Ojalá que no llueva... Más
Aquí tenemos la triste experiencia de las obras hidráulicas que se abandonan cuando caen 4 gotas
Ha caído agua bendita en la Semana Santa malagueña. El cielo nos ha dejado casi sin tronos en las calles pero ha puesto las reservas ... en los embalses a niveles que hacía muchos meses que no se veían. Los ríos vivos siguen corriendo, hasta revientan de vida, como en el Guaro, de camino a las presas, que si fuera con las normas y las declaraciones de impacto ambiental de ahora, jamás se habrían hecho. Pero ahí están, por suerte para todos. Tanto ha caído, que van a sacar de la alerta máxima por sequía a la capital malagueña y a la Costa del Sol. A la Axarquía todavía no, es cierto, pero La Viñuela ya tiene otra pinta.
Al extremo oriental de la provincia podría llover todavía unas cuantas semanas más, ojalá... Pero en el resto, no debería. «Este está 'chalao'», que dirán ustedes, y con razón. Pero es que aquí tenemos la triste experiencia de que en cuanto caen cuatro gotas, ya no se hace nada de todo lo que hay que hacer. Que ya nos conocemos. No vaya a ser que algún lumbreras con mando en plaza decida que, como al final siempre termina viniendo del cielo, más o menos, ya nos pueden cerrar el grifo de las infraestructuras, que son las que arreglan de verdad la sequía. Y no unos chaparrones que cada año que pasa se hacen más de rogar.
El plan de actuaciones urgentes para asegurar la interconexión entre las cuencas, el abastecimiento de la población y el riego de la agricultura tiene que continuar hasta que se complete, así caigan chuzos de punta y se pongan todos los pantanos a rebosar. Eso lo entienden en cualquier país civilizado, pero aquí ya tenemos una larga y triste experiencia en el abandono de los proyectos a poco que ya no se ve el fondo. Otra vez a gastar como si no hubiera un mañana; a mirar al cielo y ojalá que llueva café en el campo. Porque tenemos muy mala memoria y las penurias se olvidan rápido, y como no cojamos de una vez el toro por los cuernos, dentro de muy pocos años (parece que cada vez menos) estaremos otra vez igual o peor.
Ya estamos tardando –no vaya a ser que llueva– en construir la desaladora de Vélez, que es la única garantía real de tener agua en los grifos y en los árboles cuando La Viñuela se quede otra vez vacía. Y se tiene que terminar de ampliar la de Marbella, y culminar la conexión entre las dos costas. Y hacer una tubería para aprovechar las aguas regeneradas de la Costa en la Vega de Antequera, y plantearse seriamente que hay que recuperar el proyecto de la presa de Cerro Blanco en el río Grande. Pero para que todo eso pueda llegar a ocurrir, por desgracia, ahora toca pedir... Que ya no llueva más.
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