Solsticios
Uno se frota los ojos cuando, de vuelta a la realidad, ve a Ábalos confundiendo el 31 como festivo
Lo peor de lo que se nos viene encima es el equipo que estará a los mandos de la nave. Te puede gustar más o ... menos un modelo de acción, una forma de hacer las cosas, pero si quien se pone al frente está cualificado y demuestra solvencia, la ejecución, bien sea en política, en empresa o incluso en la más doméstica de las economías, acabará cogiendo un rumbo determinado. El problema es cuando el piloto no tiene ni pajolera idea ni siquiera de cómo arrancar el motor. Entonces sí que hay un problema.
Viene esto a cuento porque, tras varios días de paréntesis navideño, uno se reconecta a la realidad y se encuentra con titulares y comentarios que necesitas releer, incluso varias veces, para no creer que es una noticia que se quedó descolgada de las inocentadas del 28 de diciembre. Anecdóticos, sí, pero que te acaban dando la talla de algunos de nuestros ilustres personajes públicos. Al ministro Ábalos ya le conocíamos algún disparate. Se lía a menudo, pero el otro día nos dejó perplejos cuando soltó: «Los representantes públicos no tenemos ese privilegio de las vacaciones ni días festivos y, si hay que estar un día 31, se está» (¡). Se ve que el titular en funciones de Fomento lleva tanto tiempo disfrutando de la buena vida de la casta política que cuando intenta hablar el lenguaje de los curritos se confunde. Es el síndrome de las élites, como aquellos famosos 80 céntimos del café de Zapatero.
A las pocas horas, la presidenta de la Comunidad de Madrid fundamentó su negacionismo climático en que «nadie se ha muerto» de contaminación. En fin, esa es toda la profundidad científica de la popular Díaz Ayuso. Claro, que para paranoia la que ha corrido como la pólvora esta Navidad por las redes de los progres de salón, intentando convencernos de que lo que realmente celebramos estas fechas es el solsticio de invierno, rematado todo por la propia ministra de Transición Ecológica, que ubicó el tránsito hiemal del sol en Nochebuena, dos días después del fenómeno astronómico. Y así todo.
Y en esta antología del esperpento que uno se encuentra por las redes a la vuelta de un corto descanso, este escenario de negociaciones donde independentistas de diverso pelaje y diputados que llaman ‘ciudadano Felipe’ al Rey se nos muestran como el futuro de un país donde será Oriol Junqueras quien maneje los hilos de la Moncloa a su antojo. Qué pereza. Quizá por eso nos está pasando con la digestión de la política como con los solsticios: que cada día se nos hace más larga.
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