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Málaga vibra con su 'Madonna' de la Esperanza
Miles de personas arropan a la Dolorosa en su recorrido desde la Catedral hasta su basílica tras regresar de Roma el pasado miércoles
Todo empezó y acabó con la Esperanza. Málaga se resiste a despertar de un sueño que ha tenido la dulzura de lo eterno y que comenzó hace diez días, aquel memorable e histórico miércoles 14 de mayo, cuando María Santísima de la Esperanza Coronada amaneció, junto al Cristo de la Expiración (El Cachorro) de Sevilla, en la capilla de la Presentación de la Virgen de la basílica de San Pedro del Vaticano, en el mismísimo corazón espiritual y administrativo de la Iglesia Católica. Ese día, y durante los posteriores, la hermosura con mayúsculas de la imagen malagueña, venerada desde el siglo XVII en el barrio de El Perchel, el que citó el mismísimo Miguel de Cervantes en 'El Quijote', consiguió vertebrar la atención y el fervor de todos los que acudieron a su encuentro, peregrinos malagueños, muchos, y, por supuesto, del resto del mundo. Porque la Esperanza, la Dolorosa más antigua de la Semana Santa de Málaga, se presentó guapa a rabiar, sobre su peana de orfebrería, romero incluido, cerquita del pueblo, luciendo un tocado de encaje de punto a la aguja, su saya del 25.º aniversario de su coronación bordada por Manuel Mendoza, el manto de Salvador Oliver y tocada con su presea de oro de coronación. Y si en San Pedro deslumbró, por las calles de la Roma imperial y monumental, la ciudad eterna e infinita, hace justo una semana, la 'Madonna di Málaga' impresionó a propios y extraños en su trono procesional, auténtico retablo itinerante, grande en dimensiones y en calidad artística, y bajo palio, durante la Gran Procesión del Jubileo de las Cofradías por el Año Santo ordinario abierto por el difunto papa Francisco y que cerrará el pontífice León XIV.
Tras este episodio feliz e inolvidable, en el que brotó un sentido de pertenencia rotundo, algo a lo que esta ciudad no nos tiene acostumbrado, y en el que todo era nuevo siglos después, la universal Virgen de la Esperanza, la que conoció el arco de Constantino el Grande, el primer emperador que se convirtió al cristianismo y promovió la tolerancia religiosa en el Imperio Romano –una razón más para avalar el viaje–, regresó a Málaga este miércoles para reencontrarse con la Catedral después de 87 años sin pisarla y donde estuvo salvaguardada desde 1931 a 1938 cuando la sinrazón anticlerical amenazaba con reducirla a cenizas. ¡Cuánto se le debe a Francisco Sánchez Segarra y a Ramón Cerrillo, quienes rescataron la cabeza y las manos de la Virgen de la Esperanza de los escombros de Santo Domingo y la pusieron a salvo!
En el templo mayor de la diócesis ha estado expuesta al culto y en besamanos desde el jueves por los frutos del Jubileo, y desde la iglesia catedralicia, la Dolorosa ha puesto este sábado rumbo a su basílica, también en procesión, aunque, esta vez, ofreciendo un cariz totalmente glorioso en su retorno a casa, envuelta en un ambiente de fiesta y, por supuesto, en loor de multitudes. Para conseguir este aire letífico contribuyó, lógicamente, su disposición en el trono de María Auxiliadora, la gran devoción salesiana que, precisamente, la semana que viene recorrerá las calles de su barrio, y cuyo conjunto también servirá para portar al Señor de la Soledad el próximo 4 de octubre, con ocasión de la salida extraordinaria del titular de la Hermandad del Dulce Nombre por el 25.º aniversario de su bendición.
La ciudad, por tanto, ha vivido un sábado eterno, de tarde, noche y madrugada abrazadas a la majestuosidad y a la grandeza de la Virgen de la Esperanza, la 'emperatriz de Roma', como le han gritado una y otra vez, o la 'prisionera del romero' que diría el recordado archicofrade Antonio Garrido Moraga, para poner el punto y final a, quizá, el capítulo más importante que ha escrito la corporación perchelera, como así ha reconocido el histórico exhermano mayor Carlos Ismael Álvarez, y, por extensión, el mundo cofrade malagueño. Quizá todavía falta la perspectiva del tiempo para asimilar esta salida extraordinaria. Y es que, difícilmente, podrá organizarse en un futuro inmediato una celebración que supere la trascendencia de esta procesión de Roma, desarrollada en la capital del orbe católico, cohesionada al evento trascendental que representa el Jubileo Universal decretado por la Iglesia y que hunde sus raíces en la proclamación de los años de liberación de los que hablan las Sagradas Escrituras. Además, el hecho de que este Jubileo centre su atención en la virtud de la Esperanza, era motivo más que suficiente para que la Virgen, que bajo esta advocación tiene tanto predicamento en Andalucía, se convirtiera en el faro y guía de todos los creyentes y, en particular, de los cofrades, para que ahondaran y reflexionaran sobre la misericordia y la solidaridad que demanda la sociedad actual. Este mensaje fue el que la Iglesia quiso transmitir con este Jubileo e instó a todos a convertirse en peregrinos de la Esperanza, como así Málaga lo entendió desde el primer momento.
