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La Virgen del Gran Perdón desborda Málaga en su procesión extraordinaria por el centenario del Prendimiento
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Miles de personas se echan a la calle para presenciar el paso de la Dolorosa, sobre su trono de Semana Santa, por un largo recorrido de más de once horas cargado de momentos especialesSi hay una hermandad en Málaga que podría llevar el adjetivo de 'grande' en su título esa es la del Prendimiento. Su historia, con un ... siglo detrás, el número de sedes por las que ha pasado, cuatro –la Victoria, Santo Domingo, el Carmen y la Divina Pastora–, su grupo escultórico, con siete figuras, el tamaño de sus tronos y hasta el nombre de su Virgen, Gran Perdón, lo dicen todo. La advocación que recibió esta Dolorosa malagueña, salida de las gubias de Andrés Cabello Requena y tallada en las dependencias de la antigua escuela de formación profesional Francisco Franco a finales entre 1956 y 1957, fue toda una declaración de intenciones y este 12 de octubre, Día de la Hispanidad y festividad de Nuestra Señora del Pilar, esa grandeza se ha hecho más visible, si cabe, cuando la Málaga cofrade ha asistido, con el ánimo jubiloso y las emociones a flor de piel, a lo que muchos ya han llamado la procesión 'de la coronación', pero sin decreto, de la Reina de Capuchinos, ritual que anhelan los hermanos y devotos de esta corporación del Domingo de Ramos desde años atrás, si bien las actuales normas de la Iglesia malagueña lo impiden al no contar la imagen con un siglo de antigüedad, que sí la hermandad. 'Capuchinos te sueña coronada', decía unas de las grandes lonas colocadas en la Alameda del barrio como huella efímera de un deseo puro, verdadero y perdurable. Más contundente no podía ser el mensaje.
Durante cuatro días, desde el jueves 9 hasta este domingo, 12 de octubre, la ciudad ha subrayado su legado cofrade, de fe y tradición, que nunca lo perdió, pese a los contratiempos que ha debido superar a lo largo de su historia, transformándose en un escenario de intensa emoción y devoción para agasajar a la Virgen del Gran Perdón. Las calles de El Ejido, Capuchinos, El Molinillo y el Centro Histórico llevaban días engalanadas con flores de papelillo, colgaduras y reposteros, y entre adornos y adornos –menudo trabajo desarrollado por los jóvenes de la cofradía–, lazos rosas recordaban el compromiso de la hermandad con la Asociación Española Contra el Cáncer, ese lazo que también porta habitualmente la Virgen junto a una flor de iris blanco, símbolo de vida y esperanza. Todo estaba dispuesto para vivir un acontecimiento grandioso: la procesión extraordinaria de la Virgen del Gran Perdón por el centenario de la Hermandad del Prendimiento.
Málaga vivía este domingo, pues, una tarde diferente a la de los días anteriores. Los puestos de castañas y el color del cielo, grisáceo, cuando se levantó la ciudad, y azul eléctrico, cuando empezaba a acostarse, indicaban que la estación del otoño ya se había instalado. Sin embargo, la buena climatología y el ambiente que se respiraba en los alrededores de la Catedral y, por supuesto, en la calle Alcazabilla, invitaban a soñar con un Domingo de Ramos esplendoroso, como el que ansía cualquier cofrade cuando se acerca el pórtico de la Semana Santa, pero, eso sí, en octubre, el mes de rosario que, por la mañana, se encargaron de recordar las hermandades de El Rico y la Mediadora, con la salida a la calle de sus titulares marianos, y Viñeros, en su caso, por la tarde, mientras que en El Perchel y El Palo, la Virgen del Rosario hizo lo propio el sábado.
En el interior de la casa hermandad de los Estudiantes se palpaban los nervios y la emoción contenida. Y en la calle, los más capillitas, que mostraban caras de felicidad y vestían el 'outfit' que los identificaban, grababan con sus teléfonos móviles los momentos previos para difundirlos en sus cuentas de redes sociales. Algunos, entretanto, comentaban cómo había sido el vía crucis magno de Córdoba del día anterior, y otros, menos capillitas pero tan importantes como los más apegados al orbe cofrade, cogían posiciones y eran reconocidos por la vestimenta futbolera de los domingos; es decir, con la camiseta del Málaga y alguno que otro, con la elástica de su rival. En Alcazabilla se podía ver la otra cara de la pasión. «A ver si la Virgen nos echa una mano hoy contra el Dépor», comentaba Manuel Fernández entre risas antes de presenciar la salida de la titular del Prendimiento y emprender el rumbo hacia La Rosaleda, el templo de los malaguistas. Había tiempo para disfrutar, primero, y sufrir, después.
