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En la presidencia del Senado danzará Miquel Iceta la danza de los siete velos de la política de Moncloa en Cataluña, la jota de la españa federal, el calypso de la geometría variable y, los jueves en happy hour, la pole dance de la nación de naciones. Ha escrito Pablo Casado en su tuit que que Iceta es el 1+1+1, pero en realidad su fórmula es el 0,8+1,2-3,75, lo que sumado y restado da &pi (Pi) en algunos casos, esto es que nunca sabes si va o viene. Jesús Nieto quiso ser torerillo de Benamocarra y otras cosas como el silencio en la paramera de Castilla, picador de Urdiales, pino del verdecillo de detrás de Las Ventas y gallego en Madrid. Iceta quiso ser un gallego en Broadway.

Bajo la carpa que ha plantado Pedro Sánchez Alehop junto a la A6 -pólen, conductores suicidas, conejos atropellados sobre el asfalto-, la gran familia trapecista catalana, un ecosistema 'farouche' de mil acentos, ya entrena en sus carromatos la próxima acrobacia. Los Hermanos Majareta esta vez son Junqueras, Römeva, Sánchez, Rull y Turull. «Junqueras, Römeva, Sánchez, Rull y Turull». Hay que decir sus nombres del tirón como los afluentes de un río. Del Ebro. No, mejor de otro.

Esta vez, los políticos presos, que tratan de rehacer su vida en esto del trapecio y que piden por esa boquita más que un niño a la hora de la merienda, reclaman la libertad para poder ejercer como parlamentarios. Sus abogados solicitan que les favorezca la garantía que establece que los tribunales deben preguntar al Congreso antes de llevar a juicio a cargos electos. Parece que debieran darles la libertad pese a que los actos y el enjuiciamiento fueran anteriores a la candidatura. Es cierto que uno de los placeres de esta vida es dejarse engañar y eso le pasaba a un amigo, que se le arrimaban con intención algunas mujeres desmesuradamente guapas con las piernas desmesuradamente largas y, cuando le advertían de que aquellas profesionales iban a por la cartera, confesaba que ya lo sabía, pero que se estaba haciendo el tonto.

En la política y en el amor hay que fijarse en las manos del trilero. Si no pestañeas, te das cuenta de dónde está la pelotita del estado de Derecho: la Ley española está escrita para que no se criminalice a políticos electos, no para elegir a presuntos criminales.

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