Torre
No sé ustedes, pero no creo que en los próximos años asistamos a una emoción comparable a la de ver cómo se termina de construir ... la Catedral de Málaga. No exagero. Lo pensaba el otro día paseando por la calle Molina Lario y al contemplar la imponente grúa de más de 60 metros que servirá para retirar la actual sobrecubierta y dejar al aire las antiguas bóvedas. Y sobre eso, después, empezar a trabajar en lo más importante del principal templo de la ciudad, que no es terminar la dichosa torre -¿por qué todo el debate se centra en eso?-, sino construir el tejado que al fin evite las filtraciones y humedades cada vez que caen cuatro gotas. Multipliquen las gotas por los siglos que lleva ese techo parcheado, poniendo capa sobre capa sin que nada haya servido para protegerla. Pues eso.
No sé ustedes, insisto, pero creo que no somos conscientes de la carga simbólica e histórica de un proyecto que permitirá terminar, en pleno siglo XXI, un proyecto que hunde sus pilares en el siglo XV, cuando los Reyes Católicos reconvirtieron la Mezquita Mayor de la Málaga musulmana en el principal templo de la ciudad. Luego vendrían la huella gótica y, al fin, el esplendor renacentista. Y ahora venimos nosotros. Que no estamos ante una rehabilitación ni un lavado de cara, ojo. ¡Estamos construyendo una catedral!
Sé lo que pensarán muchos: que si se ha tardado mucho, que si el dinero para terminar la torre no se tendría que haber empleado para otras cosas, que si el riesgo de lo contemporáneo... Vale, pero quedémonos con el privilegio de lo que tenemos ahora. Que luego vamos a Barcelona a recrearnos en la obra majestuosa -y de nunca acabar- de la Sagrada Familia; o a Milán, que terminó la suya en los años 60 después de seis siglos, y resulta que aquí podemos presumir ya de estar haciendo lo mismo.
Piensen también en cómo se afronta este proyecto en pleno 2024. La responsabilidad enorme de los arquitectos Juan Manuel Sánchez La Chica y Adolfo de la Torre, encargados de dignificar y honrar la huella de los que vinieron mucho antes que ellos. De ser respetuosos con el diseño original y a la vez incorporar la modernidad y la tecnología a una obra como una catedral (nunca mejor dicho). Y que esto, al final, es de todos y la ciudad ha de estar a la altura de este reto histórico desde todos los frentes posibles. Disfrutar de cada paso, por pequeño que sea. Luego vendrá el otro capítulo, si torre sí o torre no. Mientras, seamos conscientes de lo que tenemos entre las manos. Y de que nos ha tocado a nosotros, cinco siglos después.
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