El trono, de hiperbólicas dimensiones y con ese repujado de plata que contrastaba con el dorado de las guirnaldas de flores de talco dispuestas en el cajillo, aguardaba aún en el interior de la casa hermandad de los Estudiantes bajo el fulgor de los cirios de la candelería y los arbotantes, y con la Virgen vestida con su saya azul bordada en oro, su toca, su manto de procesión de Rodríguez Sanz, y con su corona de plata blanca y sobredorada, que contiene en el centro del canasto la figura de la Inmaculada, tallada en marfil, copia de la que se encuentra en la plaza de Capuchinos. «María es la mujer sencilla que arrastra masas fortaleciendo nuestra pobre fe e iluminándonos en el camino del perdón», dijo el deán de la Catedral, José Manuel Ferrary, en su homilía del viernes. La escena era majestuosa. La Sagrada Familia bordada en sedas para la gloria del techo del palio, el resplandor de los enormes arbotantes que diseñara el desaparecido Eloy Téllez y el enorme manto de la Dolorosa completaban el monumental conjunto. Estaba a punto de ocurrir algo histórico.
Salida
A las 18 horas se puso en marcha el cortejo. La cruz guía, flanqueada por dos faroles, intentaba avanzar entre la multitud con mucha dificultad. Ya nadie se movía de su sitio. Agentes de la Policía Local se veían superados por el número de devotos. «Aquí llevo una hora para que te pongas delante de mí», voceaba una señora, que, como un Jueves Santo cuando sale La Legión, reclamaba su metro de pavimento en propiedad. La calle se había quedado pequeña, muy pequeña, para un acontecimiento tan grande, como el trono de la Dolorosa. La comitiva seguía avanzando con un centenar de hermanos con largos cirios blancos, estandartes marianos, casi 40 mujeres ataviadas con la clásica mantilla española, el guion, la presidencia, con presencia del presidente de la Agrupación de Cofradías, José Carlos Garín, el director espiritual de la hermandad, Rafael Pérez Pallarés, y la concejala de Cultura, Mariana Pineda, entre otras autoridades, además de un representante del hoy IES Rosaleda, Javier Torrecilla, centro donde se talló la Dolorosa allá en la década de los 50 del siglo pasado.
La escena que, a continuación, iba representarse se idealizaba cuando menos grandiosa, con la Alcazaba de fondo, que servía de palco improvisado para sus visitantes, y un poco más arriba, el teatro romano. Siglos y más siglos.
¡Silencio! El hermano mayor de los Estudiantes, Jorge Alcántada, daba los primeros toques de campana y, de inmediato, el trono daba sus primeros pasos. Sonaban los primeros acordes de la banda de música Virgen del Rocío, que también participó en el traslado procesional de ida, y la Dolorosa del Gran Perdón se asomaba al corazón de Málaga entre aplausos y el sonido de las campanillas. La Madre del Señor del Prendimiento ya estaba en la calle. Eran las 18.10 horas. El Himno Nacional anunciaba la partida. Y, seguidamente, sonaba la marcha del centenario, 'La tarde azul', de Francisco Javier Criado. Las cajas chinas cobraban especial protagonismo en esta alegre composición del joven autor de 'Puerta del Cielo', su carta de presentación y su regalo más preciado para la Novia de Málaga, que, como no podía ser de otra manera, también fue interpretada más tarde, en concreto, en la calle Larios.
El trono, llevado por 250 portadores, a los que se sumaban 37 más, del 'Arca Capuchinera', avanzaba lentamente, como si flotara sobre el agua Desde los balcones de las casas hermandad de los Estudiantes y Sepulcro solo se veían cabezas y un barco de plata con baldaquino, el trono, que navegaba suavemente con la mar en calma. «Un pasito a la derecha», gritaba el capataz del varal H, Aitor Alcántara, a los portadores, que vestían la túnica blanca de la conmemoración. Las barrocas y plateadas cabezas de varal impresionaban a propios y extraños por el tamaño. El olor de las flores que exornaban el conjunto y el incienso que perfumaba la atmósfera daban como resultado un aire casi celestial. De las ánforas laterales y cráteras brotaban calas mini, rosas de jardín, rosa colombiana y rosas de pitiminí, todas en color rosa claro, y flor de algodón, suculentas y senecio. Y en las jarritas delanteras, hypericum y lisianthus en tonos rosas.
