vez que su hermana iba a verla a la residencia, Isabel repetía la misma pregunta: «¿Ha entrado ya en la cárcel? Mira cómo me ... ha dejado, que no voy a poder moverme nunca más en mi vida». Sandra le respondía con lo único que podía. «Pronto, Isa, pronto. Ya mismo».
Isabel murió sin ver su deseo cumplido. Sin saber entre rejas al hombre que la persiguió con un cuchillo y que le hizo saltar por la ventana, aterrorizada de miedo, hasta el punto de quedar tetrapléjica. Tres años y ocho meses después del suceso, su cuerpo, sometido a un rosario de operaciones y tratamientos, dijo basta.
Isa, como la llamaba Sandra, murió en julio de 2022, pero su vida y su lucha han seguido presentes en su hermana, que no ha cejado un minuto en su empeño de que se cumpla la pena impuesta al agresor y que dé con sus huesos en la cárcel.
Tras meses de incertidumbre, en los que la familia llegó a temer que se fugara sin responder por su delito, Francisco, el agresor de Isa, ha entrado en la cárcel para cumplir una condena de siete años de reclusión. Ingresó el 27 de junio.
El ya preso había acumulado varias incomparecencias a las citaciones de la Sección Octava de la Audiencia, que le había otorgado el plazo preceptivo para el ingreso voluntario en prisión después de que la sentencia adquiriera firmeza. No apareció en marzo ni el abril por los juzgados, que requirieron a la policía que lo localizara.
Fue otra tragedia la que puso a Francisco en el camino de Isa. Ella era la mayor de cuatro hermanos. Sandra era la pequeña. Rafael y Enrique nacieron entre ambas. El 9 de abril de 2002, Enrique murió en un accidente laboral. Le cayó encima un palé mientras trabajaba en una obra en Marbella. Tenía 25 años.
La muerte de su hermano empujó a Isa a mudarse de Fuengirola, donde vivía, a Marbella para estar más cerca de sus padres y del resto de familia. Allí conoció a Francisco y, según contó ella en una entrevista concedida a SUR tras el suceso, iniciaron una relación sentimental en 2002.
Apenas estuvieron juntos un año. Isa mantuvo que lo dejó, porque, según decía, su novio era un hombre violento. «Hubo algún episodio de malos tratos previos, pero no tan fuertes como el que me llevó a tirarme por la ventana. Nunca lo denuncié, pero sí corté la relación porque veía que un día me iba a pasar algo», explicó entonces.
Aunque la Audiencia Provincial aplicó el agravante de género y le impuso a Francisco una pena de ocho años de cárcel, el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA), primero, y el Supremo, después, consideraron que no había quedado acreditada la relación sentimental y le rebajaron un año la condena.
Isa admitía que, pese a las idas y venidas, al final siempre volvía con él. Con la relación rota en el primer año, durante los 17 siguientes mantuvieron algunos encuentros esporádicos: «Me lo encontraba por la calle y hacía como si no hubiera pasado nada; yo siempre he sido muy inocente, me lo creía y me iba con él».
Y así hasta llegar a la noche del 2 de noviembre de 2018, en la que la vida de Isa cambiaría para siempre. Estos son los hechos probados que recoge la sentencia de la Audiencia Provincial, a la que ha tenido acceso SUR, confirmados posteriormente por el TSJA:
Francisco se encontró con Isa, a la que conocía desde hacía varios años, y la invitó a que lo acompañara a su vivienda. Isa aceptó y, aún en la calle, Francisco ya la empujó y la insultó. Una vez en la vivienda se produjo una fuerte discusión porque él creía que alguien le había robado sustancia estupefaciente y la cartera. Y sospechaba de Isa, a la que volvió a insultar.
En el transcurso de la discusión, Francisco le dio un puñetazo a la altura del ojo que la tiró al suelo y la dejó medio inconsciente. Ahí le rompió las gafas. Cuando recobró el sentido y se levantó, Francisco esgrimía un cuchillo contra ella y, tras colocárselo cerca del cuerpo, le dijo: «Te voy a matar».
Isa, «muy asustada ante la situación y las amenazas, viendo la actitud alterada del procesado», intentó huir. No pudo escapar por la puerta principal de la casa, ya que él había cerrado con llave. Al ver la ventana de la cocina, que era la única de la vivienda que no tenía rejas, «se dirigió a la misma y se descolgó del alféizar», concluye el tribunal que juzgó el caso.
Isa cayó al suelo desde una segunda planta. «Tenía los brazos hacia atrás y los policías que llegaron me preguntaron si podía moverlos, pero no, era incapaz de hacerlo», recordaba ella en la entrevista mantenida con SUR. Ingresó en el hospital Costa del Sol, donde estuvo más de un mes en la UCI; luego fue derivada al Virgen del Rocío en Sevilla y, finalmente, al San Juan de Dios, en Bormujos (Sevilla).
La lista de lesiones y secuelas ocupa casi tres páginas de la sentencia. Nadie creía que seguiría con vida. «Pero tenía que hacerlo. Debía salir adelante para contar su historia y todo lo que había pasado en ese piso», añade su hermana, a la vez que indica que aquella noche la policía detuvo a Francisco, pero el juez lo dejó libre.
Sandra asegura que, igual que ha ocurrido ahora, él no se presentaba a las citaciones durante la instrucción del caso, por lo que acabó dictándose una orden de detención: «Sabía dónde vivía y me fui a la puerta de su bloque. Él no me conocía, así que, cuando salió, empecé a caminar detrás de él e hice como que hablaba por teléfono con una amiga. Pero en realidad la llamada fue a la policía, que vino y lo arrestó».
Mientras el proceso judicial seguía su curso, Isa libraba otra batalla, la de mejorar algo su movilidad. Tras salir del hospital, ingresó en una residencia, arropada en todo momento por sus padres -ambos septuagenarios- y sus hermanos, que se volcaron con ella y se hicieron cargo de todos sus gastos.
Isa consiguió ser beneficiaria de la Ley de Dependencia y pasó a una residencia de Teatinos en diciembre de 2021, donde se integró bien y se sentía muy arropada. Sin embargo, una infección que derivó en sepsis acabó con su vida sin ver cumplido aquello que tanto anhelaba: que su verdugo ingresara en prisión.
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