«El estrés o la tristeza pueden activar respuestas inflamatorias en el cuerpo», asegura una experta
«Sentirse mal con el cuerpo puede aumentar el estrés, y este a su vez potenciar la inflamación», explica la especialista en Nutrición
Europa Press
Lunes, 21 de julio 2025, 00:03
Al igual que los procesos inflamatorios crónicos pueden provocar «fatiga, ansiedad, dificultades de concentración o cambios de humor, estados emocionales como el estrés, la tristeza ... o el aislamiento social pueden activar respuestas inflamatorias en el cuerpo». Así lo afirma la profesora, especialista en Nutrición y Bromatología en la Universidad Pablo de Olavide, Griselda Herrero, directora además de uno de los Cursos de Verano -'Inflamación y salud: del mito a la evidencia'- de la UPO.
La experta ha incidido en que la palabra «inflamación» se ha convertido en un término «recurrente» en el ámbito de la salud y la nutrición, pero que su uso está lleno de «confusión y desinformación».
Herrero ha recordado, que la inflamación es «un proceso natural del organismo, una respuesta biológica necesaria para la defensa y reparación ante amenazas como infecciones o heridas». Por ello, ha explicado que «el problema aparece cuando esta respuesta se cronifica sin una causa aparente. Entonces se convierte en un estado de alerta permanente que puede dañar tejidos y órganos».
A diferencia de la inflamación aguda, que presenta «síntomas evidentes» como «enrojecimiento, dolor o hinchazón», según la experta, «la inflamación crónica se manifiesta de forma más sutil: fatiga persistente, dolor difuso, problemas digestivos, fiebre leve o alteraciones del estado de ánimo».
Esta respuesta inmunitaria prolongada «puede convertirse en un factor común en enfermedades tan dispares como el cáncer, la depresión, las patologías autoinmunes o los trastornos metabólicos».
Conexión entre inflamación y salud mental
Uno de los aspectos más relevantes abordados en el curso ha sido la conexión entre inflamación y salud mental, donde Herrero ha advertido que «el sistema nervioso central también se ve afectado por procesos inflamatorios crónicos».
Según ha afirmado, el estrés crónico, en particular, «desempeña un papel fundamental», ya que la exposición prolongada al cortisol -hormona que inicialmente reduce la inflamación- «puede conducir a una desregulación que agrava el problema».
Además, ha señalado que «esta situación repercute en la percepción corporal y el estado anímico, generando un círculo vicioso». «Sentirse mal con el cuerpo puede aumentar el estrés, y este a su vez potenciar la inflamación. Es un ciclo difícil de romper que afecta profundamente al bienestar general», ha explicado la profesora.
Para Herrera, este vínculo «también se observa en los procesos de envejecimiento». El llamado 'inflammaging' -una inflamación de bajo grado, sostenida y silenciosa- «contribuye al deterioro celular y al desarrollo de enfermedades como Alzheimer, diabetes o arteriosclerosis. Aunque se trata de un fenómeno fisiológico, su progresión puede acelerarse por factores ambientales y emocionales».
No existen alimentos mágicos
En el terreno de la nutrición, ha rechazado la noción de «alimentos mágicos» con propiedades antiinflamatorias y apuesta por «patrones dietéticos sostenibles».
«No se trata de demonizar ni glorificar alimentos aislados, sino de construir hábitos consistentes y adaptados a cada persona», ha sostenido, a la vez que ha aportado que «una dieta equilibrada rica en frutas, verduras, pescado azul, aceite de oliva, legumbres, frutos secos y cereales integrales puede ejercer un efecto antiinflamatorio».
Pero para la especialista, «la clave está en el conjunto: calidad del sueño, actividad física, manejo del estrés y eliminación de tóxicos como el tabaco son pilares fundamentales para prevenir y reducir la inflamación persistente».
Finalmente, Herrero ha advertido del riesgo de banalizar el concepto de inflamación en los discursos mediáticos y comerciales. «Se ha convertido en una palabra de moda, y eso puede llevar a mensajes alarmistas o culpabilizadores», ha denunciado.
Además, ha subrayado la necesidad «de actuar con rigor, escuchar cada caso de manera individual y no caer en diagnósticos apresurados ni recomendaciones generalizadas».
«La salud es compleja y multifactorial. No podemos reducirla a etiquetas ni basarla en modas. Hay que actuar con ciencia, evidencia y empatía», ha concluido la directora del curso.
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