Responsabilidad sin excusas
Entre todos los propósitos de Año Nuevo conviene centrarse en los del carácter más que en los de las acciones, porque será ese motor el ... que nos impulse a hacer. Si nos dicen los neurólogos que tenemos cerebros plásticos, pongámoslos a prueba. Fuera el pesimismo, por ejemplo, aunque nos digan las encuestas que los españoles somos los europeos que hemos empezado el año con el ánimo más bajo, pese al crecimiento económico comparativamente alto. Y es que el humor no se alimenta sólo con consumo, aunque algunos crean matar la ansiedad comprando muchas camisetas.
Cuando pasa la vida y los aniversarios de aquel COU te das cuenta de la cantidad de tiempo que has pasado preocupado por cosas que no llegan a ocurrir. ¿Que la economía va a ir mal, que España se va a romper, que van a seguir con sus máquinas de propaganda dividiendo al país entre buenas personas, ellos y malas, la derecha y acusando a la oposición, sin poder, de todo lo que vaya mal? ¿Que tienen el BOE en sus manos pero cuando la economía no tire será culpa de unos malvados capitalistas trumpianos reunidos en un club de Manhattan, a ser posible hombres, porque ya saben que si hubiera sido Lehman Sisters la crisis de 2008 no hubiera ocurrido? ¿Que no había socialistas en las cajas de ahorro quebradas? No nos adelantemos.
Los ingenieros sociales de izquierdas pueden conseguir grandes cosas. El diálogo, el talante, el buen rollo hará que, por fin, los informativos no los abran los llorones de los separatistas vascos y catalanes y su cantinela sentimental y racista de que ellos son diferentes y se merecen distinto trato a nosotros, los andaluces. Jugarán las selecciones catalanas y vascas en competiciones deportivas y tampoco pasará nada. La Guardia Civil se irá de Navarra y tampoco pasará nada. Los ricos de esas comunidades seguirán llevando a sus hijos a colegios internacionales a que hablen inglés y chino y los demás seguirán aprendiendo por obligación unas lenguas cada vez más inútiles en la globalización, pero tampoco es para tanto. A los médicos en Valencia, Baleares y Cataluña se les seguirá exigiendo un certificado de valenciano, mallorquín y catalán, pero qué gusto que te quite un tumor un neurocirujano que controle esos idiomas.
La economía irá de escándalo según la teoría de Pablo Iglesias: subida del salario mínimo y de las pensiones y la gente a lo loco a gastar y a consumir, con lo cual, más impuestos para financiar todo en un círculo virtuoso. Incomprensible que no se le haya ocurrido a nadie antes. Los alcaldes progresistas limitarán los precios de los alquileres y veremos cómo se empiezan a emancipar jóvenes con un buen sueldo por fin que, además, se lanzarán a tener hijos para demostrar que nuestro escuálido índice de natalidad sólo era cuestión de falta de pasta, aunque fueran algunos inmigrantes pobres y españoles muy religiosos los que proporcionaban familias numerosas al censo.
Qué decir de las universidades. Se acabó la endogamia, la politización. Competirán de tú a tú en progresismo con algunas estadounidenses y veremos cómo se prohíbe hablar en ellas a «los fascistas»: desde los que quieren acabar con el estado autonómico a los que cuestionan ciertos aspectos de un feminismo que trata a todas las mujeres como víctimas. Por suerte, ya sabemos que ese concepto de universidad blindada a los ultras es el que tienen en la cabeza los de Podemos desde que, de chavales, prohibieron hablar a Rosa Diez en la Complutense. Los cursillos cada vez más obligatorios de igualdad de género hará que haya muchas más mujeres en carreras tecnológicas, que apenas ninguna mujer quiera acogerse a una reducción de jornada para cuidar de sus hijos y que la que opte por trabajar sólo en casa sea vista como una traidora a la causa.
Seremos el país más ecológico, con un 90 % de la población que se declara profundamente preocupada por el cambio climático, dispuesta a hacer grandes sacrificios. Los ingenieros sociales serán capaces de que los que tenemos el diesel de segunda mano no tengamos que pagar con nuestros impuestos de llenar el depósito ayudas a los ricos para que se compren sus eléctricos molones que sólo ellos aparcarán en el centro de las ciudades. Serán muy buenos buscando medallas que ya estaban ahí sin que nadie las recogiera: España lleva años aumentando su superficies forestal, por ejemplo, pero habrá sido de repente gracias a ellos. Tomarán medidas que afecten a los fachas que votan a Vox en el Levante para sus regadíos pero lo harán para mejorar la España vaciada.
A 2020 conviene pedirle que entendamos que tener una idea u otra para mejorar el bien común no nos hace mejor personas. Los políticos tienen la enorme responsabilidad de dar ejemplo con sus formas. Ahora mismo, tenemos a alguien que va a ser presidente del Gobierno con la ayuda de quienes han pedido la independencia de un territorio con consultas ilegales y contenedores quemados; con partidos vascos que se pusieron de perfil o directamente aplaudieron a asesinos etarras y con una izquierda que está cómoda agitando las calles y escupiendo la palabra fascista a la mínima.Los pedagogos sensatos, que existen, saben que el ejemplo es el mejor método educativo. A Pedro Sánchez y los suyos les pedimos que asuman sus propias decisiones con responsabilidad. Suyo es el poder del BOE, suyan serán las consecuencias de cómo lo modifiquen. Sin excusas. Ya han dibujado en el pacto un país de sueldos más altos, menos paro, alquileres más bajos, más feminista y menos contaminado. Que así sea. No nos preocupemos por adelantado.
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