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Ellen MacArthur, Premio Princesa de Cooperación 2022. AFP/Vídeo: E. P.

Ellen MacArthur, Premio Princesa de Cooperación Internacional 2022

Tras retirarse del deporte, la exregatista británica creó una fundación que lleva su nombre y que impulsa la economía circular en gobiernos, instituciones y empresas

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Jueves, 9 de junio 2022, 12:02

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Frente al cambio climático, la lucha por un planeta más justo y sostenible se impone y la exregatista británica Ellen MacArthur (Derbyshire, 1976) acaba de alzarse con el Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2022 por su trabajo al frente de la fundación que lleva su nombre, creada en 2010 con el objetivo de acelerar la transición a la economía circular en gobiernos, instituciones y empresas.

Convencida de que se ha convertido en una de las soluciones más eficaces para garantizar el desarrollo sostenible y de que «el presente modelo económico de 'extraer, producir, desperdiciar' está llegando ya al límite de su capacidad física», MacArthur y su gente trabajan desde entonces para generar beneficios para diferentes personas, lugares y culturas en todo el planeta. Y eso implica disociar la actividad económica del consumo de recursos finitos y eliminar los residuos del sistema desde el diseño. Respaldado por una transición a fuentes renovables de energía, el modelo circular crea capital económico, natural y social y se basa en tres principios: eliminar residuos y contaminación desde el diseño, mantener productos y materiales en uso y regenerar sistemas naturales.

Con un equipo diverso de más de 25 nacionalidades ubicado en su sede en la Isla de Wight (Reino Unido), la fundación actúa ya codo con codo con socios de América Latina, América del Norte, Asia y Europa en sectores que van de la moda a la alimentación, pasando por impulsar la movilidad eléctrica en las ciudades.

Solo en el viejo continente, explican en la web de la fundación, «el modelo actual de crecimiento es lineal y dependiente de recursos finitos, lo que expone los países a la volatilidad de los recursos, al aumento limitado de productividad y a una gran pérdida de valor mediante el desperdicio». Así que, según su informe 'Growth Within', de 2015, «la transición hacia una economía circular podría sumar 900 billones de euros adicionales al PIB europeo hasta el 2030, además de aumentar el ingreso familiar en 3.000 euros al año y reducir las emisiones de CO2 a la mitad».

Un reto a la altura de una mujer como Ellen MacArthur, que, con solo 28 años, en 2005, recibió un recibimiento multitudinario en el puerto de Falmouth y el aplauso general de sus compatriotas tras batir el récord de velocidad en la circunnavegación del planeta establecido un año antes por el francés François Joyon.

MacArthur empleó 71 días, 14 horas y 18 minutos en recorrer más de 27.000 millas, en un recorrido que partió de la ciudad bretona de Ushant y la llevó por el Cabo de Buena Esperanza, el sur de Australia y Nueva Zelanda, Tierra de Fuego y de regreso a Ushant.

Ellen MacArthur, Caballero de la Legión de Honor y Dama Comandante de la Orden del Imperio británico, se había convertido en un personaje popular al aparecer en una regata transatlántica como la chica menuda y joven con un tesón a pruebas de tempestades y capaz de competir con los marinos más avezados del mundo.

Nació en la comarca inglesa de Derbyshire, que no tiene costa, pero le fascinaban las lecturas sobre mares y navegación cuando era una niña. Llegó a guardarse el dinero que sus padres le daban para pagar las comidas escolares con el fin de ahorrar para la compra de su primer bote y, con solo 18 años, ya había dado la vuelta a las islas británicas como navegante solitaria.

El acta del jurado destaca que «Ellen MacArthur trabaja con su fundación para cambiar el actual paradigma de producción y consumo mediante un aprovechamiento de los recursos basado en la reducción, la reutilización y el reciclaje de materiales de forma sostenible» y que «su capacidad de promover alianzas con gobiernos, empresas, instituciones científicas y sociedad civil ha contribuido a forjar el primer gran acuerdo internacional que será jurídicamente vinculante contra la contaminación por plásticos».

El jurado valoró, además, «su trabajo para fomentar un cambio en la cultura de producción y consumo responsable en la industria textil, entre otros de sus grandes compromisos».

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