Tirarse al barro
VOLTAJE ·
La derogación del confinamiento sería perfecta si no incluyera el desprecio a la vida de los más débilesSe está expandiendo, tanto en el mundo occidental como en mi contexto social del que me han alejado en lo físico, esa idea, en un ... principio tachada de loca, que dice que deberían dejarnos salir a todos así, a saco. Asumir nuestra impotencia respecto al virus y dejarnos caer a los designios del destino, dando prioridad a la economía para los supervivientes; tirarnos al barro, derogar las medidas de confinamiento y de criterio científico y provocar entre nosotros el roce, el abrazo, abrir nuestras fosas al sacrificio del contagio que nos llevará a la gloriosa inmunidad, al menos durante un tiempo, hundirnos en una convalecencia que no será tan diferente de la que vivimos ahora y, en el caso de que formemos parte de esa mayoría de afortunados que pasará el virus de una forma leve y magistral, disfrutar de los beneficios -es un decir- de una economía de posguerra.
La derogación del confinamiento sería una medida perfecta si no incluyera el desprecio a la vida de las personas más débiles. Esto, sin embargo, no ha callado a algunos dirigentes que han pretendido tirar por esta vía de «que se mueran los que se tengan que morir». Uno de ellos fue Boris Johnson, el primer mandatario británico y una versión isleña de Trump que, junto a Bolsonaro, conforman el eje viral del mundo. Que Johnson cayera enfermo por coronavirus e ingresado en la UCI constituyó en su momento la gran ironía de su propio destino. En España, es la oposición la que contiene trazos de antisistema. Uno de los primeros en salir pitando a su segunda residencia, o a su tercera, fue el matrimonio Aznar, raudos y veloces a su chalet marbellí, y la semana pasada descubrimos a Mariano Rajoy a por uvas, practicando a su manera la insumisión, ejercitándose con esa modalidad tan suya de caminar deprisa. Para Rajoy, la diferencia entre pasear y hacer deporte consiste en llevar chándal, y en el movimiento inverso de los bracitos. Yo soy un firme defensor de esta técnica. Saldré a hacer deporte en cuanto dejen trabajar en paz a los fisioterapeutas, a los que recomiendan atender a sus pacientes como si hubieran puesto la clínica en algún punto inexacto del sistema solar: con su 'total look' de epi, sus guantes, sus mascarillas carísimas de un solo uso. Pronto a los deportistas les dejarán salir pero todavía no sabemos si en la boca deberán llevar mascarilla o el DNI. Lo que tengo claro es que en una situación apocalíptica lo último que se me ocurriría sería hacer deporte. Preferiría tirarme al barro.
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