¿Nos controlamos o no?
Ana Barreales
Lunes, 7 de diciembre 2020, 10:37
Al parecer, determinar si una reunión de gente es una aglomeración no depende del número de personas que se junten, ni de en qué espacio ... lo hagan, sino de para qué se reúnen y quién lo promueve. Pongamos ejemplos: La calle Larios bastante llena, coincidiendo con el encendido navideño, para el Ayuntamiento era un efecto óptico. Sin embargo, para el consejero de Presidencia, Elías Bendodo, sí que era una aglomeración y pidió que se evitaran actividades que supusieran un llamamiento. «Imágenes como la del otro día no ayudan a bajar la curva», sentenció. Los dueños de terrazas se preguntarían que por qué se puede admirar el alumbrado desde la calle, pero no se puede hacer desde sus terrazas.
Lo mismo pasa con los viajes, visitas y reuniones navideñas. Te piden que evites los desplazamientos, pero no te prohíben salir de viaje, se supone que con el objetivo de que te autocontroles. ¿Entonces para qué hay toque de queda? Que nos recomienden que no salgamos mucho y que nos autoconfinemos a determinada hora y que se sienten a confiar en nuestra responsabilidad.
Colocan el mismo despliegue de iluminación navideña que cualquier año y lo instalan antes que nunca, como queriendo dejar claro que esas luces no las quita ni una pandemia. ¿Con qué objetivo? ¿Para que la gente vaya a verlas o para que no vayan? Porque no sé cuál de las dos opciones me parece peor.
Hay medidas que no queda más remedio que dejar a la responsabilidad individual, porque son imposibles de controlar, pero lo que no se entiende bien es que algunas fácilmente controlables no se regulen. Si no quieren desplazamientos en Navidad, que tengan la valentía de restringirlos.
Queda mal prohibir, pero ¿qué esperan que pase? permitir una cosa y recomendar la contraria solamente sirve para confundir al personal: si viajas a pesar de todo, mal; y si actúas con responsabilidad y te quedas en casa por decisión propia te arriesgas a que luego, pasada la Navidad, te tengas que quedar por obligación, porque no todo el mundo lo ha hecho así.
Recuerdo lo injustos que me parecían los castigos generales cuando era estudiante. Pasaba algo en clase y no averiguaban quién lo había hecho, pues todos castigados sin recreo o a salir más tarde.
Eso es lo que nos puede ocurrir con la Navidad. Han hablado tanto de salvar la Navidad, como si lo que estuviera en peligro fuera la Navidad y no la vida, que ahora no se atreven a prohibirnos los viajes. Y si no nos «portamos bien» todos, algo que previsiblemente pasará. Tendremos tercera ola, los cuidadosos y los que no lo son. O sea, castigo general. Pues no me parece.
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