El ambiente, el enclave, el conjunto procesional y el tiempo climatológico no podían ser más extraordinarios. La ocasión lo merecía y también estos cofrades, de ayer y hoy, que tanto han trabajado durante este primer siglo, no exento de contratiempos, para que la hermandad sea lo que es en la actualidad: una gran cofradía. El extinto taller de Empleo ayudó, y mucho, a que el componente patrimonial creciera a la par que el humano. Antonio Castro y Amador Sanz lideraron la cofradía a partir de 1925, Juan Navarrete la recuperó en 1949, después de una década, la de los 30, nefasta para las cofradías malagueñas, y cuando la Semana Santa volvía a atravesar por un momento cuando menos delicado durante los primeros años de la transición, llegarían los niños del Prendimiento y con ellos, familias enteras: Pedro Gallego, con solo 18 años, cogía el timón en 1981. Doce años después lo haría su hermano de sangre, Jaime, ya con 39, al que le siguió Salvador Pozo en 2012, y, finalmente, Juanma Gutiérrez, desde 2021 a la actualidad. Los cuatro últimos hermanos mayores, presentes en la procesión, se mostraban felices como aquellos niños con zapatos nuevos que levantaron la cofradía junto a otros cofrades.
De igual modo, dichoso estaba uno de los miembros de la comisión externa del cortejo, Francisco López Satorre. Y lo exteriorizaba por lo que acontecía en ese momento y porque el siglo de la corporación quedará escrito en una próxima publicación que prepara junto a otros hermanos e investigadores y que, como comentaba con entusiasmo, promete nuevas aportaciones.
La procesión seguía su curso y, como viene ocurriendo en otras salidas conmemorativas, cada rincón del recorrido guardaba una sorpresa, un acto de amor y devoción por la Virgen del Gran Perdón, en participar, y por la Hermandad del Prendimiento, en general, ya que cien años de historia bien merecía una celebración especial. Capuchinos había bajado al Centro y con su Dolorosa quería regresar a casa. Nadie quería perderse esta procesión gloriosa, protagonizada por una imagen pasionista, que será recordada para la eternidad y que devolvía a Málaga su esencia más verdadera.
Con 'Madre Hiniesta', de Manuel Marvizón, decía la Virgen adiós a los hermanos de los Estudiantes. El trono giraba hacia la calle Císter, donde la comparsa de Churriana le dedicó a la Virgen unas letras cantadas tras los pertinentes tres toques de campana para bajar el trono. De nuevo otros tres toques para levantarlo y echar a andar, unos metros más adelante, cayó una lluvia de pétalos y hubo gritos de viva.
Todavía en Císter, a la altura del Patio de los Naranjos, la coral Stella Maris de Torre del Mar interpretaba una malagueña clásica, que fue correspondida con aplausos de los allí presentes. La procesión extraordinaria de la Virgen del Gran Perdón solo había comenzado. El trayecto era largo, como luego sería la noche, pero merecía la pena dejarse llevar por los sentimientos sin complejos. La cofradía mostraba su enorme personalidad en la calle. Su estilo, inconfundible, que no deja a nadie indiferente para bien, casi siempre, o para mal, para algunos, pero es el suyo y es lo que la define. Aquí no hay medias tintas. Todo es grande, como el perdón de su Virgen, y auténtico.
Dejada atrás la Catedral, donde la imagen mariana presidió la misa del centenario el viernes y estuvo en besamanos ayer sábado, la comitiva giró hacia la calle San Agustín con 'Reina de San Román', de Ginés Sánchez, y de ahí, nuevo y dificultoso giro de 90 grados hacia Duque de la Victoria para desembocar en la plaza del Siglo ponerse, otra vez, en dirección al templo catedralicio, pero ahora el propósito era alcanzar la fachada principal que da a la plaza del Obispo, recorriendo toda la calle Molina Lario hasta llegar a Strachan. Precisamente, en la plaza donde se levanta el Palacio Episcopal sonó otra marcha de Ginés Sánchez dedicada a la Patrona de la ciudad y la diócesis, 'Málaga, a su Virgen de la Victoria', y para el giro hacia Strachan, turno para todo un clásico: 'Pasa la Virgen Macarena', de Gámez Laserna, que logró pellizcar el alma de muchos devotos, como también ocurriría cuando la Virgen entró en una calle Larios de bote en bote, mientras la banda del Rocío, que se crecía cada vez más, atacaba con el 'Himno de Coronación de la Esperanza', y 'Coronación de los Dolores', ambas de Perfecto Artola, el padre de la música procesional en Málaga.
