Morbo y fango
La rotonda ·
Verónica no se suicidó; a Verónica la mataron quienes difundieron el vídeo y quienes no lo denunciaronVerónica no se suicidó; a Verónica la mataron todos y cada uno de los compañeros que o difundieron el vídeo íntimo con el que ... la chantajearon o simplemente no hicieron nada por pararlo. Cuesta asimilar que de los 2.500 empleados de la planta de Iveco donde esta joven de 32 años trabajaba no hubiera alguno que dijera 'basta' y cortara la cadena aunque fuera con una denuncia a la Policía. Es desolador que, más bien al contrario, la grabación sexual anduviera varias semanas de móvil en móvil: que incluso hubo quien se acercó al departamento donde trabajaba Verónica para ver quién era la chica del vídeo que circulaba por los terminales de la plantilla. Puro 'bullying', acoso del crudo como el de esos matones de instituto que humillan a sus víctimas hasta que no pueden más y deciden poner fin a sus vidas. Como Verónica, que se colgó de su propia desesperación y deja dos hijos huérfanos y una historia detrás que debería avergonzarnos a todos. Y ahí estaban sus compañeros, en un hipócrita minuto de silencio a las puertas de la nave, como plañideras que esconden el puñal del crimen.
Lo atroz de este relato es que encaja como un guante en el modelo social que hemos construido a fuerza de ignorancia, de este esperpento del morbo y el fango en el que tan a gusto nos removemos. ¿Qué puede sorprender de una población que le otorga récord de audiencia a programas televisivos donde tonadilleras convictas y ordinarias se desmelenan sin pudor ninguno? ¿Qué podemos esperar cuando, con tanta frecuencia, directores de colegio y jefes de estudio miran para otro lado cuando les llega un aviso de que uno de sus niños está viviendo un infierno? ¿Qué diferencia hay entre esos trabajadores cobardes que guardaron silencio cómplice o le dieron a 'enviar' al vídeo de Verónica y esos niñatos armados con burundanga que destrozan vidas como si jugaran a un videojuego de peli porno? ¿Qué queremos, si tuvimos que soportar a unos jueces en un vergonzoso ejercicio de pulcritud machista poniendo en tela de juicio el testimonio de la víctima de la manada de 'el Prenda' pese a las grabaciones concluyentes de la investigación?
Y, claro, eso sí, de nuestra herencia de meapilas que arrastramos desde Trento y el catolicismo bienpensante que invadió hace siglos la moral colectiva y la llenó de tinieblas, estos días hemos tenido que escuchar, no sin cierta cinismo, los golpes de pecho que algunos se han dado con este demoledor episodio que ha mostrado lo peor de nuestra condición humana. Pero, como decía un cura de mi infancia al que recuerdo con bastante cariño, hay que fustigarse por dentro, no de cara a la galería. Sobre todo, porque al final somos la misma chusma primaria que lapidaba a María Magdalena. Sólo que ahora en vez de guijarros utilizamos el WhatsApp.
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