El sesgo
Sexto día del estado de alarma. A ratos, en casa imagino cosas: el olor de la cera de la tabla de surf, el revolcón de ... la ola, la picada tan brava de la trucha, el olor de la yegua en la cuadra caliente. Concibo dolorosamente la ambulancia cuando tarda una hora, otra, otra y otra, y te pienso en la cama imaginando qué va a ser de ti y me pregunto qué va a ser de mí, y si te reconforta la caricia de la mano de plástico y los versos de mascarilla.
Lo que no logro imaginar es cómo no vieron venir esto y cómo mandaron el 8-M a la calle cuando Europa pedía quedarse en casa. En la televisión, Sánchez cuenta que este cabreo que tengo es por el sesgo de retrospectiva. Eso sucede cuando alguien cree que ya sabía lo que iba a ocurrir, y en realidad no lo sabía. Desde el principio de esta crisis, Sánchez se parapetó detrás de la figura de los científicos a los que aludía como gente como de fuera de la galaxia que decidía lo que había que hacer. La ciencia manda cualquier cosa. El plan de Boris Johnson lo avala la ciencia y el de China, también. Así apareció Fernando Simón como el Espíritu Santo en camisa y le encumbramos a los altares de los santos súbitos e ibéricos por su manera de tranquilizar al pueblo. ¡Y ese estaba siendo su mayor error! Nos convino creernos a Simón y al Gobierno porque cuando uno se ponía una mascarilla o llevaba unos datos que le había pasado un epidemiólogo que hablaban de mil muertos se sentía un poco como ese tipo que se pone en la cabeza un gorrito de papel de plata para que la NASA no le escuche los pensamientos con el láser.
Fuimos buscando todos los refugios ante lo terrible. Pero nosotros no somos el Gobierno. El Gobierno recibió avisos el 28 de febrero y el 2 de marzo en mensajes de la OMS y la CEDC que invitaban a estar alerta, a tomar precauciones y a evitar aglomeraciones, y no hizo caso. La estadística decía que la cifra de contagiados no paraba de subir (un 89% el día 6 de marzo a dos días del 8-M).
Claro, que igual nos hemos vuelto todos locos. Por el sesgo de retrospectiva, dice Sánchez, pero hay más: el sesgo de confirmación interpreta información a favor de los prejuicios. En el de autoservicio se atribuye uno responsabilidad por los aciertos, pero no por los fallos. Somos los españoles sesgados y queremos apoyarle, presidente, pero va a ser más fácil si admite que pudo cometer un error en lugar de tomar a mi Españita por loca. Todos nos equivocamos; también usted.
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