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Médicos y agentes de policía de Nueva York atienden a un jovenque se ha lanzado de un sexto piso. AFP
«Si un suicida da el paso es porque quiere dejar de sufrir»

«Si un suicida da el paso es porque quiere dejar de sufrir»

3.941 personas se quitaron la vida en España el año que estalló la emergencia sanitaria, un récord. Los expertos piden al Gobierno un plan nacional de prevención

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Domingo, 28 de noviembre 2021

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Lo llaman paradoja de género y se cumple con una frecuencia que escapa a la lógica. Por cada mujer que se suicida hay tres hombres que ponen fin a su vida, mientras que por cada uno que lo intenta y no lo consigue hay tres mujeres en idéntica situación. «Dicho de otro modo, si yo estoy en un servicio de urgencias y me avisan de una tentativa, lo más probable es que se trate de una mujer, mayor de edad y con una ingesta medicamentosa. La cosa cambia si soy el forense. Si hay que levantar un cadáver, lo habitual es que se trate de un hombre, también adulto, y que el método utilizado sea el ahorcamiento».

Andoni Anseán, presidente de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio, lo ha visto todo. O eso pensaba, hasta que las estadísticas han confirmado sus peores temores. 2020, el año que estalló la pandemia, ha marcado el máximo histórico de muertes autoinfligidas en España: 3.941 personas se quitaron la vida, un 7,4% más que el ejercicio anterior. Once víctimas al día. Un fenómeno cada vez más presente en nuestra sociedad -es la primera causa de muerte no natural, seguida de los accidentes de tráfico (casi los triplica), los homicidios (13 veces más) y la violencia de género, que multiplica por 85. Con 300 casos contabilizados el pasado año es la segunda causa de muerte entre la juventud española -de 15 a 29 años- después de los tumores. Pero eso no es todo. Por cada suicidio hay veinte tentativas de quitarse la vida.

«Presión insoportable»

«La pandemia ha tenido un efecto devastador en este contexto y ha pasado factura a todos, desde niños y abuelos hasta sanitarios», sostiene Gloria Orozco, médico de atención primaria -. Los mayores que no podían valerse por sí mismos, se han sentido un estorbo, mientras que los adolescentes se han visto privados de un contacto fundamental para desarrollar su personalidad, lo que ha venido acompañado de un aumento de las adicciones -internet, videojuegos-. Y eso ha sido así por la dificultad de comunicar, de establecer un contacto h abitual. Hemos perdido nuestra red social más importante -describe- tomar un café con los amigos como manera de hacer terapia, de conjurar los problemas».

DATOS

  • 7,4% crecieron las muertes por autolisis en España en 2020, pasando de 3.671 a 3.941. El País Vasco es la comunidad autónoma donde esta subida fue mayor, nada menos que el 30,7%.

  • 11 personas se quitan la vida al cabo del día en nuestro país. La realidad esconde otro dato brutal: por cada uno que lo consigue, veinte lo intentan, aseguran desde Funespaña.

  • 2.930 hombres se suicidaron el año pasado frente a 1.011 mujeres (74%-26%). Son ellas, sin embargo, las que acaparan las tentativas: por cada hombre que lo intenta hay 3 mujeres.

  • 2,7 El suicidio es la principal causa de muerte no natural. Hay 2,7 por cada accidente de tráfico, 13 por cada homicidio, 85 por cada víctima de violencia de género.

«Existe la creencia de que el suicidio es una decisión libre, pero eso es porque olvidamos que se toma sometido a una presión insoportable», dice contundente la psicóloga Patricia Gutiérrez. «Si la persona no sufriera, si tuviera capacidad de resiliencia y los recursos y apoyos necesarios, no pensaría en la muerte, algo que genera angustia, miedo y que va en contra de nuestra naturaleza».

No hay una única causa, como tampoco una fórmula que valga para todos. «Influyen factores biológicos, psicológicos y sociales. Una difícil situación económica, problemas con la pareja, en el empleo, que tenga una enfermedad grave de base y que eso agudice la situación de conflicto... La persona que colapsa lo hace después de callar mucho, de sumergirse en una espiral de autoexigencia donde los demás no cuentan, ya sea por vergüenza o por no preocuparles». Una situación tóxica que, conforme pasa el tiempo, la mente ve como algo irresoluble, que va a durar siempre y, por lo tanto, insoportable. «Urge acabar con la idea de que el suicida busca llamar la atención. Si da el paso es porque quiere dejar de sufrir, no porque no tenga ganas de vivir».

