Dimitir es un tren ruso
Tanto daño a tantos viajeros no puede quedar impune; si no saben hacerlo, que vengan otros
Dimitir es el nombre de un tren ruso, y ya se sabe que en Rusia, como aquí, tampoco dimite nadie. El modelo Dimitir de explotación ... ferroviaria se caracteriza precisamente por eso: si falla, te fastidias, ya se trate de esperar una hora o 15. Y eso que es de alta velocidad, si llega a ser de los normales tardas menos en llegar a Australia.
Viajar en un convoy de la operadora ruso-española es un deporte de alto riesgo. Con suerte, llegas a tu destino. O no. Y por el camino, en una de esas paraditas cortas de 13 horas, te puedes encontrar con que en tu vagón entran los servicios de Emergencias y trasladan a un anciano descompensado al hospital más cercano. Ya que están allí, le ponen una máscara de oxígeno a otro, más que nada por que pueda respirar en un ambiente irrespirable. También hay bebés que no paran de llorar, angelitos, porque hace un calor extremo. Entre los adultos, historias de todo tipo, pero sobre todo mucha, mucha impotencia y rabia.
Lo que no hay en un tren Dimitir, que es como la marca Acme pero más cutre, es intención de asumir responsabilidades de ningún tipo. Si 318 viajeros tienen que pasar la noche en un vagón en condiciones deplorables, pues «pío, pío, que yo no he sido». Total, tampoco pasa nada por dormir una nochecita bajo el estrellado cielo toledano. Igual hasta lo incluyen en adelante como una atracción: AVE realmente viene de AVEntura, y nada que ver con Alta Velocidad Española, que estáis todos muy equivocados... Y así es como, día tras día, entre unos y otros se van cargando el prestigio que antaño tenía el sistema ferroviario nacional.
Pues no me resigno. Ya son demasiados problemas, demasiadas averías, demasiados retrasos y demasiado seguidos, y aquí no dimite nadie, nadie asume el más mínimo deber para con el pasajero. En la medida de lo posible, si hay un atisbo de duda razonable, la consigna es: culpa del otro. Renfe se escuda en que es cosa de Adif; y Adif, que de los arcaicos trenes de Renfe. Y mientras, los operadores privados se frotan las manos viendo como el servicio público se deteriora cada día un poquito más, y deja un nicho de mercado que se agranda por el clamor ciudadano de un servicio mínimamente digno.
Tanto daño personal y psicológico a tantos miles de usuarios afectados; a la reputación de los destinos turísticos como la Costa del Sol y a la marca España no puede quedar impune ni un minuto más. Basta ya. Si no saben gestionarlo, que vengan otros que estén preparados. Dimitir no puede seguir siendo sólo el nombre de un humilde tren ruso...
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