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Vuelven enfermedades que la ciencia había erradicado de extensas zonas del planeta, y lo hacen principalmente por el rechazo de algunas personas a vacunarse contra las mismas. No hay razones científicas para rechazar las vacunas. Lo que sí hay es gente que al constatar que la ciencia no sabe las soluciones de todos los problemas humanos, ha decidido olvidar las que sí sabe. Lo mismo ocurre con la política.

Esta semana han saltado a los medios de comunicación dos noticias inquietantes. Por un lado la existencia en Cataluña de un grupo de personas de ideas separatistas dispuestas a realizar actos terroristas. Por otro lado, las declaraciones de un portavoz de extrema derecha, a raíz de la autorización por el Tribunal Supremo de la exhumación de los restos del general Franco, afirmando que: «El tiempo que tarde Franco en salir del Valle de los Caídos, es el que le queda de vida al que lo saque». Como ocurre con la reaparición de las enfermedades que creíamos erradicadas, el surgimiento de estas amenazas debería hacernos actuar con tanta prudencia como determinación, porque el sarampión de la violencia política siempre es mortal.

Quizá algunas personas que se manifiestan cansadas de los políticos, digo de los políticos en general, no de algunos en particular, en realidad de lo que están hartas es de lo que conocemos como la política. Bernard Crick comienza su genial libro 'En defensa de la política' con unas palabras de Antonio de Oliveira Salazar, el dictador portugués, explicando por qué detestaba la política: «Todas esas promesas ruidosas e incoherentes, las demandas imposibles, el batiburrillo de ideas infundadas y planes poco prácticos..., el oportunismo al que no le importan la verdad ni la justicia, la vergonzosa búsqueda de la gloria inmerecida, las incontrolables pasiones desatadas, la explotación de los instintos más bajos, la distorsión de los hechos..., toda esa febril y estéril agitación».

Ciertamente, eso que describe Salazar es, también, la política. Y lo mismo podría decirse de otras muchas actividades e instituciones humanas. Salazar, como hicieron otros colegas suyos con los españoles, italianos y alemanes, libró a los portugueses de los sufrimientos y decepciones que produce la política democrática sometiendo a su país a una larga dictadura. Después de muchas décadas, la descripción de Salazar sigue siendo bastante ajustada a la realidad de la política democrática, pero desgraciadamente la alternativa sigue siendo la misma que entonces, y es peor. Y si hay que tener estómago para soportar la política, hay que tener mucho más para digerir la violencia. Porque la política es esa actividad que permite que convivan millones de personas con valores, visiones e intereses encontrados sin violencia, es decir, sin «hacer de una tierra un desierto y llamarlo paz».

Dice Crick que «uno de los grandes riesgos que corren los hombres libres es aburrirse de las verdades establecidas». Por cierto, que eso le ha debido pasar últimamente al entrenador de un equipo de fútbol qatarí, aunque, por desgracia, no solo a él.

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