Escuchar, sin poner etiquetas ni emitir juicios, puede salvar vidas.
Escuchar, sin poner etiquetas ni emitir juicios, puede salvar vidas. AFP

La clave es la comunicación. O la falta de ella, coinciden los expertos. «Hablar de nuestras emociones es algo que cuesta muchísimo porque da la impresión de que descubres tu vulnerabilidad», explica Patricia Gutiérrez. «Nos cuesta mucho gestionar el mundo emocional, el nuestro y el de enfrente, quizá porque cuando alguien nos dice 'estoy sufriendo' pensamos que espera de nosotros una solución que no somos capaces de dar, cuando en realidad lo único que quiere es alguien que le escuche». Hace falta mucha piel, añade la psicóloga, «tomar un café, dar un paseo, hasta ver una serie en paralelo y luego comentarla, porque si alguien está pensando en el suicidio y quedamos con él un miércoles, tiene un motivo para aguantar otra semana más».

El bombero que cambió su vida

También saber escoger las palabras. 'No es para tanto', 'Y tú de qué te quejas', 'Si tú ya has pasado por esto'... llevan a menudo una carga de juicio que no hace sino abrir más ese abismo.

Sergio Tubío es bombero en Madrid e impulsor de la Unidad de Intervención de Tentativa de Suicidio. Hace diez años acudió a rescatar el cuerpo de un adolescente que se había lanzado desde un séptimo piso y aquel episodio cambió su vida. «Me bloqueé. Había tenido ya al mayor de mis hijos y el segundo venía en camino, y no pude evitar ponerme en la piel de esos padres. Comprendí que no tenía ni idea de los motivos que pueden llevar a un chaval a hacer eso, y menos en una zona próspera como era aquella».

Enrique Parada | Emergencias

«Esto no va de valentías ni de cobardías. Hay que estar dispuesto a oír al otro y sus razones, incluso decirle que siempre hay tiempo para suicidarse»

Sergio Tubío | Bombero

«Nos hemos olvidado de escuchar a los demás. A veces basta eso para que estas personas rebajen sus niveles de ansiedad y ventilen emocionalmente»

Desde entonces, Tubío se ha enfrentado a muchas situaciones en las que una palabra mal escogida, un gesto, puede servir de acelerante, y eso, cuando tu interlocutor tiene los pies en una cornisa, no deja indemne a nadie. «Los profesionales de las emergencias tienen hasta ocho veces más posibilidades de caer en ese pozo negro, precisamente por asomarse a ese abismo con más frecuencia», sostiene Enrique Parada, psicoterapeuta, que sabe por experiencia propia lo que es perder a alguien con quien trataba por teléfono de hallar una salida.

Quienes han sobrevivido a su conducta suicida, relata Tubío, «confiesan a menudo que cuando trataban de buscar ayuda se topaban con un muro de incomprensión».

«Estamos ante una cuestión de salud emocional, no de valentías o cobardías. Nadie está a salvo», asegura el psicoterapeuta Parada, que ya pasó por el suicidio de su madre. «Hay que empezar por los cimientos, estar dispuesto a escuchar el dolor del otro y decirle que respetas los motivos que le han llevado ya sea a encerrarse en una habitación llena de fármacos o a subirse a una barandilla. Fíjese la frase que nos permitimos decir: 'La opción de suicidarte siempre está ahí'. Y eso es así porque a menudo son el propio estrés o el sufrimiento abrumador los que ocultan una posible salida, o no te dejan ver el dolor que vas a dejar detrás».

La culpa

Por que si algo caracteriza a este fenómeno es la onda expansiva que desata a su alrededor, los efectos devastadores que tiene en familiares y amigos, víctimas colaterales -'supervivientes' se autodenominan ellos- a los que la noticia del suicidio sorprende en la mayoría de los casos totalmente desprevenidos.

La culpa. Un ácido corrosivo que se nutre de preguntas irresolubles. ¿Hice lo bastante? ¿Debí actuar de otra forma? ¿Qué pasé por alto? Parada se refiere a ella como un generador de emociones. «El problema es cuando se enquista, cuando deja de representar un mensaje útil de aprendizaje». ¿Cómo se convence a una madre de que la vida sigue cuando lo que más quiere se ha quitado de en medio? «Quien ha perdido a un hijo o a un amigo le cuesta mucho reconectar con el bienestar porque se siente egoísta. ¿Cómo disfrutar si el otro no puede hacerlo?», reflexiona Patricia Gutiérrez. «Hablamos de gente que se repite, una y mil veces, por qué no fue capaz de captar las señales. «Hay que lanzar un mensaje muy claro al entorno más próximo: si quien está sufriendo no levanta la mano, no pide ayuda, los demás no tenemos capacidad de adivinación».

Andoni Anseán no oculta su preocupación por el actual estado de cosas. «Hay sensibilidad hacia el consumo de drogas o la violencia de género. Y está bien que así sea. Pero en el camino hemos dado la espalda al suicidio, a menudo por el estigma con que carga. ¿Acaso alguien puede decir que 80.000 tentativas al año no justifican un Plan Nacional de Prevención? Sin embargo, nunca ha sido una prioridad de los gobiernos, ni de éste ni de los anteriores».

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