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Por una lógica demográfica y en relación al parque móvil, es evidente que Málaga debería estar en la parte alta de la lista negra de la DGT... Pero no en todo lo alto del podium, y además, año tras año. Tenemos el segundo radar que ... más multas pone, sólo por detrás de uno de Madrid. También tenemos el cuarto más sancionador y metemos nada menos que siete en la lista de los 50 con mayor recaudación del país. Ahí es nada. Nuestra recaudación por multas de exceso de velocidad es una de las más altas del país, muy por encima de territorios que tienen una población superior. Y los líderes absolutos de Andalucía. Pero ni el tráfico ni mucho menos la dotación de carreteras aquí es superior al de otras zonas.
Es verdad que los malagueños somos de natural rebeldes y anárquicos; aficionados a la velocidad y olvidadizos con el Código de Circulación. También es cierto que a la Costa del Sol vienen muchos guiris con coches alquilados, que no conocen el terreno y que son un filón para poner multas, aunque otra cosa es que luego las paguen.
Pero también es cierto que aquí tenemos radares colocados en puntos que fueron negros, pero donde ya han cumplido sobradamente su función, porque la gran mayoría de los conductores han aprendido la lección y hace años que no se produce un accidente, precisamente, por el efecto disuasorio que tuvo en su momento el cinemómetro. Y sin embargo ahí siguen las cámaras, multando a diestro y siniestro, con una limitación de velocidad que no es para nada razonable. Y mientras los accidentes siguen ocurriendo en otros tramos donde no hay absolutamente ningún control, probablemente, porque el volumen de tráfico es muy escaso y no compensa...
Lo voy a decir, alto y claro: muchos de los radares instalados en las carreteras de Málaga ya no tienen una función preventiva, de la seguridad vial, sino que son máquinas registradoras que sirven para hacer caja a costa de nuestros bolsillos. Algo falla en el sistema cuando los accidentes no paran de crecer, sobre todo los motoristas; y al mismo tiempo tenemos siete radares, siete, entre los que más sanciones ponen cada año.
Cuando los puntos de control de velocidad no están allí donde ocurren la mayoría de los accidentes, entonces es que estas máquinas tienen un objetivo inconfesable, que no tiene nada que ver con nuestra seguridad.
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