Retraso madurativo
Quizás lo hayan notado: cada vez más padres hablan a sus hijos como a bebés perpetuos. Coincide con la caída abrupta de la natalidad y ... puede que, al girar toda la vida alrededor de un hijo, sea comprensible tratar de evitar la nostalgia que provoca verlos crecer y, de manera irracional, hablarles como si no aumentaran talla y número de conexiones neuronales. En la era de las etiquetas, va abriéndose paso en los colegios la que señala que algunos niños sufren un 'retraso madurativo'. Cómo no, si es la sociedad, mimada por el populismo, alimentada la demagogia por los medios, la que está cayendo en lo mismo: nadie es responsable de nada y todos somos víctimas de todos. La vida se nos arregla con leyes y es incomprensible que nadie cayera antes en lo fácil que es estimular la economía subiendo los sueldos. O imprimiendo dinero, como aconsejaran Andy y Lucas hace unos años. Y aquí andamos, en un bucle continuo de cháchara para bebés, en el que no se nos hace responsables de nada. De hijos a padres, de medios a pueblo, de políticos a electorado. Incluso hablando de populismo tendemos a culpar a quien lo fomenta, cuando deberíamos empezar a estudiar al público al que se dirigen con mensajes simplones, o sea, a nosotros mismos.
Si nos hablaran como adultos, por ejemplo, los políticos podrían empezar a decir que va a haber que optimizar recursos escolares, o sea, cerrar colegios en lenguaje de la calle, porque no tiene ningún sentido tener tres medio vacíos cuando puede haber dos a pleno rendimiento. Pero el político cobarde, el populista que se cree a salvo de la demagogia, preferirá no tomar esas decisiones y, si está en la oposición, agitará a los vecinos para manifestarse en contra de ese cierre. Nadie hablará como adultos a esos padres y les explicará lo que cuesta mantener una instalación así abierta y lo bien que se puede emplear ese ahorro en apoyo escolar en el país con más fracaso educativo de Europa.
Si nos hablaran como adultos, nos explicarían que convendría contratar a geriatras en los sistemas de salud que vayan discriminando qué medicinas sirven y cuáles no en esos pastilleros a tope con grageas de colorines que llevan millones de personas mayores. Cualquiera que conozca a un médico sabio de esa edad sabe que se pueden disminuir y, con ello, un gasto más que notable que podría destinarse a cuidados paliativos, por hablar de una necesidad. A los adultos se les podría explicar, además, que disfrutamos de las medicinas más baratas de Europa, como saben esos alemanes que se vuelven de aquí tostados y con el botiquín repleto. También que puede que no tenga sentido financiar los bonobuses a los jubilados y no a los veinteañeros mal pagados con contratos precarios.
Nadie es responsable de nada y todos somos víctimas de todos
Si nos hablaran como adultas, en definitiva, nos podrían decir que lo que nos va a marcar la vida y nuestro trabajo serán nuestras decisiones personales. Que las mujeres en Occidente no estamos oprimidas, aunque sí estamos sometidas a ciertas presiones que debemos elegir si aceptamos o no sobre la maternidad o las carreras profesionales. Nadie va a elegir a nuestra pareja por nosotras, o tenerla, así que conviene que esa decisión sea lo más compatible con nuestra manera de vivir. Que está bien movilizarse y gritar, pero mucho mejor practicar el feminismo en casa y en el trabajo y parar lo intolerable. Sirva esa línea de homenaje a todas aquellas que frenaron las manos a Harvey Weinstein in situ aceptando las consecuencias de su comportamiento valiente, frente a las que acaban de pactar indemnizaciones millonarias para no ir a juicio contra el magnate de Hollywood. Si hubiera habido más de las primeras, no hubieran existido las segundas.
Tratarnos como adultos significa también abrir debates incómodos. ¿Se debe penar lo mismo una violación que un asesinato? Son cuestiones que no se deben zanjar con un «el machista eres tú», con el que se cierra cualquier cuestionamiento del feminismo institucional. En ese plan, machista era el marqués de Beccaria y su libro 'De los delitos y las penas', considerado texto clave en el Derecho Penal. O machista es Loola Pérez en su recién editado 'Maldita feminista' cuando explica que mantener hoy en día que el patriarcado existe en Occidente es dejarnos a las mujeres como víctimas eternas necesitadas de protección, como unas niñas en definitiva, que se libraron de la tutela masculina para acabar en la del Ministerio de Igualdad, ocupado, por cierto, por una 'señora de'.
La prueba de lo nefasto que resulta no hablarnos como adultos desde la política es el caso catalán, donde miles de personas han caído en la ensoñación de culpar a España de todos sus males y no aceptar las consecuencias de saltarse la ley. A los que seguimos desde hace tiempo los estilos educativos que se imponen no nos extraña.
El psicólogo ruso Lev Vygotski fue el que describió la teoría del desarrollo proximal: conviene hablar a los niños un poco por encima de su nivel de entendimiento, para que avancen. Sólo pronunciando nuevas palabras que, en principio, no entienden, enriquecerán su vocabulario. Lo mismo le ocurre al electorado: sólo se avanzará con políticos valientes que sepan defender sus propuestas con argumentos más sofisticados que el lema de una camiseta de Carmen Calvo. Si no se hace, se corre el riesgo de que nos coloquen la etiqueta de 'retraso madurativo' a todos.
A ver quién se atreve a pinchar nuestra burbujita. Qué padres empiezan a hablar con seriedad a sus hijos y qué político se atreve a decir al pueblo que no todo depende de lo que salga en el BOE o se apruebe en un pleno municipal.
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