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Nos encanta fustigarnos: recrearnos en las averías y en los retrasos, que es verdad que son más frecuentes de lo que a todos nos gustaría. ... Aunque en realidad, no es menos cierto que la inmensa mayoría de los trenes son puntuales y circulan sin incidencias. También nos pone eso de compararnos con otros sitios, donde supuestamente todo funciona mejor, aunque les aseguro que en todos lados cuecen habas.
Las incidencias, sobre todo cuando ocurren en momentos de gran afluencia de viajeros; y las carencias, que sin duda las hay –y muchas– eclipsan una realidad: y es que tenemos uno de los mejores sistemas ferroviarios de alta velocidad del mundo. Con sus aciertos y sus errores, pero eso es objetivamente así. En el caso de Málaga, este verano Atocha y María Zambrano van a estar conectadas con hasta 26 trenes al día, por cada sentido... Me hubiera encantado que fueran 25 para hacer el chiste malo de la rima, pero la realidad es tozuda y la suma sale lo que sale. Hablo de la suma porque, obviamente, ahora a la oferta de Renfe, con sus marcas AVE y Avlo, hay que agregar las de Iryo y Ouigo.
Si tenemos en cuenta que los ferrocarriles empiezan a circular antes de las seis de la mañana y terminan a eso de las nueve de la noche, salimos a más de un tren cada hora. De hecho, en algunos intervalos se suman tres salidas en menos de 60 minutos. Eso significa que tenemos un puente ferroviario directo y continuo con Madrid, que es algo de lo que muy pocas ciudades pueden presumir. Además, las temidas obras de renovación de las vías antiguas de La Mancha ya casi han terminado, por lo que el tiempo medio de trayecto también se va recuperando, y ahora está en dos horas y 45 minutos (en el mejor momento llegó a ser de dos y 30).
Con semejante oferta de asientos disponibles, lógicamente los precios de los billetes se ha rebajado drásticamente respecto al lujo asiático que era hasta fechas muy recientes. De manera que ahora, por unos 20 euros por trayecto, incluso en pleno verano, se puede viajar en tren. Y ello es bueno por muchos motivos, pero sobre todo por uno: porque quita miles de coches de las carreteras, lo que supone salvar muchas vidas.
Es legítimo y necesario que exijamos la máxima calidad a nuestros servicios ferroviarios, con un mayor control para evitar averías de trenes y de líneas, apagones y robos de cable como los que han ocurrido recientemente, que dan una mala fama inmerecida al servicio. En cambio, hay que relativizar y no perder de vista que nuestra alta velocidad es un lujo del que muy pocos sitios pueden presumir.
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