Palabra de Clinton

Hillary y Bill Clinton bailan en las celebraciones de Año Nuevo de 2009 en Times Square (Nueva York).
Hillary y Bill Clinton bailan en las celebraciones de Año Nuevo de 2009 en Times Square (Nueva York). / Peter Foley/efe
  • Bill ha ganado más de 80 millones en doce años dando charlas, con un récord de 550.000 euros por una intervención. Su esposa Hillary se ha sumado a esa actividad tan rentable

Para ser una oradora cotizada, de las de 200.000 dólares o más por charla, a Hillary Clinton se la ve últimamente un poco torpe con las palabras. Desde que editó sus memorias hace un mes, la ex secretaria de Estado y probable candidata a la presidencia ha metido la pata en un par de entrevistas. Y lo ha hecho de mala manera, porque lo peor para sus presuntas aspiraciones actuales sería ganarse la hostilidad del pueblo: primero, en su aparición en un programa de la cadena ABC, explicó que su familia estaba «completamente arruinada» cuando Bill dejó el Despacho Oval y que tuvieron que esforzarse para afrontar «las hipotecas de las casas», con ese plural inmobiliario tan poco simpático, y más tarde ha completado el desaguisado al tratar de enmendarlo para el diario británico ‘The Guardian’, donde estableció una distinción entre ellos, que han «trabajado duro», y las personas «verdaderamente pudientes».

El problema es que su marido, Bill Clinton, ha cobrado en doce años la friolera de 105 millones de dólares (en torno a los 85 millones de euros) a base de pronunciar conferencias por todo el mundo, una tarea a la que Hillary se ha sumado con entusiasmo desde principios del año pasado, cuando salió del Gobierno, aunque las cifras de ella no están disponibles públicamente. A esos emolumentos habría que sumar, por supuesto, lo que han percibido en concepto de pensiones, los buenos millones que les han pagado por escribir libros y el fruto de sus inversiones, aunque lo más llamativo del conjunto sigue siendo el ‘trabajo duro’ de sus picos de oro, tan activos y tan rentables. El ‘Washington Post’ ha publicado un pormenorizado dosier sobre los ingresos de Bill Clinton por este concepto entre 2001 y 2012, que permite comprobar detalles como que, en una ocasión, logró rebasar el millón de dólares en solo dos jornadas.

Antes de nada, habría que reconocer que existe cierta unanimidad sobre la calidad de Bill Clinton como conferenciante. El expresidente es un tipo ameno e inteligente, que trata a sus oyentes como seres pensantes y sabe salpicar sus discursos de anécdotas sobre su infancia en Arkansas o su paso por la Casa Blanca. Y, por supuesto, es capaz de disertar sobre cualquier asunto vinculado, aunque sea lejanamente, al liderazgo y la gobernanza. «Bill Clinton seguramente sea, junto a Reagan, el presidente con mayor dominio de la escena y de la comunicación pública. No es esclavo del ‘teleprompter’: él tiene un guion y añade y mejora el discurso sobre la marcha, dando ritmo y énfasis a sus palabras. Tiene gran habilidad para la improvisación, establece siempre contacto visual y es un gran contador de historias», analiza el politólogo bilbaíno Yuri Morejón, residente en Nueva York, consultor de comunicación pública y autor del documental sobre Hillary Clinton ‘The Human Side Of A Leader’.

La intervención mejor pagada

Pero muchos ciudadanos estadounidenses, pese a conocer la habilidad casi mágica de Bill con las palabras, siguen sorprendiéndose de sus abultadas tarifas. De las 542 charlas que ha ofrecido en los doce años repasados por el ‘Post’, la mejor pagada fue su intervención en un congreso de 2011 organizado en Hong Kong por la compañía Ericsson, donde ingresó más de 550.000 euros. Habló allí sobre «el poder de las redes creativas para impulsar la educación», y en las fotografías del evento se le aprecia lógicamente satisfecho. Las siguientes en la tabla son dos conferencias pronunciadas en Lagos (Nigeria) en 2011 y 2012, con ocasión de la entrega de los premios que concede un grupo de comunicación. Le dieron más de 500.000 euros por cada una, aunque también es verdad que el hombre se prestó a ocuparse de «la función muy importante» de entregar los galardones, según relataba con orgullo el periódico organizador del evento.

