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La historia del arte, de la literatura o de la música, la gran historia de la cultura, tiene muchas líneas escritas por miles de mujeres que encontraron en la creación un aliado para la lucha de liberación de un sexo al que se le exigía ser objeto de deseo y se le prohibía ser objeto pensante. Han sido muchas las mujeres que tomaron y toman oxígeno en la creación para romper tabúes y enfrentarse a arraigados prejuicios culturales, para luchar contra una sociedad machista y ser ellas.

Pero también, la historia del arte, de la ciencia o del pensamiento, nos ha sido relatada la mayoría de las veces con el protagonismo del genio y la audacia de algunos individuos excepcionales, siempre del género masculino. Ese relato ha dejado en la sombra a muchas mujeres que no solo han acompañado, ayudado e inspirado a esos hombres, las ‘musas’ y ‘modelos’, sino que con frecuencia han sido también creadoras. La historia ha sepultado trabajos extraordinarios de filósofas, escritoras, científicas o artistas. Mujeres, creadoras, perdidas para las actas culturales.

Muchas fueron las artistas que se vieron obligadas a no firmar sus obras o a rubricarlas con nombres masculinos para que sus carreras perviviesen y sus creaciones viesen la luz. A ellas sólo se les permitía dibujar marinas o bodegones. A ellas se les prohibía el acceso a las escuelas y a las academias porque tenían delimitados sus papeles de esposas y de madres. La cultura se convirtió en uno de los frentes obligatorios de lucha femenina y feminista para conseguir el cambio político y social. La creación ha sido y sigue siendo un enorme lienzo para escribir y construir género.

Las mujeres de la cultura, especialmente las actrices, protagonizan ahora una nueva explosión de la lucha contra el sexismo. Las denuncias contra el productor Harvey Weinstein y el movimiento #MeToo han vuelto a dar protagonismo internacional a una lucha que está convencida de que la igualdad es un objetivo alcanzable.

Hoy hay que seguir escribiendo en ese lienzo de la creación. Porque de las casi 600.000 personas empleados en empresas dedicadas a actividades culturales, el 59,9% son hombres. Porque la presencia femenina en cargos directivos de instituciones culturales, en museos, en galerías o en exposiciones o en jurados sigue siendo ínfima. Y sin embargo, las estadísticas del Ministerio de Cultura dicen que las mujeres son las que más leen, las que más visitan las salas de exposiciones, los museos, las bibliotecas, los teatros o la ópera. Porque el reflejo real de la presencia femenina en la cultura no se corresponde con su condición consumidora, creadora y estimulante.

Hay que seguir creando género hasta que el mundo se convenza de lo que dejó escrito la pensadora malagueña María Zambrano: «No se pasa de lo posible a lo real, sino de lo imposible a lo verdadero».

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