Un viaje de película
CRUCE DE VÍAS ·
El límite de velocidad era de 75 millas por hora, pero yo iba bastante más lento. Me hubiera gustado abarcar con la mirada todo el panorama como los camaleonesVoy conduciendo y esquivo un camaleón poco antes de llegar a casa. Me bajo del coche y lo ayudo a cruzar la calzada. Admiro la ... lentitud y elegancia de los camaleones, la manera de mirar y ese afán por pasar inadvertidos. No se por qué el camaleón me trae a la memoria el viaje a California y Arizona. Aquel coche de alquiler que cogimos en Flagstaff y conduje por lugares de película. El límite de velocidad era de 75 millas por hora, pero yo iba bastante más lento. Me hubiera gustado abarcar con la mirada todo el panorama como los camaleones. Apenas había coches. Recuerdo el cielo azul, el paisaje volcánico y la huella del impacto de un meteorito en Meteor Mountain. Quizás el sol del mediodía y la sorpresa de cruzarme con el camaleón en la carretera solitaria me ha evocado Arizona.
Hay viajes literarios y viajes que recorren el mundo del celuloide. El Gran Cañón que tantas veces había visto en las películas del Oeste; Monument Valley, el territorio de John Ford que me hizo sentir la profunda emoción de haber regresado a casa; los altos cactus sahuaros del desierto de Sonora. La Ruta 66, San Francisco, Los Ángeles. Los escenarios que desde siempre me habían fascinado en las salas de cine ahora se mostraban reales delante de mis ojos. La Cachina que compraste en la reserva de los indios Hopi y la interesante explicación que nos dio el artista en aquel taller perdido en la nada. No nos cruzamos con ningún turista en Monument Valley. Los dos a solas entre caballos salvajes y las mesas de arenisca roja. El color de Arizona varía como la piel de los camaleones. No olvido las palabras de aquel indio navajo, dijo que llegaba un momento en la vida que era necesario abandonar la sombra del padre para encontrar la luz.
El Golden Gate, Alcatraz, la pendiente y retorcida Lombard Street, los tranvías, Coit Tower, Transamerica Pyramid, Chinatown; y tantos otros escenarios de la bella ciudad de San Francisco. El hombre camaleón se fija en cada detalle que lo rodea para guardarlo en la memoria y después expresarlo. Las escaleras que suben a la torre desde donde cae al vacío Kim Novak. Esta escena de Alfred Hichcock se rodó en El Presidio, al norte del Golden Gate Park, mirando hacia la bahía de San Francisco. Las caravanas de Wells Fargo. El motel donde nos hospedamos en Sunset Bulevard. Aquella tarde que se celebraba el estreno de una película y estábamos viendo desde lejos a los protagonistas cuando un coche se detuvo justo delante nuestra, se abrió la puerta del copiloto y apareció Arnold Schwarzenegger. Nos saludó como si nos conociera de algo y le devolvimos el saludo. Paseábamos despacio sobre las estrellas de la fama y cada nombre nos transmitía alguna escena espectacular. Las estrellas nos contagiaban su luz y su color, como sucede con los camaleones.
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