Salida
La procesión de regreso a la basílica perchelera, desde la Catedral, arrancaba a las 20.15 horas; es decir, quince minutos más tarde del horario previsto y tras la última de las tres misas oficiadas en su honor, esta vez, presidida por el deán de la Catedral, José Ferrary. En ese momento, con las puertas de las Cadenas previamente abiertas, salía el largo cortejo que acompañaba a la Dolorosa de los ojos bonitos, una comitiva compuesta por más de medio millar de hermanos y devotos portando cirios en la que no faltaron sus dos insignias pontificias, el estandarte y la bandera, el estandarte de la Virgen, el guion, el pabellón basilical y el libro de reglas. La cruz guía, flanqueada por dos faroles, abría el séquito. Pero antes de que esto sucediera, la Virgen de Araceli, que hacía su salida procesional de estatutos desde la iglesia de San Julián también este sábado, daba el giro de la calle San Agustín hasta Santa María con el Himno de Coronación de la Esperanza. Todo un detalle.

La Virgen de la Esperanza, envuelta ya en la luz dorada del final de la tarde del mes de mayo más esperancista que jamás se ha conocido y que acentuaba su belleza, hacía su aparición en el Patio de los Naranjos a las 20.35 horas, provocando la emoción de todos, participantes y público asistente. Los vítores se sucedían, como en Roma, y sonaba el Himno de Coronación, de Perfecto Artola, a carga de la banda de música de la archicofradía, como hace siete días en la Ciudad Eterna. Había ganas de Esperanza, muchas, y la gente sabía que lo que venía por delante sería intenso. En la calle Císter no cabía un alfiler. Ni en Santa María, ni en San Agustín, vía esta última bendecida este sábado por la Esperanza, ya que ningún mortal había visto a la Virgen de Málaga por esta arteria hasta ahora. Porque, a diferencia de lo que ocurre en Semana Santa, la corporación optó por incluir en el recorrido algunos entornos infrecuentes o inéditos.
Pero antes de alcanzar San Agustín, en el mismo Patio de los Naranjos de la Catedral, alfombrado con romero, por cierto, la panda de verdiales Jotrón y Lomillas, de estilo Montes, ofrecía sus rezos en forma de música popular hasta en dos ocasiones, fundiéndose en ese preciso instante lo sagrado con lo ancestral, como ya ocurriría aquel primer domingo de mayo durante la despedida de la Virgen antes de poner rumbo a Italia. El público que tuvo la suerte de encontrar un hueco en el entorno de la Catedral, con dispositivos móviles en modo 'cámara', inmortalizaba esta escena. «Viva la Virgen de la Esperanza, viva la Reina del Perchel, viva la Reina de Málaga y viva la Madre de Dios», gritaba un devoto entre palmas y más vivas. Sin embargo, el reencuentro de la Esperanza con Málaga apenas había comenzado y, por tanto, todavía quedaban muchas secuencias por captar. Porque había tantas ganas de mirarla, de sentirla y de darle las gracias por convertir en realidad un sueño utópico, que las muestras de fervor se sucedían sin descanso.

La Esperanza, esa Virgen que es como el mar, porque nunca te cansas de mirarla, se presentaba bellísima, como si la hubiera dibujado para este sábado el tristemente desaparecido Fernando Prini, proyectista cofrade sobresaliente, sin duda, y gran devoto, como su padre, de la Dama perchelera. Juan Francisco Leiva, el vestidor de la imagen, labor que viene desarrollando desde hace casi dos décadas, tenía también su parte de culpa, porque la responsabilidad es máxima a la hora de ataviar a esta icónica efigie. La Señora lucía la saya y la toca de sobremanto que bordara Esperanza Elena Caro, el manto del archicofrade Salvador Oliver que ya mostró en el Vaticano, la corona de oro de su coronación y alzada sobre su peana de procesión, de orfebrería, que descansaba sobre el trono de María Auxiliadora, con esos airosos arbotantes dorados que lo caracteriza, y que, por cierto, no llevaba en esta ocasión la figura de la Patrona de Málaga, Santa María de la Victoria, en la capilla del frontal, sino la alegoría de la Esperanza. Y a los pies de la imagen, romero, como es preceptivo.
