Hay que ver qué miserable puede acabar siendo la política a veces. Y más en esta sociedad líquida, donde pesa más que un argumento un ... eficaz tuit propagandístico en boca de un iletrado; aconsejado eso sí por algún fenómeno de esos que merodean por el chiringuito público con título de Periodismo, cortitos de conocimiento pero sobrados de reglas sobre escaparatismo político. No se entiende, si no, ese doloroso silenciamiento en torno al infierno que han vivido los menores tutelados por el Gobierno de Mallorca. 15 niñas y un niño explotados sexualmente durante un año.
Un escándalo, una aberración dentro del propio sistema que sin embargo estamos despachando con la boca pequeña. «Prudencia» ha pedido incluso Irene Montero, la ministra de Igualdad. La misma del «yosítecreo hermana» reclama ahora que sea tenue el foco de la luz y el taquígrafo, vaya a ser que la mierda esté más extendida de lo que parece y, dado que quien gobierna en Mallorca es el PSOE de Francina Armengol (las siglas que le permiten sentarse en Moncloa y, en consecuencia, pagarse la mansión de Galapagar), se pueda ir todo al garete. Que las manadas y los abusos son siempre de derechas, pardiez.
Ni siquiera han tenido en el Parlamento balear los arrestos de sacar adelante una comisión de investigación para esclarecer qué pasó ahí, para determinar quiénes bajaron la guardia con esas criaturas y por qué lo hicieron. Ha sido el propio PSOE mallorquín el que ha rechazado esa iniciativa de Ciudadanos y Vox porque dice la portavoz socialista, Silvia Cano, que «es el momento de dejar trabajar con tranquilidad a la parte técnica». En fin.
Vaya por delante que a estas alturas uno cree bastante poco en este tipo de comisiones. Pero, hombre, al menos un gesto de voluntad. Porque al impedir los socialistas una propuesta de la oposición sobre el asunto ponen de manifiesto dos cosas: una, que aquí lo que importa es el partido, luego el partido y, lo más relevante, el partido. Y lo segundo, que es lo más grave, que a nadie con responsabilidad en esa administración le preocupan esos quince niños, el calvario y el estigma que llevarán a cuestas el resto de sus vidas. Al fin y al cabo, se harán mayores de edad y dejarán de estar bajo el amparo de una administración cuyos responsables seguirán ahí o recolocados en otro sillón junto a cuñados y amiguetes. ¿Quiénes son, por eso, quince niños para arruinarles el futuro?
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