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Tecnología y realidad

Sin ir más lejos ·

Por muy inteligente que sea un territorio, siempre habrá una torpeza analógica al amparo del voto

Domingo, 11 de junio 2017, 21:50

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El recorrido por ese tipo de congresos que hace de Málaga una ciudad cada vez más inteligente siempre provoca un subidón ciudadano de autoestima sin ... necesidad de estar en el séquito organizador y siempre que no nos dé por monitorizar la desproporción evidente entre políticos y tecnólogos. Se respira un ambiente contagioso por cambiar las cosas en el que tan inevitable como el ‘networking’ es el ejercicio de rajar del presente. Hay congresos que sobrevuelan el futuro y otros sólo el futuro de una profesión. No tiene el mismo tirón una cita tecnológica que un congreso de odontólogos donde es difícil que nuestro hipotálamo deje de evocarnos el ruido inconfundible del torno. Nos reconfortan esas otras citas con el hilo musical del entusiasmo de los profesionales que piensan en cómo mejorarnos la vida, incluso bajo la presión ambiental de las ocurrencias de tal ministro, alcalde o concejal. Es como todo. Los que trabajan ya en ese porvenir que es presente saben de qué hablan, aunque también les zarandee como a nosotros el principio de incertidumbre. Muchos avances que nos parecían increíbles los tenemos ya entre las manos, a veces todo el día, como el móvil, pero otros ni siquiera los habíamos llegado a imaginar. Sorprenden los hallazgos frente a tantas cosas que siguen como pasado imperfecto sin solución a la vista. En general, la gestión política se mueve bajo el principio sucesivo de persistir en el error. El ensayo y error de la tecnociencia busca resolver problemas y sueña con un mundo sin riesgos, incluso feliz. El tecnoptimismo nos lleva incluso a soñar con que algún día los políticos actúen por sensores y no por capricho presupuestario. El mundo es mejorable con autómatas, algoritmos y baterías de litio, pero la realidad de muchas soluciones pendientes sigue la lógica del cortocircuito. Por muy inteligente que sea un territorio siempre habrá una torpeza analógica al amparo del voto. No tenemos ciborgs infalibles, sino ministros, directores generales o concejales con ego que confían en nuestra mala memoria más que en ellos. Uno fantasea con una ciudad a salvo del ciberataque de los políticos, unos macGiver que pueden echar a perder mucho de lo que pretenden arreglar. Pueden elucubrar como nosotros sobre el deshielo Ártico sin tener resuelta la depuración de las playas y sin preguntar, por ejemplo, si riegan inútilmente con cientos de miles de euros en el Benítez. Podemos innovar en la telegestión del suministro de agua y lanzar al mismo tiempo cada segundo alegremente al mar muchos metros cúbicos de agua depurada que podría servir a los agricultores para regar. Ya sabemos que es difícil innovar en lo que parece más básico, que es esto del agua, pero se rige por un extraño canon de olvido y procastinación por parte de la Junta en el Guadalhorce o del Gobierno, como pasa en Nerja, donde el fallo en la construcción de la depuradora no está en el grosor de las tuberías sino en el agujero de la constructora.

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