La plaza de la Constitución era otro de los puntos señalados en rojo por los hermanos del Prendimiento, ya que allí hubo cantes por Malagueñas, a cargo del coro Aire Andaluz, y baile, por parte de las hermanas Mercedes y Dolores Vargas, y un poco antes, a las 20.40 horas, la banda tocaba 'Pasan los Campanilleros', de Manuel López Farfán.
Mientras el trono se ubicaba en la plaza de la Constitución, el cortejo ya se desplegaba por Cisneros, el frente de procesión, y Especería. Ahora tocaba callejear por vías que bien conoce la Hermandad de la Cena y fue en las inmediaciones de su casa hermandad, en la calle Compañía, donde se produjo el relevo de los portadores, dado que la alta demanda propició la organización de dos turnos.
Tribuna de los Pobres
La emblemática Tribuna de los Pobres, un rincón imprescindible de esta cofradía capuchinera que se mostraba adornada con flores de papelillos y lazos rosas, había colgado el cartel de 'no hay billetes'. Nadie quería perderse el paso de la Virgen del Gran Perdón este punto. La Dolorosa entró con 'Al cielo la Reina de Triana', de Gómez Jaldón, y, a continuación, tras un pequeño parón, a las 22.45 horas, el 'Ave María' tocado por la banda de la cofradía de San Lázaro y cantado por la soprano María Lourdes Benítez Sánchez, pieza que se atribuye a Giulio Caccini, uno de los compositores más sobresalientes del Renacimiento, aunque, en realidad, lo escribió el laudista, guitarrista y compositor ruso Vladimir Vavilov. Música celestial para los oídos, que contrastaba con la marcha anterior, de corte alegre, con la posterior, ‘La tarde azul’, la del centenario, que propició hasta tres pulsos, y por supuesto, con el pasodoble de Artola 'Málaga, tierra ideal', que igualmente ya escuchó la Virgen de la Esperanza durante la Gran Procesión de Roma y que para la Dolorosa del Gran Perdón sonaría en Carretería, donde, por cierto, se cantaran verdiales, por parte de la panda Los Rejuntaos, estilo Montes.
Hasta ahora, el público se había deshecho en vivas y piropos sin medida, pero todavía quedaba la vuelta al barrio por Dos Aceras arriba, con nueva petalada y la interpretación de un pasodoble, y, cómo no, la Carrera de Capuchinos, ya bien entrada la madrugada. El Molinillo también la estaba esperando, al igual que Francisco Sánchez, 'Paco Pastora', que lleva días ensayando unas sevillanas, cuyo estribillo reveló previamente y no podía ser otro que «octubre de Capuchinos, la emoción se me desborda (bis)/ tu Madre del Gran Perdón contigo Reina y Pastora».
La procesión de regreso tenía un guion establecido, pero ya se sabe que el cariño es espontáneo y de ese cariño surgían vivas y aplausos que salían del alma. Quedaban por vivir los momentos de júbilo de su barrio, que por la tarde desplegó una alfombra de sal para que la Dolorosa la pisara. Y los íntimos, como el encuentro de la Virgen con su Hijo, Jesús del Prendimiento, a las puertas del templo de la Divina Pastora, porque así lo había querido y planteado la corporación. El Señor es el icono fundacional y no podía faltar a esta cita. Y luego llegó la locura, el encierro en la calle San Millán, a las 5.30 horas de la madrugada, en el que la cofradía dijo: «aquí estoy yo». Sonó de nuevo la marcha del centenario, previamente al Himno Nacional. Y las campanillas que anunciaban la entrada en la casa hermandad. Un final apoteósico para un siglo de historia de la 'siempre denodada', como reza en el título del escudo de Málaga, Hermandad del Prendimiento.
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