Tras la salida, la Dolorosa, con la elegancia y el señorío que le caracteriza, tomaba la calle San Agustín, donde cayeron aleluyas, al comienzo, y donde aguardaban los hermanos de la Pollinica para regalarle la rosa amarilla que la Virgen del Amparo llevó en su mano izquierda el pasado Domingo de Ramos. La cofrade pollinica y coordinadora de la Gran Procesión de Roma, Paloma Saborido, visiblemente emocionada, hacía la entrega de la flor en una cajita ante la iglesia de los Padres Agustinos.
El cortejo reanudaba su marcha en San Agustín, donde unos minutos más tarde, se desataba la locura de amor, con la marcha 'Malacitana', de Antonio Rozas, y una delicada lluvia de pétalos, después de que Elena Aparicio y Marina Rosas, a voz y flauta, le regalaran el Ave María desde un balcón, y el grupo Rompeolas le dedicara unas sevillanas al final de la calle, esquina con la plazuela Jesús Castellanos, otro cofrade perchelero que hubiera disfrutado de estos momentos.

Los vivas y las petaladas se sucedían. ¡Cuánta pasión! Todo era de verdad, como en Roma. Era una explosión de júbilo tan auténtico que más de uno apenas podía poner su mirada en la Esperanza. Lágrimas en los ojos y emociones a flor de piel en una noche ya en la que la Virgen de Málaga brillaba con el fulgor del trono de María Auxiliadora, que presentaba un exorno floral compuesto por allium y peonias blancas y rosas spray rosa para las ánforas y azucenas, peonias, delphinium y allium blancos para las esquinas.
La bajada de la calle Granada también fue emotiva, con otra petelada, ahora la promovida por los hombres de trono y la albacería de la archicofradía, y las sevillanas de Edu Díaz. Y poco antes de alcanzar la plaza del Siglo, piteros y tamborileros rocieros que añoran el Lunes de Pentecostés se sumaron a la fiesta. La Virgen de la Esperanza regalaba felicidad y cada movimiento del trono, cada marcha, era aplaudida con entusiasmo. Asimismo, hubo momentos de recogimiento, dado el carácter pasionista de la talla, como el vivido al final de la calle Granada, cuando, a las 22.45 horas, la cantaora María Almendro le dedicó una sentida saeta, como hace cada Jueves Santo, y como hacía su madre, en su caso, al Nazareno del Paso. Finalizada la interpretación de María Almendro, que se valió de una letra del archicofrade Miguel Gutiérrez, toda la calle estallaba en vítores, tras la gran petalada organizada por cofrades de la Pollinica, Cautivo y Sentencia.
También cayeron del cielo pétalos de flores en la abarrotada plaza de la Constitución, el kilómetro cero de la ciudad, donde la Esperanza fue coronada hace casi cuatro décadas –el 18 de junio se cumplen 38 años de aquel acontecimiento– y, en su recuerdo, entró con el Himno de Coronación, y donde, de nuevo, se cantaron verdiales ante el busto de bronce del Nazareno del Paso que realizara el escultor esperancista Luis Álvarez Duarte. Y en la calle Nueva, adornada con flores blancas de papel, otro de los puntos importantes del recorrido, continuaron los vivas a la Virgen y a Málaga, se produjo una nueva petalada, quizá la que más duró de toda la noche, e intervino la coral de la Archicofradía de la Expiración ante la iglesia de las Esclavas, que cantó el Salve Regina cuando el reloj marcaba las 23.45 horas. Luego, unos metros más abajo, la Virgen se detuvo para escuchar unas sevillanas, culminando la vía en la medianoche con la centenaria marcha 'Pasan los Campanilleros', de Manuel López Farfán, todo un clásico de la Semana Santa andaluza.

Recorrida la calle Nueva, la comitiva buscó el puente que lleva el nombre de la Dolorosa y que le conduciría hasta la basílica y casa hermandad de la archicofradía por la plaza Félix Sáez, Sagasta, plaza de Arriola, Atarazanas y Prim, y todavía en intramuros, pasada la una de la madrugada, toques de campana dedicados a la albacería de la archicofradía, todo un ejemplo de compromiso y trabajo por la hermandad elevado a la máxima potencia este mes de mayo, y, a continuación, la banda atacaba con 'Malagueña, Virgen de la Paloma', de Rafael Hernández.
Con la llegada a El Perchel, cuando era cerca de la una y media de la madrugada, la corporación festejaba la bienvenida de la imagen con estallido de cohetes, mientras las campanas de la basílica repicaban con alegría después de que la Málaga cofrade, con el alma en romero y totalmente entregada, se dejara llevar por su 'Madonna' peregrina de la Esperanza.
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