In-sos-te-ni-ble
El manual de resistencia de Pedro Sánchez para mantenerse a toda costa en el poder no previó el impacto de tener todo su entorno y el del PSOE salpicado por la corrupción; como él le dijo a Rajoy, «no basta con pedir perdón»
Allá por 2011 tuve la suerte de asistir al nacimiento en Madrid del movimiento de los indignados. Aquellos días de mayo solía acudir a la ... Puerta del Sol para ver y comprobar con mis propios ojos lo que vino a denominarse el 15-M. Había mucha energía, mucha rabia y muchas ganas de cambiar las cosas tras la sangrante crisis financiera de 2008. Asistí como espectador a las asambleas y presencié algunos círculos participativos. Nadie dudaba de que el mundo iba a cambiar. Y cambió en cierto modo.
Pero muchos de los que participaron en aquel magma colectivo quedaron defraudados por el devenir de los acontecimientos y, sobre todo, por la actuación de la mayoría de los líderes que se dieron golpes de pecho y que luego acabaron traicionándose unos a otros y, lo que es peor, pisoteando los principios y valores que les auparon a lo más alto.
Lo mismo pasó en Cataluña y con el movimiento ciudadano para luchar contra el independentismo. Aquella victoria de Inés Arrimadas en 2018 pareció significar lo que nunca significó y aquel empoderamiento de los españoles acabó diluyéndose mientras sus líderes viajaban a Madrid en busca de la gloria que nunca les llegó.
Vienen a cuento estos dos casos para representar cómo de decepcionados se pueden llegar a sentir hoy muchos españoles. Sería injusto, no obstante, centrarlo en la llamada nueva política, porque el bipartidismo está lleno de bochornosos ejemplos de corrupción que terminaron con ministros, secretarios de Estado, presidentes autonómicos, consejeros, concejales y todo el circo de alrededor condenados y entre rejas. No sé si tiene que ver con la condición humana, pero la política, reconozcámoslo, no es de fiar.
Pedro Sánchez llegó al poder a través de una extraña moción de censura contra Rajoy sustentada en una frase del auto del juez De Prada que decía: «Se creó en paralelo un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional». Estas alusiones fueron calificadas dos años después por el Tribunal Supremo como «excesivas», calificando la sentencia como «contradictoria».
El propio Sánchez apeló en aquellos años a los diputados para sacar a España del lodazal de corrupción, demostrando desde entonces ser un experto en todo lo que tiene que ver con el fango o el lodo, al que tanto recurrir en sus intervenciones.
Pues bien, una vez más, el viejo refranero español sirve de ejemplo para desmontar la estrategia de Sánchez: Dime de que presumes y te diré de qué careces. Toda la trayectoria de Pedro Sánchez, desde las primarias con Eduardo Madina hasta hoy mismo, están en duda y bajo sospecha. Todo lo ocurrido con Ábalos, Santos Cerdán y la banda de Koldo García, Aldama, Leire Díez y demás fulleros cercan a Pedro Sánchez y a su Gobierno y lo coloca en una situación in-sos-te-ni-ble que somete al país a una tensión intolerable. La relación de exabruptos y atropellos de Sánchez y su Gobierno, desde la amnistía hasta las injerencias en el Poder Judicial, necesitaría varias páginas como esta, así como la telaraña familiar y personal de sospechas, irregularidades y presuntos delitos de su mujer, Begoña Gómez, y de su hermano, David, sin olvidar el inédito caso del fiscal general del Estado. Aquí muchos mienten más que hablan. Es verdad que Pedro Sánchez es capaz de sacrificar a quien haga falta y arrasar con lo que encuentre a su paso para seguir en la Moncloa, pero su credibilidad está tan por lo suelos que ya sólo convence a los que dependen de él para comer y para seguir en el cargo público.
Un militante y cargo socialista me comentaba esta semana con pesar la imagen que está dando el PSOE y la tristeza por el hecho de que el homenaje a los eurodiputados socialistas por Málaga celebrado el viernes quedara empañado por este lodazal –eso lo digo yo– político.
Pedro Sánchez y su Gobierno se están desmoronando como un castillo de arena embestido por la ola de la corrupción. Es muy significativo y esclarecedor rescatar de la reciente hemeroteca a María Jesús Montero poniendo la mano por Santos Cerdán. Qué le pasará a la ministra Montero que, como le pasó en Andalucía con los ERE, está rodeada de corruptos y nunca se entera de nada. Y también es llamativo el papel de los partidos nacionalistas vascos y catalanes, capaces de tragarse cuanta corrupción haga falta con tal de conseguir sus cositas.
Qué tendrá la política que siempre hay un Koldo trapicheando por los despachos. Y lo que queda por ver. Lo único creíble hoy de Pedro Sánchez es lo que le dijo a Mariano Rajoy: «No basta con pedir perdón». Pues eso, presidente, aunque sólo sea por la última gota de dignidad y decencia.
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