Trabajo y libertad
CRUCE DE VÍAS ·
Me lo tomé al pie de la letra y desde entonces decidí no trabajar a las órdenes de nadie que actuara como jefeMiro atrás, muy atrás en el tiempo y voy pasando lista a los trabajos que he ido desarrollando a lo largo de los años. Me ... licencié en Derecho pero no he ejercido la profesión. Sin embargo, la carrera todavía me ayuda a ver la vida desde otras perspectivas y guiarme por mis propias leyes. No olvido las palabras que pronunció el profesor de Derecho del Trabajo el primer día de clase: «¡Dejaros de tonterías!, el trabajo no dignifica sino que envilece al ser humano». Me lo tomé al pie de la letra y desde entonces decidí no trabajar a las órdenes de nadie que actuara como jefe. No recuerdo nada que me haya costado trabajo realizar salvo asistir a eventos y cumplir con ciertos compromisos sociales. Mi vida laboral ha consistido en hacer labores que hubiera realizado incluso sin cobrar un céntimo, me refiero a tareas, en cierto modo benéficas, como servir copas y contar historias. De hecho, sigo degustando a diario ambos placeres de manera sencilla y parsimoniosa. Tampoco olvido la época que pintaba cuadros y hacía exposiciones para después gastar en largos viajes el dinero de las ventas. Y aquel año que un banco me pagó por asistir a clases con el fin de nombrarme director de sucursal cuando finalizara el curso. Nada más lejos de mis propósitos, pero fue tan divertida la experiencia que la plasmé en un relato cómico. Miro atrás y regreso al pasado que nunca muere. Llega un momento en que la edad combina la memoria y el misterio para seguir manteniendo la curiosidad.
Hay trabajos que no tengo claro si los hice para ganarme la vida o simplemente deseaba practicar nuevas experiencias para más tarde escribirlas. En cualquier caso lo pasé muy bien en Barcelona con mi amiga Javiera vendiendo rosas por los bares y restaurantes del barrio de Gracia o trabajando en un anticuario del barrio Gótico. No eran trabajos forzosos sino todo lo contrario y además ganaba el dinero suficiente para satisfacer caprichos y cubrir necesidades. Durante un tiempo también me dediqué a escribir en revistas de viaje que me permitían combinar dos grandes pasiones: el viaje y la literatura. Ahora que estoy jubilado a medias y sin dejar de trabajar, reconozco que he tenido suerte. No es fácil conciliar trabajo y libertad. Supongo que en los tiempos que corren no hubiera conseguido sobrevivir como lo hice entonces. Aquella loca aventura de la vida. A veces recupero la imagen del joven que por las mañanas se confesaba al espejo repitiendo los versos de Pere Quart que ahora traduzco en prosa: Yo soy de una madera con demasiados nudos; ¿de quién será la culpa? ¿Trabajar para ellos? ¡Que trabaje Rita!... Siempre relaciono este nombre con el refrán que aprendí en la infancia: «¡Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no quita!».
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