Tibio en Madrid y en Guipúzcoa, un facha
Se va de la política el portavoz del Partido Popular en Guipúzcoa, Borja Sémper, y reconozco en su partida la sensación de que algo se ... extingue, como cuando en la tele te cuentan que ha desaparecido el último rinoceronte blanco del norte. Sémper pertenecía a ese grupo de animales políticos, exóticos y diezmados por los partidos porque no tenían las cosas tan claras, quizás porque las cosas, si uno las mira bien, nunca están tan claras.
Están altas las empalizadas de los castillos en los que, cuando suena la campana, todo el que está fuera pasa a ser el enemigo. Lo gris siempre es incómodo porque tiene que matizarse, y matizarse es un lío, y así en la batalla argumental se van cerrando puertas, tapiando ventanas, ángulos y caminos hasta este 'cul de sac' ideológico en el que el ciudadano tiene que decidir entre proyectos-hipérbole inflados hasta el absurdo. Hay gente delante de la urna que se plantea si escogiendo la izquierda estará votando a ETA o si con una papeleta a la derecha está reviviendo a Franco.
Mientras, a tipos como Eduardo Madina y a Borja Sémper les reprochan que no hayan tenido las cosas suficientemente claras sobre el País Vasco e incluso de 'contemporizar' en un tiempo en el que justamente se trataba de contemporizar, esto es compartir el tiempo sin que te maten.
Después les echaron la culpa de unos resultados electorales de los que quizás no hayan tenido toda la culpa ellos. Salen ahora voces a ridiculizar los resultados del PP en Euskadi sobre todo los que entonces aplaudían cuando se aniquilaba a los votantes del PP en Euskadi. Quizás no se cuenta la broma de que allí faltan 200.000 exiliados vascos. Porque ETA ya no está, pero si guardas silencio y escuchas bien, puedes oírle el aullido. Aún le pita en los oídos a la tribu de silenciosos y escapados que habita en sus recuerdos de Burgos pa'abajo en casas con una 'eguzki-lore' -la flor-sol- clavada en la puerta para que no vuelvan los espíritus de la oscuridad. Esos a los que les pasan los años hechos de nostalgia, de silencio y de no hablar de aquello, que un día desaparecieron de la fila de la Tamborrada -ya habrán comenzado los ensayos-, y del censo de su circunscripción electoral, pues sencillamente dijeron «Hasta aquí hemos llegado». Desde entonces permanecen atrapados en un sirimiri eterno de dos dimensiones: ser un tibio en Madrid y en Guipúzcoa, un facha.
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