Málaga en remoto
EL FOCO ·
Deberíamos dejar de pensar en atraer a grandes corporaciones a torres acristaladas en el puerto y ser ágiles para facilitar la llegada de trabajadores cualificados con sus oficinas centrales en otros paísesFue a Luis Sánchez Ibarguen al que se le ocurrió hacer un congreso anual (este año retrasado hasta otoño) de programadores informáticos con ponencias muy ... específicas. Lo llamó J on The Beach, le dio una estética informal, de viernes de ropa casual, y lo hizo en La Térmica. Había food trucks, música, ambientazo para escuchar a tipos que venían de todo el mundo a que les escuchara gente de casi todo el mundo que vive ya en Málaga. De lo mejor, precisamente, era comprobar cómo se intercambiaban contactos extranjeros que viven aquí y trabajan para empresas de fuera. También quedaban en reuniones de Data Beers o se veían en espacios de coworking por el centro. Privados. Es una Málaga en remoto que ya existía y que, justo ahora, en su peor crisis en años, puede demostrar que tiene ahí una fortaleza.
Entre las profecías sobre el futuro de los que jamás vieron lo que se nos venía encima, las hay con un poco más fundamento, sustentadas en indicios que ya está dando tiempo a estudiar y que pertenecen al reino de lo posible: a muchos les gustaría seguir teletrabajando y, al menos en el corto plazo, se ha recuperado el gusto por la casa con jardín en las afueras. Las teleconferencias funcionan, sobre todo si se tiene en cuenta el coste-beneficio de lo anterior: venir a Málaga desde Madrid, por ejemplo, a una cita de negocios. No menos de seis horas, para dos de reunión. En EEUU, además, se ha visto cómo hay cierta preferencia por abandonar las grandes urbes a favor de ciudades medias y con mejor clima y calidad de vida que Nueva York. Esta semana, el Wall Street Journal llevaba en portada la decisión de Facebook de cambiar a trabajar en remoto a gran parte de su plantilla. Twitter lo había anunciado poco antes. La consultora Workplace Analytics decía esta semana que un 30% de empleados seguro que va a pasar más de tres días a la semana trabajando desde «casa». Con las conexiones internacionales de Málaga, ¿por qué no puede ser «casa» aquí y la oficina estar en Londres? ¿Madrid en AVE?
Deberíamos dejar de pensar en atraer a grandes corporaciones a torres acristaladas en el puerto y ser ágiles para facilitar la llegada de trabajadores cualificados con sus oficinas centrales en otros países. Hace unos días, en el Hackathon de ideas organizado por Turismo, se propuso que los hoteles pudieran convertirse temporalmente en residencias de solteros sin que tengan que ser estudiantes ni ancianos, una modalidad en auge en otras partes del mundo. Es difícil imaginar que lo ocurrido no pase una factura impagable a algunos hoteles de la ciudad y, me temo, tampoco suena a ciencia ficción pensar que la burocracia urbanística haga imposible cambios de usos ágiles en esos edificios: Pongamos el parche antes que la herida: ¿queremos edificios abandonados o recalificados? ¿Podemos comprometernos a tramitaciones ágiles? ¿Por qué es imposible imaginar un PTA con viviendas en las parcelas que queden libres para ahorrar desplazamientos?
Tenemos una ciudad magnífica con ventajas que no se pueden obtener con papeleo
El edificio de Correos, un perfecto ejemplo de cómo podrían convivir residencias, con oficinas pequeñas e incluso usos culturales,nos recuerda todos los días que la planificación urbanística farragosa es un lastre. Emprendedores de esta ciudad pueden contar la imposibilidad urbanística, por ejemplo, de convertir un antiguo concesionario de coches en oficinas que dan servicio al mundo entero por internet y que, a su vez, cuentan con colaboradores repartidos por todo el mundo.
Se les exigía que mantuvieran las rampas para coches, a pesar de que ellos decían que la mayor parte de sus trabajadores usan la bici o el patinete. Por no hablar de la casi imposibilidad de convertir espacios como la cárcel antigua de Cruz de Humilladero en una mezcla de usos empresariales, docentes y culturales.
La crisis del coronavirus ha sido una cura de humildad para muchos. Los planificadores urbanísticos deberían darse por aludidos también: cuando se redactó el PGOU vigente, nadie sabía aquí qué era AirBnb.. Hace un año, nadie pensó que caería abruptamente la demanda de oficinas. Y lo hemos podido comprobar estos días, cuando se ha quedado desierta la subasta de una parcela municipal destinada a esos usos. Seguro que ese día, en prensa especializada, ya había artículos sobre la entrada en un coma temporal de las grandes oficinas. Virus Total, la empresa malagueña de Google, se instaló durante unos años en un chalé en El Candado, ¿por qué no posibilitar más pequeñas oficinas en casas unifamiliares demasiado grandes para las necesidades actuales?
Tenemos una ciudad magnífica con ventajas que no se pueden obtener con papeleo: el mejor clima de Europa, el mar, los montes, una agricultura diversa, una cultura gastronómica potente, el carácter alegre y cosmopolita y una Historia que nos da una identidad poderosa. Por cultura, tenemos lo que otros quieren planificar: la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, pretende que cualquier parisino tenga en un radio de 15 minutos andando casi todo lo que pueda necesitar. El denso y meritorio comercio local malagueño, o español, no tiene parangón en el extranjero. Nos falta agilidad administrativa y, por ejemplo, ser más amable para los peatones y las bicis, además de aportar una fuerza laboral local mejor cualificada. Y creernos que es la era de las marcas de ciudad, como vaticinó Bloomberg hace muchos años. Miremos qué hacen Lisboa y Oporto, con estrategias muy claras.
Tenemos casi todo para ser el sitio soñado para que miles de europeos trabajen en remoto, como ya hacían antes del coronavirus decenas de vanguardistas nómadas digitales. Hablemos con ellos.
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