Fuga de talentos
La rotonda ·
Condenamos a los científicos a malvivir de los últimos epígrafes de los presupuestos públicosEstamos sometidos a tal nivel de estridencia, entre el ensordecedor y estéril insulto diario del Twitter y la frenética galería de titulares del móvil, que ... a veces lo verdaderamente importante se nos escapa. Ayer leía al español Joan Massagué y el importante avance que él y el equipo que dirige en Nueva York ha obtenido sobre la metástasis. Y no pude evitar acordarme de esa fatídica mañana de 2015 cuando en aquella consulta de Carlos Haya, que a mí me pareció la más inhóspita y fría del mundo, el oncólogo de guardia tuvo que comunicarme que el tumor de la próstata que arrastraba mi padre se había extendido irremisiblemente. Ayer leía por eso a Massagué como una bocanada de esperanza ante tanta incertidumbre y miedo que proporciona el cáncer. Porque este investigador español, que dirige el prestigioso Instituto Sloan Kettering, forma parte de ese cuerpo de gente que es necesaria e imprescindible. Ellos sí, no esta colección de esperpénticos revolucionarios de salón y sus adversarios los salvapatrias.
Hace tiempo que en España estamos condenando a los científicos a malvivir de los últimos epígrafes de los presupuestos públicos, sometiéndolos a un infierno burocrático con el que uno no sabe si realmente queremos que progresen o que desistan. Y así es como algunos optan por buscar en el extranjero una oportunidad en un exilio de precariedad que les permita desarrollar todo su conocimiento sin necesidad de mendigar.
Quizá parte de todo eso se explica en que nos hemos echado a la vida fácil de esperar resultados sin esfuerzo: valoramos la gestión de los políticos antes de que tomen posesión porque nos resultan simpáticos o, simplemente, porque le meten el dedo en el ojo al que nos cae como una patada en el bajo vientre. Nos deslumbran personajes televisivos que no saben hacer la 'o' con un canuto pero nos devuelven la imagen grotesca de lo que somos o pretendemos ser. Y, en síntesis, hemos desistido de pelear por la excelencia del esfuerzo (treinta años ha tardado el equipo de Massagué en obtener los primeros resultados fiables) y nos hemos entregado con alegría a esta especie de vida líquida, que diría Baumann.
Y así nos va, con los talentos en fuga en busca de laboratorios donde les dejen trabajar mientras a nosotros aquí se nos va la energía en las idioteces y las gracias no siempre con gracia de las redes sociales. El problema es que los 'memes' no sirven de nada cuando estás sentado en una de esas frías salas de hospital como en la que yo estuve hace cinco años.
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