Tres horas en Sevilla

En la lista aparecen al menos seis bolos de Bill Clinton en España. Por cada uno de ellos se embolsó entre 200.000 y 280.000 euros. Ya en 2001 tuvo tres, contratados por la empresa Seellger y Conde, la Fundación Rafael del Pino y la Fundación Varsavsky. En 2003, le trajo a Barcelona la Cámara de Comercio Estadounidense en España. Dos años después, habló en Canarias contratado por la firma Blex S.L., y en 2009 fue la Confederación de Empresarios de Andalucía la que pagó por tenerle en Sevilla. Esta última cita sirve como ejemplo del desarrollo de uno de estos compromisos: el expresidente llegó desde Dubái en avión privado y permaneció unas tres horas en la capital andaluza, lo estrictamente necesario para sus 53 minutos de charla –más diez minutos extra para responder dos preguntas planteadas por el presidente de la confederación– y para visitar la Giralda, donde recordó su primera vez en Sevilla, cuando llegó como un «estudiante pobre». ¿Qué dijo a su audiencia de 700 empresarios? Entre otras cosas, que España había hecho «muchas cosas bien» y que él está convencido de que «el siglo XXI será el más emocionante y próspero de la Humanidad».

Con estos referentes, no parece raro que Hillary se lanzase a dar charlas en cuanto cesaron sus responsabilidades públicas. Ha elegido para que lleve sus asuntos a la misma agencia que su marido, Harry Walker, un gigante del sector que también representa en exclusiva a Kofi Annan, Alex Ferguson, Shaquille O’Neal, el cantante Bono, la reina Noor o Ingrid Betancourt, en su vertiente de oradores. Igual que su esposo, Hillary es una conferenciante de amplio espectro, que puede hablar igual de política sanitaria que de la Primavera Árabe, y también tiene sus truquillos, como las referencias admirativas a su madre, Dorothy. Su agenda está mucho menos fiscalizada que la de Bill, pero se sabe, por ejemplo, que el año pasado ingresó en torno a 1,3 millones de euros con las charlas pronunciadas en ocho universidades estadounidenses, justo en una época en la que se están incrementando los costes de matrícula. Varias asociaciones de estudiantes han protestado por esta circunstancia, aunque la mayor parte de los centros educativos han aclarado que el dinero provenía de donaciones privadas o de fondos destinados exclusivamente a este tipo de actos. Por su parte, los portavoces del expresidente y su esposa siempre puntualizan que gran parte de lo que recauda el matrimonio va a parar a la Fundación Clinton.

Conflictos de intereses

El contraste entre las lamentaciones de Hillary y lo que muchos ven como dinero fácil ha alimentado la controversia en Estados Unidos. Los republicanos han cubierto de reproches a la que puede ser sucesora de Obama, además de apuntar que estarán muy atentos a las identidades de sus contratadores, por si se producen conflictos de intereses con una hipotética actividad presidencial. «No creo que volar en ‘jets’ privados y ganar 250.000 dólares por una charla se pueda considerar trabajo duro», ha rechazado el presidente del Comité Nacional Republicano, Reince Priebus. Otras voces han salido en defensa de la pareja y han reducido el asunto a estrictos términos de oferta y demanda: contratar a un orador de este nivel, sostienen, es una garantía de que el evento superará las previsiones más optimistas.

El politólogo Yuri Morejón se muestra de acuerdo con esta visión: «Bill Clinton es el presidente vivo mejor valorado por los estadounidenses y comparte podio general con históricos como Lincoln y Reagan –plantea–. El impacto mediático, la repercusión empresarial y las dosis de influencia que les garantiza a las firmas la presencia de Clinton a buen seguro valen más que esos 250.000 euros de media que él gana por conferencia».