Golpe al corazón de los 'Gotham': «Si pudiéramos clonar al policía perfecto, sería Antonio»

El subinspector Antonio Ramos Pérez era uno de los 17 hombres y mujeres que integran el 'Gotham' de Málaga, que ahora llora su pérdida en un desgraciado accidente cuando volvía a casa del trabajo. Un kamikaze a la fuga ocupado por tres delincuentes lo embistió de frente sin que pudiera reaccionar y los cuatro murieron en el asfalto.

Antonio era la mano derecha del inspector al mando -lo que vendría siendo Robin a Batman- y dirigía el subgrupo II, donde tenía siete agentes a su cargo. Para él, la policía no era sólo un trabajo. Era un modo de ser y de estar en la vida. Un cara o cruz en cada servicio donde no se escatimaban horas, ni días. «Si pudiéramos clonar al policía perfecto, sería él», afirma un compañero y amigo.

Tenía fama de perfeccionista y por eso le costaba delegar. El tajo, desde la calle hasta el atestado, debía ser impecable, como a él le gustaba. «Pero si entrabas en su círculo de confianza -añade otro agente que trabajó con él-, era una locura. No decepcionó jamás a un compañero. Nadie reculaba estando a su lado porque él, como jefe, era el primero que echaba dos millones de horas, y eso crea una tensión laboral increíble que se extiende a todo el grupo».

Nunca entendió la policía como un horario. En Robos recuerdan una operación contra una banda de ladrones que se precipitó en las últimas semanas del año y que les llevó fuera de la provincia. Como la Navidad estaba a la vuelta de la esquina, se afanaron en dejar el trabajo (bien) hecho para volver a Málaga y asistir a la fiesta de fin de curso de sus hijos. Pero una orden de registro se demoró y tuvieron que quedarse. Él no lo dudó. «Así era Antonio, el servicio lo primero».

La simbiosis con sus compañeros era tal, dicen, que se entendían con mirarse. Todos destacan su visión policial y su conocimiento de la calle. «Pero además se manejaba muy bien en las bases de datos y ahora también en las redes sociales. Era súper inteligente», apunta otro agente. En la cabeza tenía «un auténtico disco duro», añade. Retenía datos y matrículas que recordaba en cualquier momento. Como cuando retuvo la de un coche que les llevó a desmantelar, cuando estaba en Robos, una banda de 'aluniceros' que pegó palos por toda Andalucía.

Antonio era hijo de policía, así que lo llevaba en la sangre. Ingresó en el Cuerpo hace 23 años. Su primer destino fue la comisaría de Usera-Villaverde, en Madrid, y pronto consiguió el traslado a su Málaga natal. Porque Antonio era de Benarrabá, un pequeño pueblo del Valle del Genal donde ahora se estaba construyendo una casita de campo para disfrutar con su familia. Antonio estaba casado con Vanessa, su pareja de siempre, y tenía dos hijos. La pequeña, de 14 años, es una virtuosa de hockey sobre hierba y el mayor, de 17, del ajedrez.

En Málaga recaló en la comisaría del distrito Oeste, donde echó raíces y creció como profesional. Allí ascendió a oficial y a subinspector, lo que le supuso un cambio de destino -solo por unos meses- a la comisaría de San Pedro Alcántara. Después regresó a Málaga, a un renovado Grupo de Robos que cuajó algunas de las más importantes operaciones contra bandas criminales de los últimos años por asaltos en viviendas, comercios y vehículos, algunos de ellos con botines millonarios.

Por eso Antonio acumulaba en su hoja de servicios centenares de felicitaciones públicas y dos cruces blancas al mérito otorgadas por el Cuerpo Nacional de Policía y una concedida por la Guardia Civil. En Comisaría ya se le echa de menos. Los Gotham, más. Batman ha perdido a Robin, pero su legado continúa en cada uno de los que compartieron patrullaje con él. «Todo lo que sé, se lo debo a él», apostilla uno de los fichajes más recientes del grupo.