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Con el jaleo del pin parental ahora no sé si mis hijos son míos o no. Por las tardes no me importa tanto, pero cuando suena el despertador a las 7 de la mañana fabulo con que sean del Estado y venga Él a levantarlos. De todas formas, de la propiedad del perro no me libra nadie y hay que pasearlo a esa hora. Me parece criminal que los niños deban separarse tan temprano de la almohada y estar 7 horas seguidas en el colegio. Que los adoctrinen, pero dejándolos dormir un ratito más. Es sorprendente que las protestas surjan sobre un problema que no existía y ahora se dé alas a menoscabar la autoridad del profesor, que parecía ser precisamente lo que se quería potenciar. Como en las zonas de España con mayoría absoluta musulmana se agarren al pin parental a Abascal le van a salir sarpullidos. La estrategia de Vox es buena porque de una problemática casi inexistente ha dibujado un problema que debe comerse el PP y que al gobierno, con algunas declaraciones absurdamente provocadoras, le permite que miremos para otro lado, éste, el del pin, pero a mí ni pum. Necesitamos un pin al despertador, que cuando suene se nos permita mirar para otro lado. No sólo nuestro gobierno es una monarquía sino que los reyes son los padres ¿nos parece poco? Esta situación podría darse la vuelta y los profesores solicitar un pin profesoral que les permitiese anular a algunos padres y madres, que son muy importantes en la enseñanza pero que sin embargo, como declaró Javier Imbroda, Consejero de Educación, deben quedarse justo en la puerta del colegio y dejar al profesorado cumplir su función.
Todo esto es ruido, lo que ocurre es que las ondas se propagan y llegan a nuestra zona de confort, que se vuelve irrespirable. Muchas conversaciones cotidianas se tornan incómodas y continuamente hay que posicionarse, en vez de tratar de encontrar puntos de unión. Si al final casi todos nos quedaríamos en la cama un ratito más, mamá. Tanta crispación hace saltar chispas, y una de las chispas puede prender. A veces algunos políticos parecen olvidarse de su responsabilidad y, si prende la llama, dan un paso atrás para dejar que nos devoremos. Ya no circula tanto cierta literatura oriental que difundía una sabiduría amable. ¿Os acordáis del capicúo Gibran Khalil Gibran? Dijo aquello de que tus hijos no son tus hijos, pero lo dijo en bonito. Ni el premio Nobel Rabindranath Tagore suena, justo ahora que las lágrimas no nos deja ver las estrellas. A Tagore lo tradujeron Juan Ramón Jiménez, también premio Nobel de Literatura, y su novia, que se llamaba Zenobia. Juan Ramón Jiménez le puso el pin parental a la letra g. A ver, yo a mis hijos los quiero, pero es que llega el sábado y hay que madrugar porque tienen partido. Un pin ya para quienes ponen partidos tan temprano.
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